Crónicas del viejo Tucumán: El estatuto de 1815 y la sede del Congreso

Crónicas del viejo Tucumán: El estatuto de 1815 y la sede del Congreso

Tiempos agitados vivió la revolución patria luego de las renuncias de Posadas y de Alvear. La férrea posición de Bernabé Aráoz y la designación de Tucumán para consolidar el proceso independista.

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SUBLEVADO. El brigadier general Álvarez Thomas se levantó contra Alvear. SUBLEVADO. El brigadier general Álvarez Thomas se levantó contra Alvear.
20 Abril 2025

Por José María Posse - Abogado, escritor e historiador. artículo elaborado en colaboración con Juan Pablo Bulacio, del equipo de investigación de la Casa Histórica, Museo Nacional de la Independencia.

A principios de 1815, nubes negras parecían posarse sobre el escenario de la revolución en las antiguas provincias del Río de La Plata. El director Gervasio Posadas renunció jaqueado políticamente y asumió el general Carlos María de Alvear, muy resistido por los oficiales del Ejército del Norte, quienes determinaron no acatar su autoridad. Lo mismo ocurrió con el ejército que el Directorio había enviado al litoral para someter a sus caudillos. Sus líderes se sublevaron en Fontezuelas el 3 de abril, lo que precipitó una revolución en Buenos Aires el 15 de ese mes.

Fue un año de crisis total para la revolución. La incertidumbre se abría en todos los frentes. En Europa, tras la derrota militar de Napoleón Bonaparte, el rey Fernando VII recuperó el trono español. La corona no estaba dispuesta a negociar márgenes de autonomía con los grupos insurgentes. El objetivo de España era enviar expediciones militares hacia América y sofocar los movimientos independentistas que sacudían el mapa desde México hasta Buenos Aires. El regreso del absolutismo monárquico significó una pésima noticia para el Río de la Plata.

Artigas

En el plano local, las disputas entre los territorios provinciales y el centralismo de Buenos Aires habían puesto en duda el sostenimiento de la revolución.

Durante esos años, sucesivas fórmulas de gobierno trataron de establecer consensos, pero hacia 1815 los vínculos parecían quebrados. El movimiento liderado por el caudillo oriental José Gervasio Artigas había extendido su influencia por todo el litoral, ejerciendo una férrea oposición a las directivas de la ciudad puerto.

Alvear, a cargo del ejecutivo como director supremo, envió una expedición militar hacia Santa Fe, con el fin de controlar la inestabilidad política y la expansión del artiguismo. Sin embargo, el proyecto alvearista de otorgar el control de las Provincias Unidas a los británicos generaba un fuerte rechazo. El brigadier general Ignacio Álvarez Thomas supo capitalizar esa resistencia, y el 15 de abril de 1815 sublevó a las tropas bajo su mando en la localidad de Fontezuelas. Alvear tuvo que renunciar al directorio y la situación de acefalía fue resuelta por el Cabildo de Buenos Aires, que decidió crear una Junta de Observación.

Este organismo redactó el Estatuto Provisional, un reglamento que establecía la convocatoria a un nuevo congreso constituyente en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Era la última oportunidad que le quedaba a la revolución para lograr la ansiada independencia.

Consecuencias

Como vimos, jaqueado por las circunstancias, Alvear renunció y se nombró finalmente al general José Rondeau en su lugar; aunque este se encontraba lejos, con el ejército en el Norte donde las cosas tampoco estaban bien ya que las fuerzas revolucionarias habían sido abatidas en El Tejar (Paéz de la Torre, Carlos, Historia Ilustrada, cit. ps 140/141).

El gobernador Bernabé Aráoz, desde Tucumán, estaba atento a lo que ocurría y a los movimientos de quienes aún sostenían al depuesto Alvear, quien en la provincia tenía influyentes adeptos. Por ello miraba con desconfianza la actitud del Cabildo de Tucumán que de improviso lanzó un llamamiento a los ciudadanos a efectos de que “ratificaran el nombramiento del Director Rondeau” y para que el pueblo, dividido en ocho cuarteles eligiera cada uno un diputado para “examinar” el “Estatuto Provicional” que el Directorio había jurado el 16 de mayo de ese año y enviado a las provincias. La idea de los cabildantes era que estos diputados examinaran la legalidad del propio gobierno de Aráoz, lo que despertó una señal de alerta en el caudillo (Ibidem . p. 142).

