
“’Miguelón’ era pesado porque tenía plata para hacerlo. En Villa 9 de Julio, con ‘guita’, sos Gardel”, explicó Rubén Ramírez, vecino de esa zona en la que Miguel Figueroa dominó durante mucho tiempo y, que según dice, a pesar de que dejó a sus parientes a cargo, perdió poder.
Los vecinos de esa barriada le contaron a LA GACETA que el sospechoso de haber enviado mensajes intimidatorios ejerció su poder por tener un ejército de “soldaditos”. Así llaman a los que trabajan para los transas o narcos. “Les da plata, droga y un arma y hacen lo que quieren. También le dio mucho a la policía para que no lo molestaran. Por eso creció y por eso hay muchos que aún le tienen miedo. Desde que lo mandaron a Buenos Aires su gente está más tranquila”, añadió Juana Ramírez.
Durante los juicios que se desarrollaron en su contra quedó al descubierto que contaba con un ejército de “soldaditos”. Los dos que lo acompañaron en el doble crimen, nunca pudieron ser identificados. En el otro caso, en el debate oral se probó que contó con la colaboración de su amante Jimena Fernández (fue la que citó a la víctima al lugar donde fue herido mortalmente) y de Alexis “El Sucio” Íñigo, al que le pagó $50.000 para que le disparara.
Otros casos
“Su gente”, como le dicen los vecinos, también estuvieron involucrados en otros dos polémicos casos que no fueron judicializados. Un joven, haciéndose pasar por cadete, se presentó en la comisaría donde estaba alojado uno de los acusados del homicidio de su hermano Gonzalo Figueroa y le dejó un sándwich de hamburguesa. Al carcelero le llamó la atención el envío porque la esposa del detenido ya le había llevado el almuerzo. Revisó el alimento y descubrió que a la carne molida la habían mezclado con pedacitos de vidrios. Días después, un desconocido destrozó el frente del estudio del abogado que asistía a los sospechosos de la muerte de su ser querido.
“Miguelón” estuvo prófugo de la Justicia durante poco más de 18 meses. En la clandestinidad, se sometió a cirugías estéticas para cambiar su fisonomía. Utilizaba la identidad de un catamarqueño que tenía antecedentes por tráfico y comercialización de drogas.
Con esa documentación falsa pudo alquilar los inmuebles donde se mantenía oculto (uno de ellos fue un departamento ubicado a metros del Ministerio Público Fiscal, en Barrio Norte) y adquirir camionetas de alta gamas con la que, según confirmaron los investigadores, transitaba por Catamarca, Salta, Jujuy, Santiago del Estero y, por supuesto, Tucumán sin problemas.
En uno de los juicios se ventiló una situación insólita. En un control de rutina, fue descubierto por policías cuando transitaba por Las Talitas con su amante. Siempre según esa versión, pagó una millonaria cifra para que lo dejaran libre y sólo detuvieron a la joven. Días después, ante los jueces que lo terminaron condenando, dijo que todo lo narrado había sido verdad. “Todo el mundo sabía que siempre se daba una vuelta. Siempre quiso que su madre e hijos estuvieran bien y por eso siempre los visitaba y obviamente que ponía plata para que no lo molestaran. Más aún cuando se enteró que uno de ellos consumía droga. Debe haber sentido algo de culpa por lo que le pasaba”, indicó Eugenia Ramírez. “Lo único que pienso es que él ahora debe sentir el mismo dolor que muchísimas madres que perdieron a sus hijos por la droga. Ese es el peor castigo que puede recibir una persona”, finalizó Rosa Molina.