Un buen día, Brasil se transformó en un sueño hecho realidad y un nuevo mundo se abrió ante ellos. Irene y Gonzalo sonrieron, allí estaban por fin, dispuestos a avanzar juntos hacia lo desconocido a corazón abierto, entregados a todo lo que pudiera pasar, sin conocer nada, y con apenas algunas frases aprendidas de portugués. El único contacto previo con el Morro de Sao Paulo había sido burocrático, cuando Irene puso en orden todos los documentos necesarios para obtener la ciudadanía.