
Ante la asfixia digital, respirar
No permitamos que las tecnologías de la información se apropien de nuestro tiempo presente
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El tiempo presente es el más poderoso. Uno de los significados de presente es “regalo”, según la Real Academia Española, el tiempo presente es el regalo de estar vivo. El presente es el tiempo más poderoso porque puede modificar el pasado, resignificándolo, y construir el futuro.
Es un único tiempo con poder para cambiarnos y para cambiar la realidad.
El tiempo presente, inmediato y mediato, es el único en el que somos conscientes de estar vivos. En él, vamos despejando la incertidumbre de la vida. En él, sentimos, aprendemos, observamos, decidimos sobre nuestra vida.
En los segundos, minutos, horas de cada día, desarmamos la incerteza, resignificando el pasado y construyendo el futuro. De acuerdo con las experiencias acumuladas en nuestra memoria, vamos sintiendo, observando, aprendiendo y decidiendo construir salud o enfermedad, sabiduría o ignorancia, amor o desamor, honor o desprecio, ahorro o despilfarro, mesura o excesos, disciplina o abandono, orden o desorden, el camino hacia el bien o el mal, hacia la suerte o la desgracia.
Todo se construye con la suma de segundos que constituyen el presente.
Para tomar buenas decisiones debemos tener la mente clara. Vivir el presente es estar conectado con todos nuestros sentidos y con el entorno para observar, percibir, calcular, razonar, sentir y decidir. Para ello, hay que prestar atención y poder mantener concentración. Sin ellas, el tiempo presente pierde todo su poder de resignificar el pasado y de construir futuro; los segundos, los minutos, se escabullen sin el poder de decidir sobre nuestras vidas o tomamos decisiones desconectadas de la realidad.
La tecnología de la información ha multiplicado los artefactos que usamos y la cantidad de información que nos proporcionan es inmensa, a una velocidad nunca vista. Ello nos crea el espejismo de las posibilidades infinitas, cuando nuestro cuerpo humano y recursos son finitos.
Estas tecnologías se apoderan de nuestra atención porque son adictivas, dado que nuestro cerebro genera dopamina al utilizarlas, lo que nos va quitando poder de atención primero y de concentración con el paso del tiempo, y por ende de conexión con la realidad, la capacidad de aprender, observar, sentir, razonar, calcular.
Son tecnologías ideadas para apropiarse de nuestro tiempo presente.
Apropiándose de nuestro tiempo presente, se va vaciando nuestra memoria de recuerdos, conocimientos, experiencias y sentimientos. Es una forma sutil de vaciar una vida.
Lo virtual nos aleja de lo real de una forma que nos desconecta y perdemos el tiempo presente, de cada segundo de vida vivido, desconectados de nuestro cuerpo, mente y el ambiente. Nuestro mundo de sensaciones, sentimientos y pensamientos se limitan a deslizar un dedo y mirar imágenes muertas de vidas ajenas. La nuestra se evapora a cada segundo detrás de pixeles coloridos.
¿Cuál es el antídoto para ello?
Respirar, que es el acto que diferencia la vida de la muerte.
En la era de la información y la velocidad, respirar es un acto revolucionario.
Si perdemos la conciencia de nuestra respiración, perdemos el dominio de nuestras emociones y el orden de nuestros pensamientos. Respirando, tomamos conciencia de ser y estar, nos conectamos con nuestro cuerpo y con el entorno, podemos atender, escuchar, concentrarlos, aprender, sentir. Vivir.
Un tiempo presente vivido, cura el pasado doloroso y construye un futuro venturoso elegido a conciencia.
No permitamos que las tecnologías de la información se apropien de nuestro tiempo presente, porque de esa forma se congela el pasado y nos quedamos sin futuro. Salvemos nuestra atención, concentración, memoria, capacidad de razonar y sentir, que nos hacen humanos soberanos a nosotros y a nuestros países.
Una sociedad con un presente vivido tiene un futuro pensado, soberano y venturoso.
No desperdiciemos el regalo de la vida, el tiempo presente.
Abogado, Magíster en Derecho Administrativo y Magíster en Tecnología, Políticas y Culturas
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