
Crónica de un papelón histórico: cómo fue el robo de la capa de la Reina de España en su primera visita a Buenos Aires
En noviembre de 1978 los monarcas españoles Juan Carlos y Sofía visitaron la Argentina y en una ceremonia oficial a ella sufrió el hurto de una de sus más elegantes prendas
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A fines de noviembre de 1978, los reyes de España, Juan Carlos I y Sofía, vinieron de visita oficial a la Argentina. Entre otros eventos y actos, en la noche del lunes 27, ambos monarcas fueron agasajados por las autoridades de la dictadura militar en una onerosa recepción en el Concejo Deliberante de Buenos Aires. Allí asistieron unos 2000 representantes de lo más granado de la sociedad porteña de entonces.
Como sucede en este tipo de eventos protocolares, además de los discursos de rigor, los saludos de ocasión, la buena comida y generosa bebida, lo que suele destacarse es la elegancia de los presentes. En el caso de los homenajeados aquella noche, el rey lucía de rigurosa etiqueta, mientras que Sofía deslumbraba a los asistentes con un vestido blanco pero, especialmente, con una capa roja semitransparente de gasa de seda natural que la cubría de los hombros a los tobillos.

Cuando los reyes llegaron a la ceremonia, alrededor de las 21.55 de esa jornada primaveral, pocos podían sospechar que esa delicada prenda atada al cuello de la monarca pasaría a formar parte de un singular y escandaloso episodio patrio. Es que la reina entró al evento con esa capa, pero se tuvo que retirar sin ella. En algún momento de la noche, una de las invitadas se la había llevado consigo...
Primer viaje real a Buenos Aires
Juan Carlos I de Borbón y Doña Sofía de Grecia llegaron a la argentina el 26 de noviembre de 1978. En Ezeiza los esperaba el presidente de facto de la Argentina, Jorge Rafael Videla, y una multitud de personas que rodearon la pista para agitar con entusiasmo banderas españolas y argentinas.
La efusiva recepción popular de los monarcas se extendió durante el camino que separa el aeropuerto de la Embajada de España, lugar donde se hospedaron los visitantes. Por la noche, el cariño de la gente a la pareja real prosiguió en la Plaza de Mayo, donde la muchedumbre recibió con alborozo el saludo que Juan Carlos y Sofía le prodigaron desde el balcón del Cabildo.


En lo que fue su primera visita a la Argentina, los reyes también pasaron una jornada campestre en San Antonio de Areco, visitaron la Facultad de Derecho de la UBA, donde Juan Carlos fue nombrado Doctor Honoris Causa, caminaron por Florida, compraron en avenida Santa Fe, homenajearon a José de San Martín en la plaza con su nombre, escucharon a Edmundo Rivero en El viejo Almacén cantar “Cambalache” y “Uno” y visitaron al intendente de Buenos Aires de entonces, Osvaldo Cacciatore, quien le obsequió al rey la llave de la ciudad.
Una visita cuestionada
En estas jornadas que fueron de intensa actividad, la pareja real asistió al Centro Gallego, a un partido de Polo en Palermo, recibió en la Embajada de España al dirigente radical Ricardo Balbín, al expresidente Arturo Frondizi y a otros políticos. En el caso de Juan Carlos, estuvo además en La Bombonera, donde fue testigo de la final de la Copa Libertadores, en la que Boca se consagró campeón tras vencer al América de Cali por 4 a 0.

Es claro que este raid monárquico no estuvo exento de críticas. Especialmente, por parte de los medios españoles, que cuestionaron la visita de los reyes a un país oprimido por una Junta Militar condenada internacionalmente por violaciones a los Derechos Humanos.
El diario El País señalaba entonces que el rey abrazaba “al teniente general de una dictadura de perfiles ciertamente siniestros”, mientras que Diario 16 calificaba a Videla como “un auténtico depredador de las libertades humanas” que había impuesto en la Argentina “un estado de terror”.

