El evangelio que leemos en nuestras comunidades es Juan 2, 1-11: “En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como faltó vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”. Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al mayordomo”.
Así lo hicieron, y en cuanto el mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”. Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él”.
Este relato es conocido como las bodas de Caná. Al terminar el texto leemos “este fue el primero de los signos”. En efecto, Juan, presenta a Jesús desarrollando su vida pública en torno a siete signos mediante el cual va revelando su divinidad de Hijo de Dios. Juan habla de signos no milagros. Esta bella escena de las bodas de Caná es el resultado final de la llamada semana inaugural que empieza en Jn 1,35 donde día tras día Jesús se va revelando de manera gradual a sus discípulos y fortaleciendo sus corazones para que crean que es el Hijo de Dios. Explicamos algunos puntos del texto:
“Unas bodas”: la imagen de la boda es frecuente en el Antiguo Testamento para graficar las relaciones del pueblo elegido con Dios pero sobre todo como expresión de Alianza. Aquí, en Caná, es símbolo de la Nueva Alianza del Mesías con la Iglesia.
El lugar es: “Caná de Galilea”: parece que el evangelista piensa en la actual Kefr Kenna a unos 7 km al norte de Nazaret. No sería extraño que también estuviera jugando con el significado del nombre.
En hebreo kanah significa “adquirir” o “crear”, y es uno de los verbos que Dios emplea para expresar que ha adquirido a su pueblo. El verbo se relaciona con la alianza.
“Y estaba allí la madre de Jesús”: esta expresión es curiosa. No se dice que estaba invitada, sino que estaba allí. María pertenece a la boda. Juan nunca la llama María. Ella se transforma en el personaje central del Antiguo Testamento, signo del resto fiel, porque ella es quien va a pedir el milagro de la Nueva Alianza.
“Le dice a Jesús su Madre: no tienen vino”: el vino es símbolo de vida, de amistad, de alegría, de prosperidad. En estas bodas es símbolo de la Nueva Alianza que es Jesús. María al dirigirse a su Hijo Jesús y comentarle que “no tienen vino” está pidiendo a su Hijo que establezca la Nueva Alianza esperada por siglos. Jesús es el vino de la Nueva Alianza. María es la primera en creer en su Hijo, por lo tanto es la primera que toma el vino Nuevo de Jesús.
En labios de María está el deseo y pedido de todos los justos del Antiguo Testamento que esperaron que llegara el tiempo de la manifestación del Mesías.
Jesús reacciona y expresa con las palabras: “todavía no ha llegado mi hora”. Se refiere no a la hora del reloj, sino al tiempo señalado por Dios Padre para que Jesús comience con su ministerio público. María se dirige a los sirvientes de la boda explicándoles que hagan lo que Jesús le diga. Jesús “manda a llenar las seis tinajas de piedra que estaban destinadas al rito de purificación hasta el borde”: para los judíos siete menos uno es símbolo de imperfección, como indicando que la historia salvífica llega a la perfección con la presencia de Jesús presente en la boda.
“Fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él”: dijimos al iniciar la explicación que este es el primer signo de una secuencia de siete signos que Jesús va desarrollando a lo largo de su ministerio público. Estos signos son milagros que van más allá de simples demostraciones de poder. Son manifestaciones de su divinidad y son disparadores que invitan a creer que Jesús es el Hijo de Dios.
Por P. Fabricio Pons SCD