Mientras los reflectores se posaban sobre los nombres que conquistaban o renovaban bancas, las urnas del pasado domingo 11 de mayo arrojaron otro resultado, menos comentado pero quizás más elocuente: la creciente desafección política de amplias regiones del interior salteño.
En particular, los departamentos Anta, Rivadavia, Orán y San Martín evidenciaron preocupantes niveles de abstención electoral, con municipios donde apenas uno de cada tres ciudadanos acudió a votar. Una postal inquietante que, si se mira en perspectiva histórica, muestra una tendencia sostenida de repliegue del electorado más postergado.
Más allá del reparto de bancas, se evidencia una fractura silenciosa en Salta. Mientras que algunos territorios parecen sostener y revitalizar sus tradiciones democráticas, otros muestran señales de abandono institucional y cansancio ciudadano. Las cifras de participación no son neutras: hablan de inclusión o exclusión, de diálogo o de ruptura. La desvinculación electoral persiste en medio de la celebración del oficialismo por haber retenido la mayoría de bancas en la Legislatura bicameral y de La Libertad Avanza por ganar en la ciudad de Salta y consolidarse como oposición en crecimiento.
Silencio en Pizarro, resignación en Aguas Blancas
En el municipio de General Pizarro, departamento Anta, votó apenas el 44,24% del padrón. En números concretos: sobre 3.341 electores habilitados, solo 1.478 se acercaron a votar. Es una caída de 24 puntos respecto a las elecciones provinciales de 2023, cuando la participación rondó el 69%, y más aún si se compara con 2021, cuando superó el 75%. El dato se agrava al observar que en este municipio, tres fuerzas empataron técnicamente sin superar los 360 votos. Un microclima donde el ausentismo parece marcar más que las propuestas.
El departamento Anta en general también tuvo un desempeño bajo: 51,71% de participación, siete puntos por debajo de los valores provinciales habituales. En elecciones anteriores Anta superaba el 64% de asistencia. La desmovilización electoral parece ya estructural en zonas donde la presencia del Estado es difusa y las opciones políticas no logran interpelar a una ciudadanía fragmentada y golpeada por el empobrecimiento.
El epicentro de la apatía parece haber sido el municipio de Aguas Blancas, en el departamento Orán: solo el 24,64% del padrón concurrió. Apenas 1.403 votantes de un total de 5.693 habilitados. En las elecciones provinciales de 2019, la participación había sido del 41%, y en 2015 alcanzaba el 55%. La tendencia es clara: una declinación progresiva que en esta ocasión tocó fondo. Entre las listas más votadas, ninguna superó los 310 votos.
Este municipio continúa intervenido, después de que la Legislatura salteña aprobara a mediados de marzo de este año la prórroga de la intervención hasta el 10 de diciembre de 2027. La medida fue impulsada por el Ejecutivo provincial.
El departamento Orán, en su conjunto, tuvo solo un 46,54% de participación. Es el nivel más bajo de su historia democrática reciente: en 2023 había obtenido más de un 62%; en 2019, un 63% y en 2015 llegaba al 67%. La contracara: un crecimiento del voto en blanco (5,46%) y de un ausentismo que no distingue signo político pero sí geografía.
El grito que no llega a las urnas
Otro caso alarmante es el de la localidad de Rivadavia Banda Sur, donde solo votó el 35,45% del padrón. En un territorio con 8.200 electores habilitados, se procesaron apenas 2.907 votos. Una cifra escasa que deslegitima cualquier resultado electoral, al menos en términos de representatividad. En 2019, la participación en Rivadavia Banda Sur era casi del 60%; en 2015 superaba el 68%. Hoy, por omisión, las urnas están mostrando que el reclamo social no considera que vaya a encontrar respuestas en las propuestas electorales.
En el departamento Rivadavia en su totalidad, la participación alcanzó apenas el 49,42%, muy por debajo del promedio provincial (que este año fue del 57,6%). Lo que sorprende es que en 2019 este departamento rozó el 67%. Las cifras hablan por sí solas, pero también reclaman interpretación política, si bien estos comicios tuvieron la particularidad en este departamento de parajes aislados por las inundaciones en la llanura del Chaco salteño.
San Martín, entre el desencanto y la sospecha
Aunque el departamento San Martín tuvo una participación del 51,97%, sus principales municipios reflejan cifras más preocupantes.
En General Ballivián solo el 31,4% acudió a votar; en Salvador Mazza, el 50,96%, y en la ciudad de Tartagal, el 50,44%. El promedio departamental cayó más de 10 puntos respecto a las provinciales de 2023 (62%) y 14 respecto a 2015, cuando había alcanzado el 66%.
Las múltiples denuncias por irregularidades en elecciones anteriores y la falta de renovación dirigencial podrían estar haciendo mella en la confianza ciudadana.
Los Valles, otro cantar
Frente al desencanto de la frontera norte y del Chaco salteño, los Valles Calchaquíes y el Valle de Lerma mostraron otro tipo de relación con el proceso electoral. En Chicoana votó el 70,38% del padrón; en Guachipas, el 70,66%; en Cafayate, el 69,18%; en Molinos, el 69,99%; en San Carlos, el 64,54%; y en Cachi, el 67,62%. En el municipio de Seclantás, del departamento San Carlos, la participación alcanzó un llamativo 72,05%. Incluso en La Poma, uno de los departamentos menos poblados, votó el 81,08% del electorado.
Esta altísima participación contrasta con la media provincial y se sostiene históricamente. En estas regiones, los niveles de involucramiento cívico tienden a ser estables o incluso crecer: ya en 2015, La Poma marcaba más del 85% de asistencia. Probablemente, la diferencia con respecto al norte se deba a una combinación de factores: redes comunitarias más cohesionadas, mayor cercanía con las candidaturas locales, y una percepción del voto como herramienta real de incidencia.