Comentario sobre el libro No te distraigas, antología de microrrelatos presentada en Salta

Comentario sobre el libro No te distraigas, antología de microrrelatos presentada en Salta

En No te distraigas hay doce escrituras distintas, cada una con su respiración propia, como si cada autora hubiese escrito un libro en miniatura, paciente y solitario, al cabo de un año de leer y escribir en torno a este género.

Comentario sobre el libro No te distraigas, antología de microrrelatos presentada en Salta
12 Junio 2025

Por Daniel Medina (texto que leyó en la presentación)


No te distraigas.

No pierdas el hilo.

Esto es importante.

En teoría, soy la persona menos indicada para presentar una antología de microrrelatos. Yo escribo novelas. Novelas largas, incluso. Me gustan el caos y el barro que exigen. Me gusta perderme en esa zona de caprichos y desvíos. Los caminos secundarios. La digresión. La página doscientos setenta y tres que tal vez no lleva a ninguna parte.

Por eso desconfío de los microrrelatos. Les temo un poco. Si existiera un término para definir ese miedo —y si me atreviera a inventarlo— sería algo como Micrografobia. O Brevigrafobia. O tal vez Nanografobia. Suena patético, pero es cierto: temo lo breve porque sospecho que en lo breve acecha la perfección. Y nada es más aterrador que la perfección.

En psicología esto ya tiene nombre: Ateleofobia —del griego atelēs, imperfecto, y phobos, miedo—. Miedo a la imperfección. Aunque yo diría que es al revés: mi miedo es a no saber alcanzar la perfección cuando la exigencia es tan brutal como en un texto breve. Porque en un microrrelato todo importa: una coma puede arruinarlo; un adjetivo de más, condenarlo; un punto seguido donde debió ir punto y aparte puede torcerle el cuello sin remedio.

La pasé muy bien leyendo esta antología, incluso cuando he leído muchas de sus páginas con envidia. Envidia, sí, porque —y aquí confieso mi primera mentira de la noche— sí he escrito microrrelatos. Muchos. Solo que los oculto dentro de mis novelas. Los diluyo. Los disfrazo de escenas largas, de diálogos que no terminan, de capítulos enteros, para que no tengan que enfrentar la intemperie de ser juzgados por sí solos. Para que su imperfección quede oculta, protegida.

Por eso quiero felicitar a todas las autoras de esta antología. Porque escribieron lo que yo no me atrevo a escribir: textos cortos, autónomos, desnudos ante el juicio del lector. Sin escondites. Sin coartadas. Textos que además se defienden muy bien solos.

Cada tanto, el director de la editorial Nudista —que publica mis novelas— me llama desde Córdoba. Martín Maigua me pregunta qué pasa en la escena cultural de Salta. En la última charla le dije algo que ya le había mencionado: aquí hay un auge del microrrelato. "¿Por qué será?", me preguntó. Y yo improvisé una respuesta incompleta: dije que el microrrelato, como la poesía, se adapta bien a los tiempos de hoy. A las formas de leer, a las formas de escribir.

Pero tardé días en entender que me había quedado corto. Hay otros factores. Y uno de ellos tiene nombre y apellido: Raquel Guzmán. Porque si hay alguien que prueba que una sola persona puede torcer el rumbo de una escena cultural es ella. Raquel tiene talento, sí. Pero también tiene dos virtudes que rara vez coinciden en una misma persona: una generosidad enorme y una pasión incansable por armar espacios, convocar, tender puentes. Sembrar donde otros no siembran.

El otro factor está acá, en esta antología. Porque ningún auge existe si no hay talento que lo respalde. Y aquí hay talento. Mucho talento. Tanto, que hasta a mí —que desconfío de la brevedad— me dieron ganas de volver a intentarlo. Aunque sea en secreto.

No se distraigan.

Esto recién empieza.

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