Esa copa de cristal destruida, y rota, se pudo recomponer. El amor que lucía fulminado, como arena escapada de las manos, se reconstruyó entre Valentina Cervantes y Enzo Fernández, quienes superaron todos los pronósticos al reconciliarse tras varios meses de separación.
El futbolista le imploró a la modelo para vivir la soltería, así le planteó que urgía en su interior el deseo de experimentar su sexualidad, bajo el argumento que se convirtió en padre muy joven de dos criaturas. La morocha entendió el punto, captó la idea y se mudó, raudamente, de Londres a Argentina.
Así, Valentina rearmó su cotidianidad con sus dos hijos, en primera instancia con un desembarco en la casa de su abuela y luego con la posibilidad de hallar otra vivienda más cómoda, en lo que medió con sus recursos económicos el mediocampista del Chelsea.
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Algo sucedió a fines del año pasado. Ahí está el punto de reencuentro, porque Cervantes viajó a Inglaterra con sus pequeños para celebrar Navidad y Año Nuevo con Enzo. Evidentemente, esa convivencia, que se presuponía que se englobaba en una familia ensamblada, provocó la desesperación de Fernández por reconquistar a Valu.
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Desde ese momento, el futbolista y la morocha sembraron indicios de una chispa fogosa, con diversos posteos algo misteriosos, hasta que se lanzaron con todo al vacío de confirmar públicamente que volvieron a vivir en pareja, con toda la convicción del mundo.
Valentina ya no se esconde, todo lo contrario y acaba de compartir una prueba tremenda, irrefutable, de que la pasión se reverdeció y arrasa con un fuego irrefrenable con Enzo. Por eso posteó una foto sin ropa, con una toalla en su torso y unos globos rojos (que simbolizan el amor).