BERNABÉ ARÁOZ. Su actitud hizo ver que era el hombre adecuado para tener firme el timón.

Reacción

Lo que los alvearistas tucumanos, quienes habían designado ya electores favorables a su causa, no previeron fue que, siete días más tarde, se encontrarían con la novedad de que varios centenares de gauchos rodeaban la ciudad.

Convocados por Bernabé Aráoz, desde toda la provincia, se habían reunido en La Ciudadela. Su hermano Pedro Juan traía los monterizos de las estancias familiares. Desde las goteras de la ciudad, vecinos de San Miguel y quintas cercanas, se fueron agolpando en un número cercano a las 4.000 personas (Lizondo Borda Manuel, Actas… cit. p. 270/273).

Los organizadores de la reunión labraron un acta en donde manifestaron que, con el objeto de prevenir la acción de un “corto número de facciosos” que buscaban alterar el Estatuto y a efectos de evitar futuros males al país, proponían seis puntos de acuerdo:

1- Declarar nulo el nombramiento de los electores hecha por el Cabildo

2- Ratificar la elección de Rondeau y de su suplente Álvarez Thomas adhiriendo a todo lo recientemente hecho en Buenos Aires

3- Unión eterna con aquella metrópoli y dependencia provisoria hasta que se reúna el Congreso Constituyente.

4- Ratificar espontáneamente el nombramiento del gobernador intendente que tenía Bernabé Aráoz

5- Ratificar la representación del Cabildo, dando por tierra la versión de su caducidad

6- Proceder al nombramiento de tres diputados que representaran a Tucumán en el próximo Congreso, en las personas del cura Pedro Miguel Aráoz, José Agustín Molina y Juan Bautista Paz (estos dos últimos finalmente no se incorporarían). Ese mismo día en Cabildo Abierto se aprobó todo lo actuado en La Ciudadela, aunque no por unanimidad, acordándose comunicarlo a Buenos Aires.

EN PLENA LUCHA. Un dibujo inédito de Alejandro Migueles sobre los combates entre tropas artiguistas y del directorio.

Cabildo fiel

El 6 de julio se juró fidelidad al “Estatuto” en Tucumán, comenzando por las autoridades del Cabildo y los militares; se consideró que el pueblo ya lo había hecho días antes en la reunión multitudinaria de La Ciudadela (Lizondo Borda Mnuel, Actas…cit. ps. 302/305). Hacia fines de ese año se acordó que el pueblo, dividido en cuatro cuarteles eligiera por votación un elector que, en coordinación con el gobernador y el Cabildo, confeccionaran las instrucciones para los Diputados al Congreso. Fueron designados a tal efecto los doctores José Serapión de Arteaga y Lucas Córdoba junto al Presbítero Gregorio Villafañe (Ibidem 306).

Fue en esos momentos cuando Bernabé dio a conocer su verdadero temple y sagacidad. A sabiendas del movimiento que pretendía sabotear su autoridad, en una audaz e inesperada jugada de mano, había logrado convocar a sus fieles gauchos de toda la provincia, los que al igual que en los días de septiembre de 1812, acudieron presurosos a su llamado. Apoyado por la fuerza popular, se plantó con el objetivo claro de llevar adelante un Congreso, que él mismo organizaría en la provincia a su mando; era quizás la última oportunidad para la Revolución.

Proclama patriótica

El 9 de octubre de 1815, Bernabé Aráoz lanza una vibrante proclama a los Tucumanos: “no hay fortaleza si se recela; ni constancia si se vacila; ni unión si se fracciona; ni energía si se trepida… arrojemos al eterno caos del olvido y del desprecio las facciones y partidos, rivalidades y sentimientos. Sofoquemos desde este momento las criminales personalidades que nos dividen y debilitan. Reconcentremos nuestros esfuerzos y subordinados a las autoridades que nos rigen, nuestra felicidad sea el único móvil de nuestras operaciones” (Ernesto H Celesia. Constitución de la República del Tucumán, año 1820. Bs As. 1930, p.18).

El gobernador Aráoz demostró en esos momentos que era el hombre adecuado para mantener firme el timón; sin duda alguna ya se había fijado el rumbo para la declaración final de nuestra independencia.