Una distinguida capa roja
De regreso a la noche del insólito hurto de la capa de la Reina en el Concejo Deliberante, es posible ver en los registros fotográficos de los cómo Sofía ingresa con ese chal rojo sobre sus hombros y sube con él las escaleras del recinto.
Las miradas de los invitados y las lentes de los fotógrafos están puestas sobre ella, que en todo momento se muestra sonriente, y sobre su llamativo atuendo. La crónica de aquel día en LA NACION describía de la siguiente manera el look de “Doña” Sofía: “(llevaba) Un vestido de gasa blanca con falda formada por tres volados anchos y una faja de color rojo en la cintura. Del mismo color, una capa semitransparente que le caía hasta el tobillo. Como únicas alhajas, un discreto collar y aros de brillantes y rubíes”.
Pues bien, en otras fotografías de la misma velada, ya era posible ver a la reina sin su capa. Se la había sacado, sin sospechar que alguna invitada traviesa iba a echar mano de ella.

La crónica del hurto
Dos días después de esta recepción a los reyes, LA NACION informaba del particular incidente en un pequeño recuadro que llevaba por título: “Sustracción de la capa de la reina”. Allí se detallaba cómo habían ocurrido los hechos, informando en primera medida que la reina “debió retirarse sin su capa (...) a raíz de una sustracción”.
De acuerdo con esta breve crónica, Sofía había tomado su lugar en la cabecera de la mesa en el agasajo en el Concejo Deliberante. Fue entonces cuando retiró de sus hombros la capa y la entregó a uno de sus ayudantes.

“La capa pasó, posteriormente, por varias manos y, por último, una señora intervino para -dijo- llevarla al guardarropas”, señalaba el texto.
El problema llegó cuando, finalizada la ceremonia, antes de partir, Sofía reclamó su capa. Entonces empezó a cundir la desesperación entre los asistentes: la prenda no aparecía. La situación se extendió por algunos minutos. Enterada de esta circunstancia, Su Majestad decidió marcharse del lugar sin la prenda. Mientras tanto, “las autoridades dispusieron en el acto una prolija investigación del hecho”.

Los agentes encargados de resolver el robo de la capa actuaron de manera expeditiva y eficaz, pues la crónica sobre este caso finaliza del siguiente modo: “Pocas horas más tarde se logró identificar a la señora -una de las invitadas- y, en su domicilio, cuando eran aproximadamente las tres de ayer, la policía recuperó la capa y se hizo llegar de inmediato a la embajada de España”.
¿Quién se llevó la capa?
En aquel momento los medios no publicaron el nombre de quien se retiró del Consejo Deliberante con la elegante prenda semitransparente de la reina Sofía. Pero poco más tarde se supo que se trataba de una mujer llamada Julia Sundblad de Beccar Varela, esposa de Cosme Beccar Varela, el fundador de la revista católica Cruzada y dirigente de la Sociedad Argentina de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad.

Sundblad adujo en su defensa, cuando tuvo oportunidad, que tomó la capa de la reina sin querer. “No me di cuenta, la tomé estando distraída”, aseguró.
Si bien este incidente se resolvió de manera célere, el hecho no dejó de constituirse en un verdadero papelón internacional. Lamentablemente, además, este hurto se convirtió con los años en el suceso más recordado de la visita de los reyes de España a la Argentina.

El caso en la Corte Suprema
Como una muestra final de hasta dónde llegó esta desacertada acción, resta decir que un abogado de nombre Alberto Coronel hizo llegar, en mayo de 1979, la denuncia del robo hasta la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Este tribunal se declaró competente en el caso, ya que se trataba de un delito sufrido por un jefe de Estado extranjero. Solo uno de los ministros votó en contra de aceptar la causa por considerar que no había existido una denuncia de la supuesta víctima.

El diario El País, que siguió este tema, informó que tiempo más tarde, este tribunal supremo absolvió a Sundblad de Béccar Varela, la única acusada por la sustracción de la capa de la reina Sofía. Pero el caso ya estaba instalado en la memoria popular y pasó a integrar la lista de todos aquellos sucesos que, por su carácter estrafalario e insólito, parecen ocurrir solamente en la Argentina.
Archivo: Juan M. Trenado
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