
El tráfico de órganos y el caso Loan
Esta semana, en el marco de la Cumbre Internacional de los Derechos del Niño, celebrada en Roma y convocada por el papa Francisco, la monja Martha Pelloni vinculó el caso Loan con la trata y la venta de órganos.
Pelloni recordó que “el papa Francisco hace unos días hizo mención del caso Loan en Corrientes con una de esas posibilidades de la trata: el tráfico de órganos, que existe más de lo que nosotros pensamos”. Y agregó: “Es un negocio en el que intervienen clínicas, hospitales, especialmente psiquiátricos, con médicos, enfermeros, choferes de ambulancias, policías y abogados”. Pelloni, coordinadora de la Red Infancia Robada, aseguró que “es tan grande el dinero que se mueve que obliga a un silencio mayor. Y por eso de este tema no se habla y se quiere hacer creer que no existe”.
Sin embargo, como presidente del Instituto de Trasplante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, me veo en la obligación de remarcar por qué esta denuncia es altamente improbable.
En primer lugar, hay que dejar en claro que en la Argentina existen tanto una robusta legislación como una eficiente gestión del Incucai y de los organismos jurisdiccionales en las 24 provincias para la procuración e implante. En su conjunto se fiscalizan la trazabilidad de los órganos y tejidos, el registro de los profesionales y la habilitación de los establecimientos sanitarios y sus equipos. Pero, más allá de esto, el posible tráfico de órganos requeriría una serie de complejos requerimientos que hacen altamente improbable, por no decir casi imposible, esta actividad. Primero se necesitarían una gran cantidad de datos (antropométricos, funcionales, de sistema de compatibilidad y, además, mismo grupo y factor sanguíneo). Así, queda en evidencia lo difícil que sería ubicar un órgano sin antes haber chequeado toda esta información. Pero suponiendo que, de alguna manera, se lograran obtener todos esos datos, sería necesario un centro de salud con muchísima tecnología y complejidad, con ambientes extremadamente estériles (ya que al receptor se le debe alterar la inmunidad para que no rechace el órgano), para implantar exitosamente el órgano.
Y, en el caso de que este complejísimo segundo paso se lograra con éxito, se requeriría una institución para poder hacer el seguimiento y control de la cirugía. Es allí donde debemos plantearnos preguntas como: ¿qué pasa si la persona rechaza el órgano? ¿Cómo controlan el origen de este (es necesario guardar sueros de los receptores en centros de preservación)?
Y, si todo este análisis no parece suficiente, cabe agregar que nunca en toda la historia jurídica de nuestro país se ha registrado ninguna denuncia respecto de la comisión de delitos de tráfico de órganos, ni ningún informe policial ni judicial de donantes o receptores que hayan recibido un trasplante de forma ilegal.
En la vida, todo es posible. Sin embargo, debemos centrarnos en analizar qué tan probable es que algo suceda y, en esta cuestión en particular, las probabilidades son extremadamente bajas. Por ello, ante un tema extremadamente sensible, se debe informar y/u opinar con la mayor cantidad de fundamentos científicos posibles.ß
Cirujano cardiovascular. Presidente del Instituto de Trasplante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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