13 Febrero 2025
Hace más de una década, Sophie Ottaway descubrió una verdad impensada: que en una decisión apresurada sus padres habrían decidido cambiar su identidad. La joven decidió compartir su historia, signada por la indignación, el trauma y una lenta reconciliación.
En el año 1986, los médicos que asistieron a la mamá de Sophie Ottaway en el parto le describieron un panorama inquietante que, según ellos, requería de un rápido accionar. Los especialistas notaron una grave deformidad en la región abdominal de Sophie. Su vejiga y sus intestinos sobresalían de su cuerpo, al igual que sus genitales masculinos.
Una decisión apresurada le valió un cambio de identidad a Sophie Ottaway
El diagnóstico oficial fue extrofia cloacal, una afección poco común que rara vez se observa en el ámbito médico. Los especialistas le dijeron a los padres, que hacía tiempo deseaban formar una familia, que si aquello no se trataba, la condición del pequeño provocaría muchos otros problemas: hospitalizaciones frecuentes, riesgo de enfermedades infecciosas, disfunción eréctil y días de ausencia a la escuela.
“En aquella época, estaban atrapados en el hospital”, dijo Sophie. “En aquel entonces no existía Internet y estos hombres con batas blancas eran los únicos que les ofrecían algún consejo. Parecían seguros de lo que iban a hacer. Habían simulado que ya lo habían hecho antes”. Así convencieron a los papas del pequeño de operar para recolocar los órganos y los intestinos del bebé, así como extirpar los genitales partidos. En el certificado de nacimiento, al bebé lo anotaron como "mujer", siguiendo la recomendación de los médicos y le aconsejaron a los padres ocultar la verdad para que viviera una vida sin problemas.
A los 22 años, Sophie descubrió la verdad
22 años después, Sophie debió consultar a un médico por un cuadro de amigdalitis y en uno de los monitores del consultorio leyó el cartel: “Crosomas 46XY. Prolapso intestinal debido a un defecto abdominal: reconstrucción de vejiga, extirpación de testículos y falo, construcción vaginal” Según el análisis, había nacido varón. “Estaba en la pantalla en negrita”, exclamó Sophie.
El hallazgo tan fuerte la llevó a una negación que durante 13 años no pudo asimilar, pero que terminó implosionando tras enterarse que en sus intestinos se había desarrollado una sepsis, complicación que aparece frente a una infección. Durante ese período de tiempo, no se lo comentó a absolutamente nadie, ni siquiera a sus amigos más cercanos.
La reflexión de la joven al compartir su historia
Al haber nacido biológicamente varón y no tener ovarios (ni testículos, luego de la operación), le indicaron a los 11 años que debía tomar estrógeno de por vida para producir testosterona. Y actualmente, habla desde su experiencia preocupada por los jóvenes y niños que son “persuadidos” para tomar bloqueadores para su transición de género.
Sophie comparte su historia para concientizar acerca de la decisión sobre los cuerpos ajenos, de manera que sirva de relexión para padres y madres. Su consejo es que no se dejen presionar por el tiempo y dejar que los hijos cuenten con la madurez suficiente como para procesar la información necesaria y, a su vez, poder dar o no consentimiento a cualquier modificación que se realice en sus cuerpos.
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