La rebeldía de criar varones que no encajan en el sistema

La rebeldía de criar varones que no encajan en el sistema

6 3
La rebeldía de criar varones que no encajan en el sistema

¿Cómo se cría a un varón que no repita el libreto de la fuerza, el dominio y la indiferencia emocional? ¿Se puede criar sin recetas, sin certezas, sin seguir el guión que ya está escrito? Las preguntas se acumulan cuando una madre –o un padre– se atreve a interrogar ese modelo de masculinidad que nos rodea como un paisaje natural.

Durante décadas, las formas de educar a niñas y niños han sido distintas, casi en paralelo. Afortunadamente, muchas familias, profesionales y espacios educativos han empezado a revisar esas diferencias. Lo explica la psicóloga María Julia López García, “tiene implicancias políticas, sociales y culturales”, dice. Porque si bien las respuestas son siempre singulares y dependen de la historia de cada familia, el problema está ahí, compartido, latiendo en muchas casas al mismo tiempo.

La dificultad, en parte, tiene que ver con los automatismos. Con esas frases heredadas, con lo que se dice sin pensarlo, con lo que se transmite sin querer. Criar varones sensibles, que se expresen con ternura, que no teman parecer vulnerables, implica tensionar discursos que fueron incorporados en carne y hueso. Y también incomoda. Incomoda a la familia ampliada, incomoda a la escuela, incomoda al sistema, y muchas veces incomoda hasta a la propia madre que se lo plantea. “Muchos hábitos pueden ser cuestionados desde los discursos, pero están hechos cuerpo. Entonces implica revisar cada mensaje que se va diciendo sutilmente en la casa, pero también lo que se escucha en la escuela, los juegos, los gestos”, advierte López García.

La masculinidad hegemónica –esa que se construyó sobre los pilares de la fuerza, la competencia y el poder– todavía opera como un guión que se resiste a ser reescrito. Cuando un niño no se adapta del todo a ese molde, el sistema se sacude. No siempre de forma explícita, pero sí firme. “A veces aparecen chistes, bromas, advertencias disfrazadas de consejos”, señala la psicóloga. Son mecanismos de corrección que buscan que el niño vuelva a ese centro normativo, aunque ya no se lo diga en voz alta.

Contradicción

Y ahí es donde aparece la contradicción, especialmente en varones adultos que hoy intentan criar distinto a como fueron criados. “Transmitirle a un hijo valores diferentes muchas veces les genera un reencuentro con sus propias crianzas, con sus propias heridas, y también miedos: ¿le estaré dando herramientas que el mundo no va a reconocer?”, plantea. Porque no es sencillo decirle a un niño que resuelva con diálogo y cuidado si todo lo que lo rodea le exige imponerse y sobresalir. Esa tensión, que no siempre se explicita, genera inseguridad y dudas incluso en madres y padres bienintencionados.

En ese contexto, hay dos emociones que atraviesan fuertemente la crianza, especialmente en la maternidad: la culpa y el miedo. “No he conocido mamás que en algún momento no hayan sentido algo de culpa, y ni hablar de miedos”, reconoce López García. En una sociedad que aún espera que las mujeres críen perfecto –incluso cuando intentan salirse del libreto patriarcal–, esas emociones se activan más intensamente cuanto más vulnerables se sienten las madres a las miradas del entorno. La suegra que opina, la escuela que señala, el vecino que se burla. El afuera pesa, y mucho.

Por eso, una de las claves para no perderse en ese mar de dudas es volver a los propios valores. “Pensar qué acciones honran esos valores en la crianza. En busca de la mayor honestidad con uno mismo”, propone la psicóloga. Y eso requiere pausa, reflexión, y una cuota de coraje. Porque incluso en contextos sociales donde ya se cuestionan ciertos privilegios de los varones o la desigualdad que enfrentan las mujeres, hay valores profundamente patriarcales que aún no se ponen en tela de juicio. Como la idea de que hay que formar hijos exitosos, líderes, que no se dejen pisar. Aunque ahora se lo diga con voz suave.

La pregunta sobre si esto implica “debilitar” al varón –una inquietud que aparece seguido en las conversaciones sobre crianza– también merece ser revisada. “Si estamos pensando en debilitar a un género para fortalecer a otro, seguimos en una lógica patriarcal que fomenta la competencia. Lo que se busca es un mundo con menos privilegios, más justo, más equitativo”, responde López García. La ternura, el respeto y la colaboración no son debilidades; son herramientas que deberían ser universales, no patrimonio exclusivo de las niñas o de quienes se salen del molde.

Claro que no todos los entornos facilitan este tipo de crianza. Hay contextos más conservadores, con libretos rígidos, donde cuestionar cuesta más. Pero también hay espacios educativos y familiares en los que ya se está propiciando un modo distinto de educar, más inclusivo y equitativo, donde se habilita a los varones a ser dulces, atentos, cuidadosos. A ser, simplemente, humanos.

En última instancia, la pregunta sobre cómo criar varones que no dominen no tiene una sola respuesta. Pero es una pregunta necesaria. Y urgente. Porque si seguimos entendiendo la crianza como una carrera para formar ganadores, si seguimos transmitiendo que en el mundo hay que imponerse o seremos devorados, entonces no solo perpetuamos la desigualdad: también condenamos a los varones a no poder ser otra cosa.

Tamaño texto
Comentarios 3
suscribite ahora
Informate de verdad Aprovechá esta oferta especial
$8.199 $3.999/mes
Suscribite ahoraPodés cancelar cuando quieras
Comentarios
Cargando...