Un hombre de 82 años identificado como Bartolomé Sánchez, se había ausentado de su vivienda para realizarse un tratamiento oncológico y al volver su familiar no lo dejó entrar a su casa.
Frío, silencio y crueldad: Un abuelo fue echado por su nieto y durmió en la vereda Frío, silencio y crueldad: Un abuelo fue echado por su nieto y durmió en la vereda
La imagen duele: un colchón junto al alambrado, una valija con ropa, y un hombre de 82 años temblando en la vereda, bajo el cielo helado de Trelew. No es un desconocido. Se llama Bartolo Sánchez y vivió toda su vida en esa casa del barrio Perón. Pero al volver de un tratamiento médico en Dolavon, se encontró con la puerta cerrada... y con el corazón de su propio nieto aún más frío que la madrugada patagónica.
"No tengo idea cuál es el capricho que tiene conmigo", dice Bartolo con una mezcla de tristeza y desconcierto. Estuvo unos días fuera, atendido por una médica que lo cuidó hasta donde pudo. Cuando regresó, encontró su ropa afuera, un colchón en la vereda y la indiferencia muda del joven que ya no lo reconocía como familia.
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Ni una palabra. Ni una explicación. Sólo la exclusión más cruel: el silencio.
Bartolo durmió a la intemperie, con temperaturas bajo cero, sin más refugio que su dignidad herida y la resignación de no entender cómo alguien puede desconocer así a quien alguna vez lo crió, lo abrigó o simplemente lo amó.
Fue Nibia Concha, su sobrina y vecina, quien al día siguiente lo vio en esa situación y no dudó un segundo: lo hizo pasar, le sirvió un plato caliente y le devolvió un poco del calor que la familia le había negado. "¿Cómo lo voy a dejar en la calle? Es mi tío", dijo, indignada.
La historia corrió rápido entre los vecinos, que no salían de su asombro. "Todos saben que él vivió siempre acá. Se fue por salud, no de paseo. Y ahora no lo deja entrar. Si así trata a su abuelo, ¿qué haría con un extraño?", se preguntan.
Mientras el dolor se convierte en trámite, Bartolo recibió asesoramiento legal: deberá presentar el caso en el Juzgado de Familia, acompañado de un acta policial. La esperanza ahora está puesta en que el joven recapacite, aunque la herida —como el frío de esas noches— parece difícil de sanar.
En tiempos donde la empatía escasea, Trelew fue escenario de una postal que duele y que interpela: ¿cómo llegamos a esto? ¿Cómo puede alguien olvidar así de dónde viene?
Porque a veces, el peor abandono no es el de un desconocido... sino el de quien debería habernos cuidado, detalla el portal de La Capital.
