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No es vagancia: llenar la silla con ropa tiene un llamativo significado psicológico

Lo que parece una costumbre desprolija es, en muchos casos, un comportamiento de diversas causas internas personales.

En muchos hogares, una silla, un respaldo o un rincón del dormitorio terminan cumpliendo otra función. En recurrentes ocasiones quedan cubiertos por una pila de ropa que no está sucia ni limpia. Esa escena, tan común como pasada por alto, despertó el interés de psicólogos, diseñadores y especialistas en organización.

Lejos de tratarse solo de una cuestión de orden, esta acumulación visual representa, para algunos, un modo de convivir con lo pendiente sin perderlo de vista.

El psicólogo Joseph Ferrari, docente en DePaul University y referente en estudios sobre postergación, interpreta este hábito como parte de un “ciclo de indecisión”. Según su análisis, ese rincón funciona como una pausa entre la intención de actuar y la dificultad para completar tareas. La ropa fuera del placard se convierte así en una especie de recordatorio simbólico: no resuelto, pero tampoco ignorado.

Para Ferrari, mantener la pila a la vista puede brindar una sensación de conciencia sobre lo que falta hacer. Aunque no se trate de una solución definitiva, muchas personas experimentan cierto alivio al visualizar su pendiente, en lugar de esconderlo o forzarse a resolverlo de inmediato.

Del caos al control: la estrategia de acotar el desorden

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La pila de ropa sobre la silla dice más de lo que se podría pensar.

La pila de ropa sobre la silla dice más de lo que se podría pensar.

Desde una mirada vinculada al entorno físico, la especialista en neurociencia ambiental Sally Augustin explica que delimitar el desorden a una única superficie funciona como mecanismo de control. En lugar de dispersar prendas por distintos espacios, se opta por concentrarlas en un punto, reduciendo así la ansiedad visual que provoca el desorden extendido.

Esta estrategia no elimina la acumulación, pero transforma su impacto. Según Augustin, el simple hecho de contener lo desorganizado dentro de un área concreta permite al cerebro procesarlo como una situación manejable. Sin embargo, advierte que si esta práctica se vuelve permanente, puede volverse contraproducente y reflejar una dificultad mayor para establecer rutinas claras.

El diseñador de interiores Christopher Boutlier retoma este enfoque desde la vida urbana actual. Para él, los sistemas de organización clásicos no siempre se ajustan a los tiempos modernos. Muchas personas improvisan formas propias de ordenar según su disponibilidad, energía y prioridades del día a día. Así, la famosa “silla de la ropa” representa un acuerdo entre el ideal del orden y la realidad doméstica.

Emoción, identidad y la lógica del “todavía no”

Más allá de lo práctico, el vínculo con esas prendas habla también de aspectos emocionales. La psicóloga Emma Kenny propone que este rincón no solo acumula tela, sino también decisiones no tomadas. Cada remera o pantalón sin guardar puede representar una duda: ¿volveré a usar esto? ¿A qué momento de mi vida está ligado? ¿Qué parte de mí quiero conservar?

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Este tipo de acumulación opera como una pausa simbólica, un “todavía no” frente a la exigencia constante de cierre. Según Kenny, la ropa sobre una silla no refleja necesariamente desorganización, sino una tensión entre la necesidad de avanzar y el deseo de sostener lo propio.

En la misma línea, la consultora en organización Patric Richardson destaca un costado práctico de este hábito: reduce el sobrelavado y evita la rigidez de rutinas impuestas. Para quienes trabajan o crían en condiciones de tiempo limitado, mantener la ropa al alcance resulta más funcional que reordenar sin pausa. Richardson señala que, mientras esa práctica no interfiera con el bienestar, puede integrarse como parte de una organización flexible y realista.

Incluso testimonios de personas como Debora Crossley, usuaria entrevistada por The Washington Post, revelan que esa silla no implica caos, sino una forma de gestionar mejor lo pendiente en casas con múltiples demandas. En lugar de presionarse por terminar cada tarea, eligen dejar ciertas cosas a la vista, en pausa consciente.

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