Los presidentes Donald Trump y Javier Milei ha anunciado una "batalla cultural" contra la "cultura woke", a la que consideran una metamorfosis del socialismo tras la caída de la Unión Soviética. Es la contracara de la "batalla cultural" que proponía Cristina Kirchner a través de la Cámpora y con el escudo de los Derechos Humanos, el colectivo LGTB, los desocupados, los mayores sin trabajo ni ocupación y los derechos de las mujeres.
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Los presidentes Donald Trump y Javier Milei ha anunciado una "batalla cultural" contra la "cultura woke", a la que consideran una metamorfosis del socialismo tras la caída de la Unión Soviética. Es la contracara de la "batalla cultural" que proponía Cristina Kirchner a través de la Cámpora y con el escudo de los Derechos Humanos, el colectivo LGTB, los desocupados, los mayores sin trabajo ni ocupación y los derechos de las mujeres.
Dos visiones meramente políticas y frívolas de los problemas de la persona humana en un Occidente con claros síntomas de fragilidad y en un mundo de futuro incierto.
La politización del discurso no ha resuelto ningún problema social; más bien, lo agrava y en esta batalla entre élites, la democracia, la independencia de poderes, la libertad de expresión y el pensamiento crítico son los grandes perdedores. La política, trasladada a las redes digitales, construye nuevas formas de ejercer el poder y convierte a quienes manejan las llaves de esos sistemas en figuras dominantes, posiblemente, en un futuro, por encima de los Estados.
Una batalla entre absolutos cuyo desenlace puede ser, simplemente, un combate eterno. O, también, la transformación total de los sistemas de gobiernos, que generaría, simplemente, monarquías o dictaduras tecnológicas donde la sociedad sería un mero espectador, o un sistema masificado donde la "verdad" se reduciría a "verdad intersubjetiva", de la que habla el consultor salteño Iván Rodríguez. La verdad a medida del público.
Las guerras culturales
Las guerras culturales suelen ser complejas y confusas. A lo largo de la historia de las civilizaciones, las invasiones militares produjeron choques culturales propios de la confrontación de dos pueblos y de sus respectivas tradiciones. Las fusiones lentas, por acercamiento territorial, pacíficas, aunque no sin eventuales choques violentos, también generaron nuevas miradas compartidas del mundo.
En los últimos 80 años, los avatares de la historia generaron crisis identitarias en los países y resurgimientos del racismo por reacción contra los inmigrantes en todo Europa y, ahora, lo mismo asoma en los Estados Unidos de Donald Trump.
El presidente acusa a la inmigración por los problemas de seguridad y a la "cultura woke" por la crisis identitaria de su país. Desde hace treinta años, el académico y escritor norteamericano Samuel Huntington viene advirtiendo sobre el choque de civilizaciones y una pérdida del sentimiento de nacionalidad como amalgama de los países occidentales, especialmente, EEUU.
La polarización que proponen Trump y Milei no construye identidad nacional ni unanimidad. La politización de las cuestiones morales es enemiga de la verdad y de la justicia.
Los derechos de las mujeres
El reconocimiento de los derechos de las mujeres y de los integrantes del colectivo LGTB no fue más que la continuidad lógica de una civilización que pone su eje en la dignidad humana. Pero la politización también distorsionó ese avance. Confundir la naturaleza humana con ciertas imposiciones culturales de desprecio o ignorancia de las diversidades sexuales es un exceso distorsivo.
Pretender imponer un "lenguaje inclusivo" es una forma de fundamentalismo que ignora que los lenguajes no se imponen de arriba hacia abajo, sino a la inversa. Negar que hay dos sexos, el masculino y el femenino, es distorsionar la realidad. Y aplicado a educación, es una forma de intromisión inaceptable en la autopercepción infantil, tanto como el machismo homofóbico inveterado en nuestra cultura.
El extremismo contribuyó al debilitamiento de la educación sexual integral en las escuelas, que es imprescindible y que debe ayudar a la convivencia, el respeto y la tolerancia, pero, nunca, hacer dudar a un niño sobre su identidad sexual. A ninguno. Porque si un alumno o una alumna se percibe distinto de lo esperable por las tradiciones ciegas, lo que corresponde es dejarlo ser lo que quiere ser. Para eso están las maestras y maestros, los equipos psicopedagógicos y, en cambio, es nefasta la intromisión de los organismos políticos, aunque se presenten como gremios u ONG. La experiencia del Ministerio de la Mujer durante la presidencia de Alberto Fernández habla por si sola.
Sin embargo, Cuando Javier Milei en el Foro de Davos relativiza la violencia de género, al cuestionar el concepto de "femicidio" lleva al extremo, toscamente, la retórica machista de Trump. ¿Puede ignorarse la evidencia de lo que ocurre con la vida de los hogares donde impera la violencia? ¿Puede relativizarse irresponsablemente la idea de "dominación"? Efectivamente pueden practicarla hombres y mujeres, pero, en materia de abusos, violaciones, golpes y asesinatos, se registran cifras asombrosas que desequilibran la balanza y tienen por víctimas a novias, parejas, esposas y, muchas veces, a los hijos de estas.
El jaque a Occidente
Hay otra batalla que involucra a Occidente, y hoy se manifiesta en la invasión rusa a Ucrania, la guerra entre Israel y los grupos terroristas proiraníes Hezbollah y Hamas.
Los populistas, conservadores o bolivarianos, deberían considerar la proyección posible de esas batallas, Rusia e Irán definen a Occidente como "el enemigo".
La transformación cultural vertiginosa recorre el mundo, con desvaríos extremistas, desde ambos flancos. Y de ese modo, la universalidad de la democracia y los derechos humanos, nunca alcanzada plenamente, ahora se desvanece.