El 10 de enero de 1975, los salteños se enteraron que el Interventor Federal, doctor Alejandro Mosquera, oriundo de la provincia de Córdoba, quería cambiarle el nombre a la calle Caseros de nuestra ciudad. Según contó, días antes había instruido al Lord Mayor capitalino, Juan Carlos Márquez Sosa, para que a esa arteria le impusiera el nombre "Brigadier General Juan Manuel de Rosas". Los dichos de Mosquera se dieron cuando visitó la planta editora de El Tribuno en Limache y dijo: "Ustedes saben que yo instruí al intendente para que cambie el nombre de una calle que se llama Caseros, por el de Juan Manuel de Rosas. Eso significa mucho para mí, porque está dentro de los objetivos de paz fijados por el gobierno de la intervención federal de Salta. ¿Qué significa Caseros para todos nosotros? Luto, llanto y enfrentamiento entre hermanos; yo le voy a dar el nombre del gran restaurador de las leyes, que fue un hombre que amó a su patria, que quiso la unidad nacional; yo que soy abogado, peronista y argentino, no estoy formado para hacer la guerra, ni para matar hermanos. Yo estoy formado jurídicamente para dar vida a instituciones y nunca para enlutar con sangre a mi pueblo y menos para recordar hechos que eso significa. Cuando el pueblo de Salta lea 'calle Brigadier General Juan Manuel de Rosas' dirá: Ese fue un prócer de mi patria….".
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El 10 de enero de 1975, los salteños se enteraron que el Interventor Federal, doctor Alejandro Mosquera, oriundo de la provincia de Córdoba, quería cambiarle el nombre a la calle Caseros de nuestra ciudad. Según contó, días antes había instruido al Lord Mayor capitalino, Juan Carlos Márquez Sosa, para que a esa arteria le impusiera el nombre "Brigadier General Juan Manuel de Rosas". Los dichos de Mosquera se dieron cuando visitó la planta editora de El Tribuno en Limache y dijo: "Ustedes saben que yo instruí al intendente para que cambie el nombre de una calle que se llama Caseros, por el de Juan Manuel de Rosas. Eso significa mucho para mí, porque está dentro de los objetivos de paz fijados por el gobierno de la intervención federal de Salta. ¿Qué significa Caseros para todos nosotros? Luto, llanto y enfrentamiento entre hermanos; yo le voy a dar el nombre del gran restaurador de las leyes, que fue un hombre que amó a su patria, que quiso la unidad nacional; yo que soy abogado, peronista y argentino, no estoy formado para hacer la guerra, ni para matar hermanos. Yo estoy formado jurídicamente para dar vida a instituciones y nunca para enlutar con sangre a mi pueblo y menos para recordar hechos que eso significa. Cuando el pueblo de Salta lea 'calle Brigadier General Juan Manuel de Rosas' dirá: Ese fue un prócer de mi patria….".
A dos días de las declaraciones del interventor Mosquera, El Tribuno entrevistó al intendente Márquez Sosa quien muy sonriente y cauto evitó una definición terminante, pero confirmó las instrucciones sobre la calle Caseros. Fue entonces que adelantó que ante todo había que resolver un problema. "Ocurre -dijo- que el Concejo Deliberante recientemente disuelto, ya había bautizado a una avenida de Villa Lavalle con el nombre de Juan Manuel de Rosas…".
Silencio ruidoso
Luego de estas declaraciones, tanto el interventor Mosquera como el intendente Márquez Sosa, se llamaron a silencio y no volvieron a menear el tema. Y en ese sentido fue más que ruidoso el silencio de las tradicionales agrupaciones del peronismo local, como también de figuras lugareñas que a menudo exaltaban la figura de Rosas. Entre ellos, los doctores Horacio Bravo Herrera y Juan Carlos Cornejo Linares, este último, senador nacional en ejercicio y autor del proyecto de ley de repatriación de los restos de Rosas. Solo defendieron la postura oficial a través de comunicados de prensa, el Comando de la Juventud Peronistas -José Zapia, Oscar Ale, Hugo Mazza y Oscar Chapur-, y la Juventud Sindical Peronista -Carlos Melian, Carlos Bellido y Miguel Alderete-. También fue elocuente el silencio del resto de los partidos políticos salteños, quizás por aquello de "no gastar pólvora en chimango".
