Viajar sola, vivir libre: la infinita ruta de Patricia que empezó en El Bolsón y la llevó a cruzar el continente en bicicleta

En 2013 dejó Buenos Aires rumbo a El Bolsón. Desde entonces, la ruta fue su casa: trabajó en refugios, vendió artesanías, pedaleó por selvas y cordilleras. Hoy está en Nicaragua, viajando sola, feliz y segura. “No necesitás tenerlo todo para empezar”, dice.

Patricia Marinangeli se fue de Buenos Aires en 2013 con una certeza: su vida no estaba hecha para quedarse quieta. De El Bolsón a El Chaltén tejió un plan en la Patagonia sin saberlo. Luego un pasaje a Bahía, Brasil, la llevó a andar cuatro años en la selva del Amazonas como mochilera. En plena pandemia volvió a Argentina, pero en octubre de 2020 agarró la bici para cruzar Brasil pedaleando. Hoy está en Nicaragua. No es influencer, no es rica. Viaja sola, trabaja en el camino y duerme en cada pueblo donde se sienta bien recibida. En diciembre dejará la bici en México y volverá a visitar a sus padres en Buenos Aires. Después, quién sabe. La ruta sigue abierta.

De El Bolsón a Nicaragua: un largo viaje de más de 10 años


«Vivía en Buenos Aires, tenía 30 años y sentí que necesitaba otro aire, otro lugar. Una profesora de yoga me decía siempre: ‘El Bolsón va a ser tu lugar’. Y tenía razón”, cuenta Patricia (que se identifica en sus redes sociales como @nomada sin destino Patrícia). Fue en octubre de 2013 cuando dejó la ciudad para instalarse cerca de la montaña, sin un plan fijo. “Fui a El Bolsón con la idea de trabajar un tiempo, pero la vida nómade me atrapó. Trabajé en temporada, en chocolatería, en el centro de esquí, y empecé a vivir la aventura todos los días», recuerda.

Años atrás, en El Bolsón trabajó en la chocolatería Jauja y también en el centro de esquí Cerro Perito Moreno, Gentileza.

Antes de eso, su vida era muy distinta: «trabajaba en un hipermercado de lunes a viernes pero lo que más me gustaba era andar en bicicleta los domingos, recorrer los pueblos rurales, sentir el viento en la cara. Compré mi bici en 2009, y aunque ya tiene 15 años, sigue siendo ‘La Fuerte’, mi compañera inseparable.” En ese momento estaba casada pero luego se separó.

Se fue El Chaltén trabajó en un hostel que también era restaurante, justo al inicio del trekking hacia la laguna de los tres. “Me metí 100% en las actividades de montaña, senderismo, escalada. Me encantó, extraño todo eso. Ese lugar me abrió las puertas a otra forma de vivir, de estar en contacto con la naturaleza y conmigo misma.”

En la bici lleva dos alforjas, una mochila mediana y una pequeña, carpa, bolsa de dormir y una hamaca. Gentileza.

La Patagonia sigue siendo un punto sagrado para ella. “Cuando vuelvo a Argentina, tengo que ir sí o sí a la Patagonia, a Neuquén, Río Negro… Mi mamá y mi papá siempre se prenden para hacer esos viajes. Aunque tengo 42 años, sigo siendo la que organiza y contagia ganas.”

Luego de esa etapa, vino la gran aventura: la vida de mochilera por Brasil, Perú, Colombia… “Me compré un pasaje a Salvador de Bahía. «En la calle vendía empanadas, marcianos, bolsitas de helados que hacía con licuadora. No era un viaje turístico, era un viaje de trabajo, de búsqueda», aclara.

Durante su etapa de mochilera en Brasil. Hacía dedo «autostop» para movilizarse de un lugar a otro. Gentileza.

Los años siguientes recorrió playas, selvas, ciudades. “Brasil fue mi casa por cuatro años. Después Perú, donde pasé momentos duros, y Colombia. Volví a Argentina y me agarró la pandemia en casa de mis padres. Fueron tiempos para estar con ellos, para recuperar la cercanía.”

