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El Diablo anda suelto en Cerrillos: hasta se toma un café y charla con los vecinos

Se trata de un personaje que le pone garra al Carnaval de Cerrillos. "Ser diablo es una gran responsabilidad. Es abrir la puerta al jolgorio y luego cerrarla para que vuelva la paz y la tranquilidad el resto del año", contó Fidel, quien lo interpreta de cuerpo y alma.
Viernes, 07 de febrero de 2025 10:24
El Diablo anda suelto en Cerrillos: hasta se toma un café y charla con los vecinos El Diablo anda suelto en Cerrillos: hasta se toma un café y charla con los vecinos

El diablo, con su traje rojo bermellón, cola puntiaguda y cuernos de macho cabrío, se pasea por las calles de Cerrillos, la Capital Provincial del Carnaval, como si fuera un vecino más. Y no solo se pasea, ¡hasta se toma un café con los jubilados!

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El diablo, con su traje rojo bermellón, cola puntiaguda y cuernos de macho cabrío, se pasea por las calles de Cerrillos, la Capital Provincial del Carnaval, como si fuera un vecino más. Y no solo se pasea, ¡hasta se toma un café con los jubilados!

Detrás de la máscara de lengua de víbora y patas de cabra se encuentra Fidel, un vecino de Pueblo Nuevo que de día vende camiones y de noche se transforma en el mismísimo Mandinga de los Corsos de Flores.

  • "Cuando era chico, mientras mis amigos jugaban a ser Superman, el Hombre Araña, el Chapulín Colorado o la Mujer Biónica, a mí me gustaba ser el diablo y salía a bailar con la murga del barrio", cuenta Fidel, recordando sus inicios en el carnaval.

Hoy, divide su tiempo entre sus paseos por los pueblos del Valle de Lerma y sus ensayos con la agrupación Los Teucos, Nueva Generación, en Villa San Antonio.

"En mi trabajo soy un león, pero cuando vuelvo a casa me pongo mis cueros, plumas y ungüentos", explica Fidel, quien lleva con orgullo sus más de seis décadas de vida. "El carnaval me puede, me lleva hasta el mismo infierno".

A pesar de integrar actualmente la comparsa de la Avenida Independencia en la ciudad de Salta, el hombre tiene una larga trayectoria en los corsódromos salteños.

"Desde muy chico viví con pasión los Corsos de Flores. Me encantaba esa alegría y me obsesionaba ver los bailes tradicionales que luego imitaba con cajas improvisadas", recordó Fidel, quien solía cantar por las calles: "Somos los indios de Salta, que salen pa'l carnaval".

Luego, explicó que las comparsas están formadas por diversos personajes y que cada uno elige el que más le gusta o con el que se siente más identificado. Están los que tocan las cajas, los que bailan, los brujos y, por supuesto, el diablo.

Para llegar a ser el Diablo, primero tuvo que ser brujo durante 10 años. Le gustaba interpretar a este personaje porque es el encargado de sanar y cuidar a la tribu, el que realiza los rituales para que llueva y haya una buena cosecha. Tuvo la oportunidad de compartir tiempo con verdaderos brujos en Bermejo, lo que le permitió comprenderlos y representarlos de manera auténtica en los carnavales.

"Fui brujo muchos años, pero ahora soy el diablo que siempre quise ser", afirma Fidel. "Me compenetro con el personaje porque de otra forma no podría hacerlo. El público lo vive con la misma intensidad y eso se nota cuando uno va desfilando".

 

"La experiencia me llevó a ser diablo"

 

El diablo es el que abre y cierra el carnaval, el que da inicio a la alegría y los excesos. Fidel contó que hace seis años cambió su traje de brujo por el de Mandinga, con su característico rojo intenso, cuernos, cola puntiaguda y tridente.

Según su visión, el diablo es el corazón del carnaval y se siente orgulloso de participar en los desfiles. "Me siento caja, baile, harina, albahaca y botella de vino. Me siento parte de los juegos y de la ramita de albahaca en las orejas de los gauchos en las fondas", exclama.

"Ser diablo es una gran responsabilidad. Es abrir la puerta al jolgorio y luego cerrarla para que vuelva la paz y la tranquilidad el resto del año", puntualizó.

En estos tiempos, es común verlo deambular por el centro de Cerrillos e incluso sentarse a tomar un café con amigos sin abandonar el personaje. Aparece y desaparece como alma que se la lleva el diablo, dejando una estela de misterio y diversión a su paso.

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