Una playa amigable con la neurodiversidad: empatía frente al mar

A simple vista, La Baliza, es una playa más en el mapa turístico del país, pero lo que ocurre en sus arenas marca una diferencia significativa: aquí se gesta un proyecto pionero en inclusión.

Una playa amigable con la Neurodiversidad, una prueba piloto en La Baliza, Mar Chiquita. Fotos: @labaliza.escueladesurf.

La Baliza, hasta hace poco, era solo una playa tranquila en Mar de Cobo, pero en la última temporada se transformó en un faro de accesibilidad y empatía en la costa argentina. Ubicada en el kilómetro 486 de la Ruta Provincial 11, en el partido de Mar Chiquita, es un rincón que combina la serenidad del campo, con la inmensidad del océano. Y quienes trabajan allí, tienen bien puestos los pies sobre la arena.

En cualquier playa, el ruido del mar, los gritos de los niños que juegan, los vendedores ambulantes, los silbatazos de los guardavidas y la música de los parlantes forman parte de la experiencia tradicional. Sin embargo, para muchas personas con trastorno del espectro autista (TEA) y otras condiciones neurodivergentes, estos estímulos pueden convertirse en una barrera infranqueable para disfrutar del lugar.

Franco Mestralet, Javier Balderrain, Juan Sebastián Galíndez y Pedro Daconte, un grupo de guardavidas de La Baliza, decidieron cambiar esta realidad. Inspirados por el testimonio de una madre que, en un encuentro en Mar del Plata expresó lo difícil que puede ser disfrutar de la playa sin adaptaciones, comenzaron a desarrollar un espacio más amigable para todos.

Franco es hijo de la fonoaudióloga Gabriela Kolman, quien los ayudó con el proyecto. También se sumó la licenciada Macarena Nocquet, de Tramas, redes para crecer. “Desde nuestra posición como guardavidas, observamos dinámicas que muchas veces pasan desapercibidas. Vemos cómo ciertos factores pueden dificultar la inclusión, y desde ahí surge esta iniciativa”, explican Franco y Javier.

Franco Mestralet, Javier Balderrain, Juan Sebastián Galíndez y Pedro Daconte, un grupo de guardavidas de La Baliza, decidieron cambiar esta realidad.

Una de las principales dificultades, sin duda, son los ruidos. “Los especialistas nos explicaron que los sonidos fuertes pueden desencadenar crisis en personas neurodivergentes. Es fundamental generar un espacio donde puedan sentirse cómodos y seguros”, señala Franco.

Por eso, implementaron cambios en algunos protocolos. Tradicionalmente, cuando un niño se pierde, se usan silbatazos y aplausos para alertar a la gente. Ellos reemplazan estos métodos por un punto de encuentro y señalización visual mediante el revoloteo de una prenda.

En una playa relativamente tranquila, la respuesta es positiva. También están reduciendo el uso del silbato, empleándolo solo en situaciones realmente necesarias. La idea es minimizar los estímulos sonoros innecesarios.

“Queremos fomentar la concienciación y la capacitación. Explicarle a la gente que no es solo una cuestión de preferencias musicales, sino que un volumen alto puede afectar profundamente a una persona neurodivergente. Sabemos que hay familias que realmente lo pasan mal”, dice Javier.

A medida que se capacitaron, comprendieron que cada persona es distinta y que los desencadenantes varían. Para algunos, puede ser una ola grande; para otros, un grito o un aplauso. No hay un patrón universal y, aunque saben que no pueden cubrir todas las necesidades, buscan marcar la diferencia.

Espacio distendido: Se ha diseñado un espacio específico en la playa destinado a brindar apoyo a personas neurodivergentes.

