Hace ochenta años, el 26 de junio de 1945 se aprobaba en San Francisco la Carta de Naciones Unidas.
La celebración de este aniversario ocurre en un momento internacional dramático en el que los principios que orientaban a las Naciones Unidas, basados primordialmente en la búsqueda de la paz y la seguridad internacional y la solución pacífica de las controversias son ignorados por las grandes potencias, llevando a la organización a una situación de marginalidad y debilitamiento.
El uso de la fuerza que la Carta prohíbe ha sido utilizado sin buscar una justificación en la legítima defensa, ni recurriendo al Consejo de Seguridad ni alegando la inminencia de un ataque armado que no existía. En el pasado, aún las intervenciones manifiestamente ilegales como la invasión de Irak en 2003 procuraban una cobertura legal y una legitimación internacional, aunque no la lograran.
La búsqueda de la paz y la seguridad internacional son ignoradas por las grandes potencias
La ignorancia deliberada de las normas ha llevado inclusive a la “normalización” de las ejecuciones extraterritoriales de autoridades de otro país así como de científicos nucleares, literalmente volados en sus domicilios, probablemente con la familia con la que convivían, como si no se tratara de asesinatos, obviamente prohibidos por el derecho internacional.
Los principales gobiernos europeos que se agraviaban con razón ante la invasión ilegal de Rusia a Ucrania por destruir un orden basado en reglas, han expresado que no ven en el uso de la fuerza por Estados Unidos e Israel una violación del derecho internacional, poniendo de manifiesto una doble vara que dañará su credibilidad futura.
No se trata de minimizar en esta historia las graves responsabilidades del país atacado, Irán, pero había una negociación en curso y en 2015 este país había incluso llegado a un acuerdo nuclear con las grandes potencias, luego desconocido por la primera administración del presidente Trump y que según la Agencia Internacional de Energía Atómica, se estaba cumpliendo adecuadamente. ¿Porque rehuir la posibilidad de una nueva solución negociada y poner a la humanidad al borde de la guerra mundial?
El multilateralismo y su principal expresión institucional, las Naciones Unidas no han podido preservarnos otra vez “del flagelo de la guerra” como reza la Carta.
Se ha alegado que la ONU está sobredimensionada, o que se ha burocratizado y que ello la ha tornado inhábil para los desafíos actuales. Seguramente el organismo requiera reformas y mejoras. Pero la impotencia actual se deriva principalmente de la ausencia de voluntad política de las grandes potencias, en un mundo multipolar y fragmentado, de dura competencia estatal y desconfianza. Ello suscita en los dirigentes percepciones sobre la seguridad de sus países que los impulsa a las soluciones unilaterales y los aleja de las iniciativas multilaterales.
Las Naciones Unidas deben ser reconocidas por su contribución invalorable a la estabilidad global, su diplomacia preventiva que atenuó o solucionó conflictos potenciales, las operaciones de mantenimiento de la paz, el impulso al proceso de descolonización, el inmenso edificio jurídico de normas de protección de los derechos humanos y del medio ambiente, el exitoso régimen de no proliferación hoy en peligro, la asistencia humanitaria y la protección de los refugiados, y la labor de los organismos especializados como la Organización Mundial de la Salud en la preservación de la salud global, por citar solo algunos ejemplos.
El multilateralismo no ha podido preservarnos del flagelo de las guerras
La ONU como cualquier creación humana tiene defectos y limitaciones, pero la solución de los problemas comunes de la humanidad requiere un espacio institucional para la negociación multilateral que si no existiera debería ser inventado. Se trata no solo de una obligación moral sino de una necesidad práctica.
Las Naciones Unidas sobrevivirán, pero seguirán luchando contra la irrelevancia mientras persista el ambiente global de confrontación y mientras existan gobiernos que ajenos a cualquier moderación conciban al mundo como una lucha del bien y el mal que solo se puede resolver por la violencia y la dominación, ignorando la diversidad de gobiernos y sistemas que seguirán existiendo más allá de nuestras preferencias.
El retorno a la sensatez, basada en los principios de las Naciones Unidas y en el respeto a las instituciones creadas para la preservación de la paz sigue siendo, como lo pensaron los autores de la Carta, la única garantía para alejarnos de este presente oscuro.
*Exvicecanciller