El presidente ha anunciado su intención de convertir al país en un polo de desarrollo de inteligencia artificial (IA). Nadie duda del impacto que esta tecnología puede generar, pero su implementación requiere de varios elementos clave: investigaciones avanzadas, financiamiento para supercomputadoras, profesionales altamente capacitados y un suministro energético considerable, tanto para el entrenamiento de los modelos como para la refrigeración de los servidores. Aquí surge una pregunta fundamental: si se recorta el financiamiento a las universidades y centros de investigación, ¿de dónde saldrán los profesionales necesarios para este desarrollo? Debo recordar que la única supercomputadora (Clementina XXI), que existe en el país y que podría servir a este proyecto fue comprada por el entonces ministro Daniel Filmus con fondos estatales. Alguien podría argumentar que el sector privado puede suplir esas necesidades, pero es importante recordar que su enfoque está en los intereses comerciales, no en la generación de conocimiento de base. Además, hay otro desafío crucial: la energía. En un contexto global de crisis energética, ¿cómo se abastecerá este proyecto? Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), los centros de IA consumen aproximadamente un 40 % de su electricidad para operar los servidores y otro 40% para su refrigeración. En 2022, el sector de la IA y las criptomonedas representó un 2% del consumo energético mundial, y se estima que esta cifra podría duplicarse para 2026, alcanzando niveles comparables al consumo eléctrico de Japón. Ante la crisis energética a la que a asistimos es evidente que el mundo desarrollado necesitará de una mayor producción de energía para atender el desarrollo y crecimiento de la IA. Teniendo en cuenta que nuestro país cuenta con la capacidad energética para este tipo de proyecto, ¿será que nos vamos a convertir en un nodo periférico para empresas privadas de IA, cuyos principales beneficiarios no serían precisamente los ciudadanos del país? En paralelo, también se habla de un nuevo impulso al desarrollo de la energía nuclear, pero esta vez bajo control privado. Argentina ha logrado avances significativos en este campo desde la década de 1950 gracias a la inversión estatal en investigación. ¿Existe una relación entre esta iniciativa y la futura demanda energética del polo de IA? Muchas preguntas en torno de este ambicioso proyecto, del cual aún se conocen pocos detalles, pero que sin duda tendrá profundas implicancias políticas, sociales y ambientales.
Juan González
San Juan 158 - Lules