La Legislatura rionegrina y su letargo

Javier Alberto Genoud, DNI 17.506.130

GENERAL ROCA

En la Legislatura de Río Negro no todo está perdido. A veces se encienden las luces. A veces hay sesión. Y en las raras ocasiones en que ambas cosas coinciden, uno puede presenciar algo que se parece, a lo lejos, a una institución democrática. Los legisladores rionegrinos (nobles titanes de la oratoria hueca y el aplauso fácil) han logrado algo que pocos no lograron: sobrevivir políticamente sin que nadie recuerde un solo proyecto relevante presentado.

Sus integrantes, un elenco cuidadosamente seleccionado por su talento para el bostezo legislativo, conforman una suerte de reality show sin cámaras: unos por herencia partidaria, otros por méritos tan misteriosos como sus declaraciones juradas, y algunos simplemente porque “les tocaba”. La agenda parlamentaria es un festival de creatividad contenida. Sesiones esporádicas, proyectos reciclados de gestiones anteriores y un dominio admirable del arte de hablar sin decir nada.

Se discuten temas clave para la provincia, como la creación de nuevos “días conmemorativos” o la regulación de actividades que ya están reguladas hace 20 años. El recinto funciona como un teatro con entrada exclusiva para sus actores, donde el guión no cambia hace años: sesiones breves, intervenciones tibias y el clásico debate sobre si es más urgente declarar el día provincial del mate, o un cementerio privilegiado sólo para ellos en la zona del mar.

Mientras tanto, afuera, Río Negro se parte entre crisis sanitarias, rutas en mal estado y escuelas que funcionan más por inercia que por presupuesto. Pero tranquilos: dentro de la Legislatura, el aire acondicionado funciona y el catering está garantizado. La provincia puede esperar, pero el café no. ¿Y el control del Ejecutivo? Brilla… pero por su ausencia. Los legisladores oficialistas practican el arte zen de no incomodar, mientras que la oposición cumple el rol esencial de criticar sin convicción y denunciar sin consecuencias.

Es un ecosistema perfectamente equilibrado, donde nada cambia y todos se quejan en privado. En resumen, la Legislatura de Río Negro es una postal perfecta de la política de bajo esfuerzo: mucha ceremonia, poca sustancia y una profunda vocación por pasar desapercibidos, incluso cuando están presentes. Eso sí: cuando se trata de posar para las fotos, ¡todos al frente y con sonrisa de campaña! Viáticos y dietas al día.


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