Entre los múltiples investigadores de la temática folclórica aflora con creces la estampa de don Juan Draghi Lucero, admirable investigador y escritor del acervo cultural cuyano, considerado como uno de los principales estudiosos de nuestras peculiaridades regionales.

Don Juan nació en la provincia de Santa Fe en diciembre de 1895, pero al poco tiempo su familia se trasladó a Mendoza en busca de mejores horizontes. Esta provincia marcó su destino poético y soñador ya que fue el sitio donde transcurrieron el resto de sus largos y prolíficos días. Dicen sus biógrafos que la niñez la transitó en una extremada pobreza, enamorándose desde esta temprana edad de las costumbres, el paisaje y la cultura rural mendocina de principios del Siglo XX. La extensa obra que produjo se inició aproximadamente en 1930, escribiendo un libro de poemas de índole nativista. Su propensión por esta temática lo llevó firmemente a incorporarse como autodidáctica a la corriente literaria regional, que brotó a nivel nacional en aquellos primeros años de siglo. Además de incursionar en la literatura, don Juan fue un espíritu movedizo y escudriñador, por lo que también recorrió las sendas del periodismo, la historia, la docencia y mayormente la investigación del folclore cuyano. En relación a este último tópico, tuvo la magnífica idea de recopilar cuentos y relatos referidos a variados personajes como arrieros, campesinos y gente sencilla en esos clásicos fogones cuyanos hermoseados de estrellas y misterios errantes. Así nacieron de su sutil pluma “Las mil y una noches Argentina”, “Cancionero popular Cuyano” o “La cabra de plata”, obras que resultan una delicia leerlas y pasearse regocijado por esas bellas páginas imbuidas de mitos, leyendas, seres fantasmales y prodigiosos y todo aquello que tiene aroma a tradición. Su producción es inagotable y aún en el crepúsculo de su existencia, año 1994, continuó recopilando historias e ideando proyectos. Fue en esos últimos días que expresó una frase que abrevia en cierta manera lo que fue su fecunda existencia: “Si, mi vida es andar recogiendo cuentos…”. Cabe destacar, a manera de sugerencia o conclusión en relación a esta frase, que este quehacer se denomina al presente “literatura oral” o “etnoliteratura”, la cual se nutre de la oralidad colectiva, según palabras de Cristina Krause, siendo ella prácticamente la única que incursionó en este tema en el departamento de Iglesia. En San Juan falta completar esta tarea. Sería valioso que profesores, licenciados en Literatura o antropólogos se aboquen a este quehacer tan apasionante.