La Batalla por el "Cerebro" del Mundo: Chips, supercomputadoras y el nuevo Orden Mundial de la IA

La Batalla por el "Cerebro" del Mundo: Chips, supercomputadoras y el nuevo Orden Mundial de la IA

Mientras EE.UU. y China se sacan los ojos por el silicio, el futuro del poder global se redefine. ¿Y nosotros? Esmas en el medio, tratando de entender qué corno pasa. Lo que mis viejos conocieron como la “Guerra Fría” hoy nos toca a nosotros “La Guerra silenciosa por el dominio de la AGI”.

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Fuente ImageFx USA vs China, batalla por AGI Fuente ImageFx USA vs China, batalla por AGI

Por Federico Lix Klett - Fundador de FALK AI, FALK Impellers y FALK Advertising Matters. Es pensador, hacedor, comunicador, formador e impulsor de innovación y transformación en las organizaciones.

Boinas, la semana pasó volando. El domingo pasado charlamos sobre cómo la Inteligencia Artificial ya nos está cambiando la vida y el laburo, mientras los capos de la tecnología corren como locos detrás del sueño (o la pesadilla) de la AGI (Inteligencia Artificial General), esa supuesta superinteligencia que lo va a hacer todo y mejor que nosotros. Pero, ¿te pusiste a pensar qué hay detrás de esa carrera? ¿Cuál es el combustible que alimenta a esos algoritmos monstruosos como Gemini 2.5 Pro o el último ChatGPT o3?

No es magia, amigo. Es silicio. Pedacitos de arena purificada y ultra-procesada, convertidos en los chips más avanzados del planeta: las GPU (Unidades de Procesamiento Gráfico) y, más específicamente, las TPU (Tensor Processing Units) y otras arquitecturas especializadas. Y por esos pedacitos de tecnología, se está librando una guerra. Una nueva Guerra Fría, silenciosa para muchos, pero que va a definir quién corta el bacalao en el siglo XXI.

NVIDIA: El nuevo dueño de la pelota (y del estadio entero)

Si la IA es el nuevo rock and roll, Jensen Huang, el CEO de NVIDIA, es Mick Jagger, Paul McCartney y Freddie Mercury juntos y con la suerte más grande del mundo. Su empresa, que empezó haciendo placas de video para que los gamers jugaran mejor, luego cayó la ola cripto (se forraron vendiendo placas para minado de bitcoins), y  hoy es el principal proveedor de los "fierros" que necesitan las IA para entrenarse y funcionar. En 2024, NVIDIA facturó la friolera de 60.9 mil millones de dólares, una cifra que marea (y creo que me quedé corto). Y sus acciones valen más que el PBI de varios países.

¿Por qué? Porque sus chips (como los H100 o los futuros B100/B200) son, hoy por hoy, los más potentes y eficientes para las tareas de aprendizaje profundo que demandan los grandes modelos de lenguaje. OpenAI, Meta, Microsoft, todos hacen cola para comprarle y dependen muy fuerte de una única empresa. El caso de Google, que le da una pequeña gigante ventaja, es que ellos tienen de proveedor a NVIDIA pero también fabrican sus propios TPUs.

EE.UU. vs. China: La batalla por el silicio estratégico

Y acá es donde la cosa se pone tensa, nivel película de George Lucas. Estados Unidos, viendo que China le pisaba los talones en el desarrollo de IA, le metió un freno de mano: prohibió la venta de los chips más avanzados de NVIDIA (y de otras empresas como AMD) al gigante asiático. La excusa oficial: seguridad nacional, evitar que China use esa tecnología para fines militares. La realidad: frenarle la carrera a un competidor que venía embalado.

¿La respuesta china? Como era de esperarse, no se quedaron de brazos cruzados. Empresas como Huawei, con su línea de chips Ascend, están metiendo miles de millones para desarrollar su propia tecnología y lograr la independencia. Es una pulseada de gigantes, donde cada nuevo chip, cada avance en la arquitectura, es una batalla ganada o perdida. Además, los chinos que de tontos no tienen un pelo, compran placas de NVIDA vía paises “amigos” cual películo de contraespionaje y contrabando.