Si alguna duda cabía acerca de quién era el hombre fuerte en Tucumán, había quedado despejada. Así como en Salta, Martín Miguel de Güemes mandaba por medio de sus fuerzas gauchas, en Tucumán, Aráoz era el conductor. El monterizo sabía que la finalidad más significativa de su mandato era la de convocar un Congreso y defender la decisión que sus reuniones se efectuaran en la ciudad de Tucumán; de allí su encendida proclama de octubre. La tan ansiada independencia por la que bregaban patriotas apasionados como Manuel Belgrano y José de San Martín estaba próxima, pero los enemigos del nuevo orden estaban por todos lados y el germen de la desunión y el descontento se encontraba latente.

CARLOS DE ALVEAR. A principios de 1815 fue muy resistido por el Ejército del Norte.

Ideal federalista

El Congreso de Tucumán, como vimos, fue convocado luego de haber sido derrocado como Director Alvear, quien había pretendido instaurar un gobierno centralista y no menos personalista, cuestión a la que Tucumán en cabeza de Bernabé Aráoz se opuso férreamente ya que la idea federativa se había hecho carne en él y en el grupo que lo sostenía.

La decidida y decisiva actitud de la sociedad tucumana en el triunfo del 24 de septiembre de 1812 también contribuyó a que la humilde ciudad-aldea de San Miguel, de unos 7.000 habitantes y distante 1.300 kilómetros del puerto metropolitano, se convirtiera en un punto estratégico en el plano de las acciones bélicas y político revolucionarias en el territorio norte de las Provincias Unidas. Luego de aquella batalla, y la particularidad del protagonismo popular, el objetivo decididamente independentista de la población y de todos los factores que la conformaban, tanto los terratenientes, y una parte sustancial de los comerciantes y del clero, es que Tucumán surgió como un bastión leal y sumamente confiable.

El Norte

Debe considerarse también que luego de los contrastes de Vilcapugio y Ayohuma (año 1814), quedó en evidencia que el teatro de operaciones en aquellos territorios era una tarea demasiado trabajosa y en lo inmediato, imposible. Ello sin duda llevó a San Martín a desechar definitivamente la vía Alto Perú para llegar a Lima.

Pero era fundamental establecer un tope del descenso realista, y para ello se levantó, como ya vimos, el Cuartel de La Ciudadela en Tucumán. Fue el lugar en donde pasó a tener asiento permanente una fuerza de más de 3.000 efectivos, el denominado Ejército del Norte, anteriormente llamado Ejército Auxiliar del Alto Perú, en abril de 1814. Es importante la referencia, porque a partir de esta fecha, toda la región “del Tucumán” pasa a ser “El Norte” de las Provincias Unidas. Antes, “El Norte” era el Alto Perú. Al establecerse ese límite en Tucumán, se estaba definiendo el territorio que ocupaba el interés de la geopolítica de la ciudad de Buenos Aires, centro y usina de la revolución. Consigna el Dr. Luis Yanicelli: Así llegamos a 1816, con un San Miguel de Tucumán consolidado como tierra libre de operaciones realistas, totalmente controlado por el gobierno patriota, y además con una conducción política local de fuerte liderazgo en la región encarnada en el Gob. Bernabé Araoz (Escritos varios del Dr. Luis Horacio Yanicelli- Presidente del Instituto Belgraniano de Tucumán, inéditos)

A San Martín lo urgía la decisión de declararnos independientes del reino de España. Él quería cruzar los Andes al frente del ejército de una nueva Nación, libre y soberana, no como el líder de una facción secesionista.

Como vimos en mayo de 1815, la Junta de Observación dictó el Estatuto Provisional, instrumento para la administración y organización provisoria del estado; que establecía en uno de sus artículos que estaría vigente hasta que los “diputados que hayan de formar la Constitución, los cuales deberán reunirse en Tucumán (Páez de la Torre. Historia Ilustrada, cit. p.140)”.

Ser designados como anfitriones del Congreso fu sin lugar a duda una distinción notable para la ciudad y su provincia. Pero también fue una necesidad para Buenos Aires, porque de esa manera daba muestras de no concentrar todo en su vecindario, cuestión de la que no sin razón, era cuestionado. Mediante esta decisión pretendía mostrarse abierta y considerada con sus demás hermanas. Como se sabe, no todas las provincias enviaron diputados, ya que estuvieron sin representación las del Litoral, (Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Banda Oriental), acaudilladas por Artigas.

Claramente, la decisión de convocar al Congreso para que se reúna en Tucumán, estuvo cargada de razones políticas. Las cartas estaban sobre la mesa; todas las miradas se centraron en nuestra provincia, se jugaba nuestro destino como País.

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