Por eso, trabajan junto a la municipalidad en un proyecto para crear espacios adaptados. Uno de ellos es un “espacio de regulación”, donde los niños pueden calmarse en caso de crisis. Se trata de un área libre de ruidos, sin aglomeraciones, con sombra y comodidades como arena limpia o superficies acolchonadas.
“Es una prueba piloto. Estamos ajustando protocolos y corrigiendo detalles. Aún no nos consideramos una playa inclusiva, por eso preferimos el término ‘playa amigable’. Sabemos que queda mucho por mejorar”, señala Franco.

Uno de sus objetivos es servir como referencia para que otras playas implementen iniciativas similares. “No queremos ser la única playa amigable, porque eso generaría una demanda desbordante. La idea es que otras playas repliquen el modelo y lo adapten según sus posibilidades. Nos motiva pensar que esto puede ser el inicio de un cambio mayor”, destacan.

En los últimos días, las redes sociales han desbordado de consultas: les preguntan si hay que pagar para acceder o si hay cupos limitados. Aclaran que se trata de un proyecto público y municipal, respaldado por la Federación de guardavidas y los sindicatos. Además, están vinculados con una escuela de surf adaptada. Recientemente, organizaron una jornada con una surfista adaptada que compitió en el Mundial y obtuvo el tercer puesto en su categoría.

“Somos guardavidas y nuestra tarea principal es la seguridad en el agua. Acompañar a una persona con una silla anfibia requiere atención y tiempo, por lo que también estamos elevando proyectos para que haya personal especializado en estos temas. Queremos generar nuevos puestos de trabajo destinados a la inclusión”, dice Franco.

Sueñan con muchas mejoras, pero la realidad a veces impone barreras y aprenden sobre la marcha. Lo importante es que siguen adelante con el compromiso de hacer de la playa un espacio más accesible y cómodo para todos.

“Nos emociona saber que lo que estamos haciendo impacta positivamente en la vida de muchas personas. Queremos que este proyecto crezca y se replique en otras playas. No somos superhéroes, solo un grupo de guardavidas con ganas de generar un cambio. Nos están contactando de otros municipios interesados​en replicar el proyecto, lo que es un gran avance”.


Para tener en cuenta y aprender


En un mundo cada vez más inclusivo es fundamental garantizar que todas las personas, independientemente de sus características o necesidades, puedan disfrutar plenamente de las oportunidades que ofrece el turismo.

La neurodivergencia significa que el cerebro procesa, aprende y se comporta de forma diferente a lo que se considera típico o neurotípico. Se manifiesta en diferentes condiciones, como el trastorno del espectro autista (TEA), el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y la discapacidad intelectual, entre otras. Estas condiciones pueden influir en la forma en que las personas perciben, interactúan y experimentan el entorno turístico.

«Hoy, 1 de cada 36 niños/as tienen esta condición, por eso es importante contar con la capacitación de todos los actores de la sociedad para que todos/as puedan disfrutar de nuestras playas», explican los guardavidas en el proyecto».


Accionar del guardavidas


Informar regularmente al familiar o apoyo de la persona autista.

Solicitar cualquier información adicional que pueda ayudar.

Proporcionar apoyo emocional y tranquilidad.

Ponerse a la altura de la persona brindando una distancia prudencial.

Comunicarse con voz calma y segura sin abrumar con preguntas.

No establecer contacto físico, salvo que la persona lo habilite.

Evitar conglomeraciones de gente, que una sola persona establezca contacto.

Recomendación: al llegar a la playa, identificar el punto de encuentro para que la persona lo reconozca.


Una playa amigable con la Neurodiversidad, una prueba piloto en La Baliza, Mar Chiquita. Fotos: @labaliza.escueladesurf.

La Baliza, hasta hace poco, era solo una playa tranquila en Mar de Cobo, pero en la última temporada se transformó en un faro de accesibilidad y empatía en la costa argentina. Ubicada en el kilómetro 486 de la Ruta Provincial 11, en el partido de Mar Chiquita, es un rincón que combina la serenidad del campo, con la inmensidad del océano. Y quienes trabajan allí, tienen bien puestos los pies sobre la arena.

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