Pero en medio de ese ruidoso y elocuente silencio hubo una durísima y extensa réplica por parte del señor Juan José Castellanos, en una carta que El Tribuno publicó el 14 de enero y que por razones de espacio no podemos incluir. Allí, Castellanos no escatimó críticas tanto a la iniciativa de la intervención federal como a la memoria de Juan Manuel de Rosas. Un párrafo de la misiva es el botón de muestra: "En la batalla de El Palomar de Caseros, realizada el 3 de febrero de 1853 (sic), la libertad derrotó a la tiranía; el sentido de la unidad nacional al egoísta fanatismo centralizador y el amor al odio que imperaba en la Nación Argentina…".
Violín en bolsa
Y así fue que a los 10 días de haberse anunciado con bombos y platillos el cambio de nombre de la calle Caseros, el intendente Márquez Sosa, ya olvidado de las instrucciones recibidas, de repente desempolvó una vieja ordenanza de la "Revolución Argentina". Era la N° 5/69, con la cual -según dijo- se daría a la tarea de iniciar en días más, una ruidosa campaña de moralización donde clausuraría de un plumazo y sin miramientos, los más conocidos centros de diversiones "Non Sanctas" que por entonces tenían los salteños, ubicados entre las calles Zavala y avenida Independencia. Recordemos que por esa jurisdicción más conocida como "El Bajo Grande", funcionaban whiskerías y hoteles por hora como "Don Juan", "La Garzonier", "Huguito", "43", "Tequila Gogó", "El Globo" y "La Strada", entre otros. El único que quedaba a salvo de la campaña moralizadora era "El Faro".
Comienza el raid
La noche del 21 de enero, comenzó la anunciada campaña moralizadora desde Córdoba al 800. Desde esa esquina, el intendente Márquez Sosa partió rumbo al primer objetivo: la recordada whiskería "La Doble V". Luego de inspeccionada, procedió a cerrar el establecimiento y colocar una vistosa faja de clausura con grandes letras de color rojo. Acto seguido, el Lord Mayor rumbeó para otra esquina de añejo renombre: Catamarca y Pasaje "El Sol", donde estaba nuestro "Moulin Rouge", propiedad –según el parte de prensa- de la renombrada "madame" salteña, doña Sara Farfán de Robles. Luego de clausurar el afrancesado recinto y dejar un racimo de chicas a la intemperie, Márquez Sosa y su séquito continuó la marcha hasta alcanzar la calle Córdoba, a la altura del emblemático "1514". Eran exactamente la 1.10, cuando la brigada de los "angélicos" ingresaron a la "Whiskería Darling" -así se llamaba por entonces- para clausurar el establecimiento, no sin antes husmear y realizar una prolija recorrida por sus acogedoras instalaciones. Concluido el trámite, la patrulla con Márquez Sosa a la cabeza, se dirigió a la whiskería "Patricia", ubicada en Independencia al 700, justo cuando los gallos del vecindario del Matadero, ya anunciaban la llegada del alba chica del nuevo día.
Pero a la noche siguiente, cuando fotógrafos y periodistas estaban ansiosos por acompañar al intendente Márquez Sosa en su nuevo periplo por el "Bajo Grande", llegó una inesperada noticia: la campaña de "moralizadora pública" había sido suspendida. Al día siguiente, en una conferencia de prensa, el jefe comunal dijo que la tan meneada Ordenanza N°5/69, había sido derogada y que por lo tanto, todo los boliches recientemente clausurados, esa misma noche podían reabrir sus puertas, portezuelas y ventanales. Y al final agregó, una velada amenaza: todos los negocios impíos, en seis meses debían mudarse más allá de la Independencia. Por supuesto, al vencer el plazo nadie había dado ni un tranco de pollo en el "Bajo Grande". Solo el paso del tiempo logró lo que la "cinco barra 69" no pudo hacer en su momento.
Y así, a cincuenta años podemos repetir con el tango: "todo está como era entonces…": la calle Caseros, la de "El Cocherito" y el "pancero", sigue llamándose igual, tal como algunos hotelitos que aún subsisten gracias al "amor" que aun reina en la antigua jurisdicción del "Bajo Grande".