El tramo en bici: «me gusta viajar sola»


Pero la bicicleta seguía llamándola. “En octubre de 2020 empecé a pedalear sola, primero por Corrientes y Entre Ríos, luego crucé a Misiones y entré a Brasil por una frontera abierta. Me gusta viajar sola, soy un bicho solitario, no me gusta la presión de viajar con otros, ni hombres tampoco. Esto me lo enseñó el viaje: manejar mis movimientos, mis tiempos.”

Para en los pueblos donde se siente bien recibida. Si no, sigue pedaleando. Gentileza.

El vínculo con su bici es especial. “La Fuerte es simple pero dura, como yo. Viajar en bici es un diálogo constante, no podés dejar de mirarla. Llevo dos alforjas con lo justo y necesario: ropa, colchoneta, bolsa de dormir, carpa y hamaca, que es donde más cómoda duermo. También llevo una mochila con artesanías para vender.”

En Río de Janiero con «La Fuerte» y el Pan de Azúcar detrás. Gentileza

Su vida en ruta también tiene sus momentos difíciles. “En Costa Rica me agarró dengue, no podía ni moverme. Me cuidaron mucho, tomaba mucho coco para hidratarme. En Brasil tuve chikunguña, y aunque hoy tengo secuelas, mi salud es fuerte. Tengo cuatro operaciones de escoliosis de joven y aún así sigo acá.”

Hoy sigue pedaleando sola, con su mochila, sus artesanías y una fe inquebrantable en el camino. Gentileza.

Tocantins, un hogar lejos de casa


En Tocantins, Brasil, encontró un hogar lejos de casa. “Llegué a una casa en medio de la nada, como en una reserva natural. El matrimonio que vivía allí -a quien llama cariñosamente los viejitos- me recibió como una hija y me dio trabajo. Ella cocinaba para veinte personas y yo la ayudaba, además guiaba turistas por cascadas y cañones, hacía rapel y aventura todo el día. Fue un trabajo duro, pero me llenaba el alma. Trabajé tres temporadas con ellos, construimos un vínculo muy lindo y seguimos en contacto un tiempo más», agrega.

«Hay que tener la mente activa, ser constante, paciente y adaptarse», dice. Gentileza.

Patricia no vive del aire, se sostiene con el trabajo que encuentra en el camino: “Hago pulseras, tobilleras, collares con caracoles y piedras, aprendí en Brasil. Cada día es intenso, entre artesanías, bicicleta y trabajo virtual. Me levanto a las 5.30 y me acuesto temprano.”

Su consejo para quien sueñe con una vida nómade es claro: “No hay que esperar a tener grandes cosas para salir. Hay que tener la mente activa, ser constante, paciente y adaptarse. Los miedos hay que dejarlos de lado y tener fe. No estoy vagando, no estoy desequilibrada. El camino da, solo hay que querer.”

Patricia dejó Buenos Aires en busca de montaña y terminó recorriendo América Latina en bicicleta. En la foto atravezando un tramo del viaje en bote. Gentileza.

Hoy Patricia planea seguir su ruta hacia Honduras, El Salvador, Guatemala y quizás México. “Voy a visitar a mis padres en Argentina en diciembre, seguro a la Patagonia, a El Chaltén que tanto amo. Después, continuaré por América del Norte.”

Patricia tiene alma viajera y aventurera. Todo te lo da el camino, dice. Gentileza.

Lo más extraordinario de Patricia no es haber cruzado medio continente en bicicleta, ni haber dormido en la selva o trabajado en pueblitos donde nadie la esperaba. Lo extraordinario es haber elegido una vida sostenida por su intuición, su cuerpo y sus ganas. Hacerlo después de cuatro operaciones de columna, sin red económica, sin esperar el “momento ideal”. No hace falta tenerlo todo para empezar a vivir como querés. Solo hace falta coraje, constancia y confianza. Lo demás se construye en el camino.

En diciembre volverá a Argentina para visitar a sus padres. La bicicleta quedará en México para luego volver pedalear rumbo norte. Gentileza.

Más info del viaje de Patricia en bicicleta


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