Un productor cumplirá 50 años en Río Negro con un impactante rinde de peras: «No lo podía creer»

En el extremo este del Alto Valle, un fruticultor oriundo de Buenos Aires repasa sus comienzos, altibajos y logros en la actividad. Lejos de sumarse a la reconversión de tierras, sigue apostando por los montes frutales que le dieron una gran satisfacción en 2025.

Hay decisiones que marcan un antes y un después. En la vida del bonaerense Oscar Celestino el punto de inflexión fue un viaje al Alto Valle del río Negro, cuando apenas tenía 20 años. Su historia, entreverada con la de su familia y la empresa Celestino Hermanos, es la de un hombre que forjó su camino desde el Mercado de Abasto de Avellaneda hasta convertirse en un referente de la producción frutícola en la Patagonia. Lo hizo en silencio, con perseverancia y con la mirada siempre puesta en la austeridad y el largo plazo. 

Desde su base en Chichinales y Valle Azul, en el extremo este del Alto Valle, Celestino no solo sigue apostando por la fruta: lo hace a contracorriente. Mientras otros productores reemplazan las peras y manzanas por cultivos alternativos, él redobla la apuesta. Y no es por nostalgia, sino por convicción: confía en que la tierra, el trabajo y el conocimiento pueden más que cualquier vaivén económico. Su último logro es prueba de ello: en 2025 obtuvo rendimientos históricos en peras.


De puesteros en Buenos Aires a fruticultores en Río Negro  


Los orígenes de Celestino Hermanos están arraigados en una familia frutera. Oscar creció en Lanús, en el seno de una familia dedicada al Mercado de Abasto de Avellaneda. Su padre y sus dos hermanos mayores fueron puesteros, y él (el menor) también siguió ese camino. La continuidad generacional era casi natural en aquel entonces y en ese ámbito. 

La primera experiencia productiva de la familia no fue en la Patagonia, sino en la localidad bonaerense de Alsina, a pocos kilómetros de Baradero y San Pedro. A fines de los 60, la familia compró una chacra en una zona donde se cosechaban frutas de carozo en verano y cítricos en invierno. “Mi padre insistía con que había que tener muchas hectáreas ahí. Decía que el círculo era perfecto: todo el año trabajando, cerca de Buenos Aires y con costos más bajos. Pero el problema era la calidad: los cítricos de esa zona no podían competir con los de Tucumán, Corrientes o Entre Ríos. El producto no valía, por eso no me gustaba producir fruta en Alsina”, recuerda Oscar. 

La empresa emplea a cerca de 300 personas en temporada. Foto: Juan Thomes.
La empresa emplea a cerca de 300 personas en temporada. Foto: Juan Thomes.

Mientras tanto, desde el sur llegaban noticias muy distintas, y fue cuando el productor puso el ojo en uno de los productos estrella del Alto Valle: “En esa época, la manzana valía. Era buscada, tenía mercado, la gente la pedía. Para darte una idea, necesitabas diez cajones de naranja para igualar el valor de un cajón de manzana.” 

Recién iniciada la década del 70, se instaló a media cuadra del Mercado de Abasto la Corporación Frutícola (Corpofrut). Junto a su papá, Oscar fue a conocerla y presenció los remates de peras y manzanas que se realizaban allí. La sorpresa lo invadió. “Era otro mundo, estaban todas las empresas del Alto Valle. Fuimos una vez, dos veces, y a la tercera mi viejo me dijo ‘ya conocés el camino, andá solo’. Y ahí arranqué, entre los grandes, a comprar fruta”, relató. 

Empezó a vincularse con esas firmas y el entusiasmo creció rápido. El nacido en Lanús terminó de entender que su vocación no pasaba por los cítricos, sino por las frutas de pepita.  “En vez de tantas hectáreas en Alsina, ¿por qué no vamos al sur?” se preguntaba el aún joven Oscar, que ya empezaba a insistir a su papá para viajar al Alto Valle. Fue en 1973 cuando finalmente lo conoció, y se llevó otra grata sorpresa.  

Si querías hacer algo, tenías que comprar. Pero cuando algo vale, nadie vende.

Oscar Celestino.

La decisión de echar raíces en la Norpatagonia estaba tomada. Sin embargo, en aquellos años de bonanza, acceder a tierra en el Alto Valle no era cosa sencilla. “Si querías hacer algo, tenías que comprar. Pero cuando algo vale, nadie vende”, marcó Oscar. 

La puerta de entrada fue el Valle Medio. En 1976 alquilaron un pequeño galpón en Choele Choel y, un año después, sumaron otro en Luis Beltrán. Ese fue el comienzo de Celestino Hermanos

Poco después, la política económica cambió radicalmente con el golpe de estado y la llegada de José Alfredo Martínez de Hoz como ministro de Economía de la Nación. Por el atraso cambiario, la fruticultura entró en crisis y las tierras que antes nadie vendía empezaron a aparecer

Uno de los montes frutales de Celestino Hermanos en Río Negro. Foto: Juan Thomes.
Uno de los montes frutales de Celestino Hermanos en Río Negro. Foto: Juan Thomes.