La Fiebre del Oro Digital: Supercomputadoras y consumo brutal

Mientras tanto, los jugadores grandes no se andan con chiquitas. SoftBank, Oracle y MGX se aliaron con OpenAI y está construyendo supercomputadoras la famosa "Stargate" que se estima costarán más de 100 mil millones de dólares (Se habla de un x 5 de esa inversión). Consumirán gigawatts de electricidad, lo que equivale a la energía de varias ciudades. Meta, la empresa de Zuckerberg, invertirán en 2024 unos 37 mil millones de dólares en infraestructura de IA, incluyendo la compra de cientos de miles de NVIDIA H100 para entrenar su próximo modelo, Llama 4 (el que tenés en tu WhatsApp, usalo no seas gil). Google no se queda atrás con sus recientemente anunciada y ultra poderosas TPU v5p, diseñadas a medida para sus modelos Gemini.

La inversión global en infraestructura para IA, según Goldman Sachs, podría rondar los 250 mil millones de dólares anuales para 2025. Es una carrera armamentista, pero en lugar de ojivas nucleares, se acumulan teraflops de poder de cómputo. Y el que llegue primero a la AGI, o al menos el que controle la infraestructura para desarrollarla, no solo va a ganar una competencia tecnológica. Va a tener en sus manos la llave para redefinir el equilibrio de poder mundial, la economía, la cultura... todo.

¿Dónde quedamos parados nosotros?

Ahora, bajemos un cambio y pensemos: ¿cómo nos pega toda esta guerra de titanes a nosotros en Argentina, en el “fin” del mundo? Parece una pelea de elefantes lejanos, ¿no? Pero ojo, que cuando los elefantes pelean, el pasto (o sea, nosotros) siempre sufre.
Primero, el acceso a esta tecnología de punta se vuelve más caro y más difícil. Si los chips son el nuevo petróleo, los países que no los producen quedan en desventaja, dependientes de los que sí. Segundo, la IA desarrollada con los datos y los sesgos del Norte Global puede no funcionar igual de bien para nuestras realidades, nuestros idiomas, nuestras culturas. ¿Un ChatGPT o3 o un Claude 4 entrenado mayormente con textos en inglés entenderá realmente los matices del lunfardo o las sutilezas de un poema de Atahualpa Yupanqui?

Y tercero, y quizás lo más jodido: si la AGI realmente redefine el trabajo como lo conocemos (y hacia allá vamos, como charlamos el domingo pasado), los países que no estén preparados para esa transición, que no hayan invertido en reconvertir a su gente, en fomentar la creatividad y el pensamiento crítico, van a sufrir las peores consecuencias. El estudio de Oxford Economics que mencionamos, que predecía la automatización de casi la mitad de los empleos en 15-20 años, se basaba en la IA previa a esta explosión generativa.

Argentina, al menos a través de sus líderes como Demian Reidel tienen bastante claro el rumbo y el potencial de Argentina. Somos un país con muchos científicos capaces y capacitados, somos pioneros en energía nuclear, en aviación. Además tenemos tierra, zonas de frío (ideal para hacer más eficiente los centros de datos), no tenemos problemas de falta de agua y además, hay una línea política que le propone a los gigantes: “Vengan acá que les damos todo y no les metemos regulaciones absurdas como en europa”. Te puede gustar o no, pero la realidad es que Argentina es tentadora para el desarrollo de centros de datos e innovación. Nos falta generar confianza jurídica y estabilidad política.

Saliendo de la macropolítica y volviendo a la filosofía, la crisis del sentido, esa angustia por el "¿para qué estudio?" o "¿cuál será mi lugar en el mundo?", se agudiza en contextos de mayor vulnerabilidad.

Ya entendimos que la IA de hoy nos está cambiando el laburo, y que hay una guerra global por construir la IA del mañana. Pero el cuento no termina acá. Porque el próximo paso en esta carrera no es solo hacer máquinas más inteligentes que nosotros. Es, para algunos, fusionarnos con ellas.

¿Te suena a ciencia ficción? El domingo que viene nos metemos de lleno en el transhumanismo, en los chips cerebrales, y en si esta "mejora" humana es el pasaporte a la utopía o el primer paso hacia un futuro donde ya no sepamos dónde termina el hombre y dónde empieza la máquina. ¡No te lo pierdas, que se pone bueno (y un poco escalofriante)! Ja.

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