Un día martes trece, ese niño recibió de su madre un mensaje que no olvidaría jamás: “vas a triunfar en la vida”, le confió.

Sólo las madres tienen la capacidad y la magia de saber cómo afrontar retazos importantes de la vida, y entregar a sus hijos las llaves para enfrentarlos. Esta vez con una sorpresiva premonición.

Carlos González -a ese niño me referiré- hizo sus primeros pasos en la vida laboral como cadete en una droguería, y después de quedarse sin trabajo, ingresó como lavaplatos en el tradicional hotel Sussex.

Un día llegaron a la provincia dos amigos suyos y un primo, y le propusieron a ir a trabajar a un hotel como lavaplatos y pela papas. Tras hacerse amigo del cocinero, a poco lo trasladaron al restaurante.

Con el tiempo, a nuestro personaje le endilgaron el apodo “Palito” debido a su delgadez y su gusto por cantar temas de Palito Ortega. Y desde entonces se fue imponiendo en los ambientes gastronómicos de nuestra provincia el de Palito González.

Narra una entrevista que le hiciera el Canal 13 de nuestra provincia que: “A pesar de las reticencias de su madre, Palito persistió en su sueño de tener su propio restaurante. Después de dos años, se mudó a otro reconocido Hotel:

El Nogaró, donde trabajó durante 20 años y presenció eventos importantes a la vez que perfeccionaba su pasión culinaria”.

En 1991, con el apoyo de su familia, concesionó el local del club Sirio Libanés. Allí inició lo que sería una exitosa carrera. Palito destaca siempre la importancia de distinguir a los clientes y no olvida el consejo de un amigo respecto a una entrañable y respetuosa relación con el público.

Con 50 años de matrimonio, Palito González con una trayectoria inobjetable en el arte de servir a la gente, revela que el secreto de su perdurabilidad radica en el control de productos, la cordialidad y la buena administración.

En notas como éstas muchas veces he reflexionado que los personajes describen y marcan las ciudades y los pueblos.

La fantasía de que exista guardado un cielo para los personajes de los pueblos es bella y esa esencial belleza la hace posible de estar en algún lugar.

Son tantos que no caben en una nota. Si ellos no hubieren existido, las ciudades y los pueblos carecerían de eso que los distingue, que los hace ser lo que son, su impronta, su palabra, sus gestos. Un personaje expresa al lugar, y con el tiempo lo va constituyendo.

La vida pasa a la par de ellos o a su costado, con su multiplicidad de claroscuros; pero la vida sería un devenir difuso,, inconcluso sin estos seres que la toman por el lado de la fantasía, las pasiones, los dolores, la quimera y, a su modo, la traducen.

Imagino un firmamento donde los protagonistas cotidianos ratificaran su paso por el mundo. Allí veo acomodando azules a estos hacedores de las costumbres y el amor con la gente, haciendo Patria en serio, como Palito
González.