
Lijo, el ariete de Javi para meter presa a Cristina
En su cruzada a sangre y fuego contra la corrupción, el Gobierno consiguió aprobar en Diputados el proyecto de ficha limpia, también conocido como “hay que limpiar a Cristina”: es hora de que empiece a tejerles ropita a sus nietos; además, mandó al diablo la licitación de la Hidrovía por sospechas contra la única empresa que se presentó, y anunció que endurecerá el Código Penal en consulta con Bukele, aunque a Bukele le hicieron llegar el proyecto y lo juzgó excesivo. Tanto celebro la determinación moral de Javi que escribo estas líneas de pie y con el Aleluya de fondo.
En otra cruzada no menos drástica, la Casa Rosada habría asegurado ya el fracaso de ficha limpia en el Senado: Cris, todavía no es tiempo de que agarres las agujas; también avanzó con la movida para llevar a Lijo a la Corte, y ordenó que ningún funcionario critique la decisión de Trump de autorizar a las empresas norteamericanas a coimear a otros gobiernos: con las reservas en rojo, todo dólar que entre al país debe ser bienvenido. Un despistado podría decir: tres tiros para el lado de la justicia y tres para la casta. Por eso es un despistado. El que rompe el aparente equilibrio es Lijo. Lijo va a la Corte para meterla en cana a Cris, hacer cumplir a rajatabla el nuevo Código Penal y perseguir hasta el último corrupto. Déjenme subir el volumen que se viene el estribillo: “¡Aleluya, aleluya, aleluya!”.
Sí, leyeron bien: es una operación a tres bandas: Javi le entrega a Cristina ficha limpia, Cristina le entrega a Javi la designación de Lijo, y Lijo, en ceremonia pública, hace esposar a Cris y se la entrega a Javi. Pero atenti, ahí no termina la jugada. Milei, conocido por fumar debajo del agua, enderezar bananas y sacarles agua a las piedras, tendrá una nueva prenda de negociación con Cris: “Yo te indulto y vos me hacés votar a García-Mansilla, ¿qué tul?”. Porque al eminente García-Mansilla, a quien el bloque peronista rechaza por demasiado honesto, parece que ahora se proponen nombrarlo a través de un decreto, que es como meterlo por la ventana. Cuidado con sacarme de contexto. No es que el Gobierno priorizó a Lijo; se decidió por sorteo: era puerta o ventana. ¿Quién tiró la moneda? Santi Caputo, al que algunos llaman “Mago” y otros, “Caputín”. Otros prefieren no llamarlo.
Los medios están hablando de febriles negociaciones contra reloj de emisarios del Pelu y del Instituto Patria. Las dos partes lo niegan, pero en voz baja o con lenguaje de señas. Le pedí a Guille Francos, esforzado jefe de Gabinete, que me dijera si era cierto que fuerzas del cielo se juntan con las del infierno en una mesa de tahúres. Lo desmintió: “Son encuentros literarios, en los que cada uno cuenta qué está leyendo”. Le agradecí la confirmación y, como naturalmente tengo puesta la camiseta del León, me permití acercarle consejos para nuestros estoicos mercaderes. Cuando los patrios exijan poner ellos a un juez (jueza, en realidad) de la Corte, les contestan que no. Cuando quieran designar al procurador general, no. Si insisten con el nombramiento de cientos de jueces en todo el país, marche un nuevo no. Ninguna de esas propuestas se corresponde con la independencia del Poder Judicial y con el credo libertario. Vieran lo agradecido que se mostró Francos. “Seguí participando”, me dijo.
No sé qué piensan ustedes, pero tengo la sensación de que hasta acá he estado perdiendo el tiempo en cuestiones banales como la integración de la Corte, el futuro de Cristina y la suerte de nuestras principales instituciones republicanas. En términos relativos son temas irrelevantes (baladíes, decía mi abuela) en la semana en que se conocieron tres novedades de alto impacto: la inflación de enero fue del 2,2% (la más baja desde 2020, cuando Alberto “Mano de Piedra” Fernández nos protegía del Covid y de los precios), volvió a caer la pobreza y la embajadora en la OEA, Sonia Cavallo, fue echada por portación de padre. Seamos sinceros, en un año electoral qué pesa más: Lijo o que se extienda la duración del sueldo; veranear en Mar de Ajó o en Brasil; el intercambio de favores con Cris o que haya menos pobres; la corrupción o que lleguen dólares, da igual si vía inversiones o vía coimas. No me imagino a votantes indignados con Javi por haberle hecho pagar a Sonia que su papá haya dicho que el dólar está retrasado; es un poco culpable: cómo no le advirtió al Mingo que a Javi a veces le sopla el gorro; quiero decir: finge ser un loquito. Y con qué arte lo hace.
En cuanto a esta columna, espero que me perdonen el burdo error en el orden de los factores. No es la primera vez, lo admito. En tiempos de Néstor y Cristina me pasé años hablando de que se estaban afanando todo sin darme cuenta de que el país crecía a tasas chinas, vivíamos un boom del consumo y ella era reelegida con el 54%.
No hay caso, no aprendo. Prometo leer menos a periodistas ensobrados y escuchar más a Caputín, ensobrador a tiempo completo.
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