OPINIóN
Indefensos

La política en la era del deepfake

“No es solo la IA lo que se perfeccionó: es la capacidad de los que manejan la narrativa digital de torcer la realidad”, sostiene el autor, pero advierte que lo que antes era “un Frankestein digital ahora es un actor impecable que no titubea”. Y esto da más miedo.

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Frankenstein. | Pixabay

Seis años. Seis años pasaron desde que escribí sobre esto por primera vez, y el panorama no solo no mejoró: empeoró. En 2019, cuando los deepfakes comenzaban a aparecer tímidamente en los titulares, escribí un artículo alertando sobre el impacto potencial de esta tecnología. En ese momento, la narrativa dominante era el porno de celebridades falsificadas. Pero yo ya veía lo que venía: la mutación de un chiste de mal gusto en un arma política de manipulación masiva.

Advertí que la tecnología que antes requería miles de dólares y un equipo de expertos, ahora estaba al alcance de cualquiera con una computadora y tiempo libre. Decía que lo que se usaba para hacer reír iba a empezar a usarse para destruir reputaciones, alterar discursos, desestabilizar instituciones.

Y acá estamos, seis años después, con un video falso de Macri y Lospennato retirándose en favor de Adorni en pleno proceso electoral. Todo mentira. Todo creado en un par de horas. Todo viralizado antes de que los responsables políticos pudieran pestañear.

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En ese artículo de 2019 que pueden googlear decía que detectar un deepfake era fácil: fijarse en los parpadeos, en las sombras, en la sincronización de los labios. Hoy, en 2025, esa lista parece escrita en la época del fax. La IA aprendió, mejoró, perfeccionó. Lo que antes era un Frankenstein digital ahora es un actor impecable que no titubea, no suda, no duda. Y mientras tanto, seguimos creyendo que lo que vemos es lo que pasa.

La política, en lugar de prepararse para esta nueva era, sigue actuando como si estuviéramos en la década del 90. Hablan de regulaciones, de prohibiciones, de conferencias de prensa que nadie ve. Creen que la narrativa todavía se controla desde un atril. Pero la narrativa hoy está en los timelines, en los grupos de WhatsApp, en los memes que se replican como un virus. Y los políticos siguen jugando a llenar plazas, a colgar pasacalles, a pedir minutos en la tele. Mientras ellos están ahí, el verdadero partido se está jugando en otro lado, y lo están perdiendo.

El control ya no está en manos de los que hablan. Está en manos de los que saben cómo hacer que hablen otros"

En los últimos meses estuve en universidades, dando charlas sobre IA. Veía a chicos de 18 años creando personajes ficticios, clonando voces, replicando rostros con precisión quirúrgica. Para ellos, la manipulación de la realidad es un juego. Para los políticos, es un campo minado que no saben cómo atravesar. Y ese desconocimiento es el arma más potente del otro lado.

Porque no es solo la IA lo que se perfeccionó: es la capacidad de los que manejan la narrativa digital de torcer la realidad y convertirla en una versión alternativa, pulida, empaquetada y viralizable.

¿Entonces qué hacemos? ¿Censuramos? ¿Prohibimos? ¿Regulamos? Es tarde para eso. Ya no se trata de prevenir, se trata de entender que la narrativa está en manos de quienes saben manejar las herramientas digitales. Y esos no son los políticos. No son los periodistas. No son los legisladores. Son los que están escribiendo el guión del 2025 desde sus habitaciones, con una laptop y tiempo libre.

¿Entonces qué hacemos? ¿Censuramos? ¿Prohibimos? ¿Regulamos? Es tarde para eso"

La IA no es el problema. Es un espejo. Y lo que estamos viendo reflejado no es un monstruo tecnológico. Es nuestra propia incapacidad de entender que el juego cambió. Y mientras sigamos viendo fantasmas donde hay solo códigos, vamos a seguir perdiendo. No solo elecciones. Vamos a perder la narrativa. Y en un mundo donde la verdad es apenas un archivo editable, perder la narrativa es perderlo todo.

Seis años después, vuelvo a decirlo: el control ya no está en manos de los que hablan. Está en manos de los que saben cómo hacer que hablen otros. Y mientras seguimos discurseando sobre cómo proteger la democracia, la democracia se nos está yendo de las manos. No la va a destruir un video falso. La va a destruir nuestra incapacidad de entender que el juego cambió. Y que los que no sepan jugarlo, van a quedar fuera de la cancha.

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