La Educación Sexual Integral y la libertad
Lo construido se puede deconstruir y podemos probar reconstruirlo desde otros paradigmas las veces que sea necesario.
El acercamiento a la ESI implica de por sí un ejercicio filosófico y enriquece las libertades individuales y sociales. La libertad comienza con la pregunta: ¿qué se nos oculta?, ¿qué se ha vuelto invisible? Todo ordenamiento social requiere una normatividad: ¿qué normatividades hay en una sociedad patriarcal?, ¿cómo atraviesa las instituciones escolares, las concepciones de las infancias y adolescencias, las representaciones sobre el trabajo docente?, ¿qué relaciones de poder configuran los vínculos sociales y pedagógicos?

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Aprendimos de los llamados “padres de la filosofía”, como Sócrates y Platón (quienes a su vez aprendieron de Parménides), que la razón es la principal arma de conocimiento. Pero ¿y si el cuerpo también nos enseña? ¿Existe una razón autónoma, independiente y despojada de un cuerpo? Ya en la Modernidad, Descartes afirmó “pienso, luego existo”, es decir, que existe porque piensa. Pero: cómo podía existir su pensamiento sino en una persona de carne y hueso. Somos seres integrales y sobre esto, entre otras cosas, nos invita a reflexionar la ESI.
Durante mucho tiempo, las prácticas educativas se sustentaron en el modelo cartesiano, como si la mente no necesitara nada más para existir y como si, por ejemplo, algo tan vital como la falta de tiempo por la explotación laboral del cuerpo, no incidiera en la libertad de cultivar el pensamiento. Mientras tanto, el cuerpo invisibilizado era el blanco perfecto de disciplinamiento, adoctrinamiento e imposición de binarismos. Desde la filosofía, podemos preguntarnos por qué esta centralidad de la mente o la razón, como si existieran por sí mismas y fueran suficientes para conocer el mundo. Y claro: si el cuerpo no es tematizado como materia de aprendizaje o saber, tampoco seríamos conscientes de que es objeto de poder.
Volviendo a la antigua Grecia, podemos reconocer allí a otro tipo de filósofos, como Heráclito de Efeso, quien acuñó la conocida frase “no nos bañamos dos veces en el mismo río”, lo que significa que somos constante cambio. Esta afirmación discutía con el pensamiento de Parménides, para quien “solo hay dos caminos para llegar a la verdad, el del ser y el del no ser”.
Repasemos esta contradicción. Para Heráclito -precursor de la dialéctica materialista que luego admiraría Marx- no existe algo igual a sí mismo y la principal cualidad de las cosas es, justamente, no tener ninguna cualidad esencial; sino que somos seres temporales y el tiempo inevitablemente es cambio. Mientras que, para Parménides, siempre se es una cosa u otra, no se puede ser dos cosas al mismo tiempo, ni más de una cosa la vez, ni una multiplicidad de cosas; como si lo enloqueciera la idea de no poder encasillar, etiquetar: ordenar.
Finalmente, la visión de Parménides fue la hegemónica, reforzada luego por la expansión del cristianismo en la Edad Media -donde el alma existía sin el cuerpo- y más tarde recogió Descartes, con su “pienso luego existo”. Así, el pensamiento dialéctico, el que dice que se puede ser y no ser o ser muchas cosas al mismo tiempo y que no hay nada de antemano que indique lo que soy y que todo se va construyendo con el tiempo, quedó en los márgenes.
¿Cómo se manifiesta este triunfo? Fundamentalmente, en lo que llamamos pensamiento binario: se es de una sola forma, de una vez y para siempre: hay una esencia que determina la identidad, generalmente del orden biológico (el sexo al nacer, por ejemplo) y que no se puede modificar. De esta manera se niega la construcción de la identidad personal como proceso complejo a través del tiempo y se asume que sólo son posibles dos identidades sexuales, definidas biológicamente e inmodificables, lo que -dicho sea de paso- contradice los postulados científicos de la propia biología.
Desnaturalizar lo dado es parte del pensamiento filosófico y una buena herramienta es preguntarnos cómo se ha construido socialmente un determinado tipo de discurso a través de la historia. Es visibilizar las relaciones de poder que van configurando discursos que triunfan sobre otros.
Hoy el capitalismo se nutre del pensamiento binario, por ejemplo, el dualismo ser humano / naturaleza, como si no fuéramos parte de la naturaleza y la naturaleza no fuera parte nuestra. Y es también darnos cuenta de que aquello que se nos aparece como natural, como dado e indiscutible, es en realidad una construcción social, cultural.
Por lo tanto, lo construido se puede deconstruir y podemos probar reconstruirlo desde otros paradigmas las veces que sea necesario. La ESI nos invita a desnaturalizar, a construir un pensamiento crítico, teniendo en cuenta que la educación integral es un derecho social, y que los discursos binarios y excluyentes constituyen un ataque a las denominadas “libertades individuales”.
Profesora de Filosofía (IFDC Fiske Menuko) y Macarena Morales, profesora de Filosofía (IFDC de Villa Regina).
El acercamiento a la ESI implica de por sí un ejercicio filosófico y enriquece las libertades individuales y sociales. La libertad comienza con la pregunta: ¿qué se nos oculta?, ¿qué se ha vuelto invisible? Todo ordenamiento social requiere una normatividad: ¿qué normatividades hay en una sociedad patriarcal?, ¿cómo atraviesa las instituciones escolares, las concepciones de las infancias y adolescencias, las representaciones sobre el trabajo docente?, ¿qué relaciones de poder configuran los vínculos sociales y pedagógicos?
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