En 1980, una visita a un amigo fue el puntapié inicial de una nueva etapa. “Le comento que quiero instalarme en Alto Valle porque veía que la situación era distinta. Se presenta una inmobiliaria, empezamos a recorrer y me muestran el lugar donde hoy estamos en Chichinales; en aquel entonces eran dos hectáreas, un galpón y un par de casas”, recuerda el productor frutícola.  

Fue así como Celestino Hermanos desembarcó en el ansiado Alto Valle. Las crisis son oportunidades, y Oscar lo tenía más que claro


En el Alto Valle, la tierra soñada 


En 1980 compran la chacra en Chichinales, que dio su primera cosecha un año después. La situación de la fruticultura rionegrina era dantesca. “El valle estaba devastado. Cuando llevé la pera Williams al frigorífico que alquilé, estaban sacando manzanas para tirarlas porque ni la industria las quería”, señaló.  

Ese mismo año, asume al frente del Ministerio de Economía Lorenzo Sigaut, recordado por su célebre frase “el que apuesta al dólar, pierde”, previa a una gran devaluación. La familia Celestino no apostó al dólar, sino a la producción, y el sinceramiento del tipo de cambio marcó el inicio de una próspera etapa para la empresa. La fruta volvió a exportarse y los precios mejoraron. 

Oscar Celestino, en la emblemática arcada del establecimiento. Foto: Juan Thomes.
Oscar Celestino, en la emblemática arcada del establecimiento. Foto: Juan Thomes.

Fue gracias a eso que construyeron el primer cuerpo de frigorífico, inaugurado en 1983. Luego llegaron más hectáreas en Chichinales, nuevos cuerpos y, en 1989, una de las primeras cámaras de atmósfera controlada del Alto Valle. En los 90, tuvo lugar un hito para la empresa: incorporan la “Medialuna”, una gran parcela ubicada en la localidad rionegrina de Valle Azul, que hoy es la columna vertebral de la producción de la firma

El crecimiento no se detuvo ahí. Sumaron variedades nuevas, frutas de carozo y modernizaron el empaque en 2012. Hoy, rumbo a los 50 años, afrontan un presente más desafiante por los bajos precios y la apreciación cambiaria, pero también más brillante por los frutos que rinden su buen manejo y ejemplar gestión


Una frutícola entre récords y desafíos 


Celestino Hermanos cumple 50 años en unos meses, y lo sucedido en este 2025 invita a ilusionarse de cara a las bodas de oro. En primer lugar, porque en la firma avanzan con el recambio de montes. Léase bien: las plantas frutales más antiguas son reemplazadas por plantas frutales jóvenes. La reconversión no es una opción para una empresa frutícola ordenada e integrada (su proceso incluye producción, empaque, conservación y comercialización). 

En segundo lugar, porque la más reciente temporada encuentra a la empresa con un récord de rindes y producción en peras. “No recuerdo un año con semejante rendimiento. Tuvimos un cuadro de 100 toneladas por hectárea (tn/ha) en pera Williams, no lo podía creer. Y hubo muchos con 70tn/ha. Fue el clima benevolente, que se tradujo en calibres excepcionales. Hubo terceras pasadas, y la fruta calibró. La naturaleza, a veces, te responde de manera extraordinaria.” 

Récord de la frutícola

100tn/ha
Fue el rendimiento de peras logrado en un cuadro de la empresa la última temporada.

En manzana, en cambio, los rindes mejoraron interanualmente, pero fueron menores que el esperado. “La manzana tiene años pares de baja producción y años impares de mejor rendimiento. Este año, al ser impar, esperábamos una mejor campaña. Es biología: a veces lo que favorece a una especie, no lo hace con la otra”, reflexionó el productor. 

Hoy, Celestino Hermanos maneja siete especies frutales y más de 50 variedades: ocho de peras, quince de manzanas, veinticuatro de carozo (duraznos, nectarinas, ciruelas), una de membrillos y dos de uvas. También diversificó con algo de ganadería en Valle Azul aunque, como hace más de medio siglo, es la fruticultura lo que lo motiva todos los días.   

Celestino Hermanos hoy: en sus inicios, allí son había un galpón, dos hectáreas y un par de casas. Foto: Juan Thomes.
Celestino Hermanos hoy: en sus inicios, allí son había un galpón, dos hectáreas y un par de casas. Foto: Juan Thomes.

En el futuro inmediato, sabe que hay festejar los 50 años de Celestino Hermanos. Sin embargo, fiel a la mesura que lo caracteriza, no se atreve a plantear un escenario a mediano y largo plazo para este sector emblemático del Alto Valle. “Es muy difícil prever qué pasará. Mucho depende de la política económica y de qué demanda el consumidor dentro de diez años.” 

Hay algo que tiene claro: sostiene que el futuro frutícola de la región será mejor si se reduce la carga impositiva y se reforman las leyes laborales. “Esta es una actividad intensiva en mano de obra y cada vez es más difícil tener un plantel acorde, la industria del juicio está a la orden del día”, señaló. 

En Celestino Hermanos ya se realizan los trabajos de poda, de cara a lo que será la temporada 2026. La que marcará el 50° aniversario y, por supuesto, la continuidad de una actividad que tanto ha dado


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