Jésica Gutiérrez sigue desaparecida. Sus hijos quedaron huérfanos y su familia destrozada por la incertidumbre. Nadie se resigna a creer que Jésica ya no está entre nosotros. Tampoco pueden cerrar la búsqueda de la joven madre, porque la esperanza es, tal vez, lo último que se pierde.
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Jésica Gutiérrez sigue desaparecida. Sus hijos quedaron huérfanos y su familia destrozada por la incertidumbre. Nadie se resigna a creer que Jésica ya no está entre nosotros. Tampoco pueden cerrar la búsqueda de la joven madre, porque la esperanza es, tal vez, lo último que se pierde.
El caso se asemeja a otros tantos que la ciudadanía salteña ya tiene asimilados como parte de su acervo de justicia. Uno de los más cercanos es el de María Cash, cuyos últimos pasos quedaron registrados en el expeaje Aunor. Hay otros casos más complejos aún, que tuvieron resoluciones judiciales que, con el tiempo, se fueron desmoronando por la falta de fundamentos. Hubo otros que todavía levantan un polvaderal de dudas, y también aquellos en los que hubo condenados a penas severísimas, aun cuando no se halló el cuerpo del delito. La mayor similitud entre estos casos es que, en todos ellos, las víctimas desaparecidas (en su momento o aún en esa condición) fueron mujeres.
Jésica Gutiérrez quedó registrada en video mientras pasaba por la plazoleta Pastor Lizondo, minutos antes de su desaparición. En esas imágenes se la ve completamente despreocupada, atendiendo un último mensaje en su celular, en la soledad de la noche del 10 de septiembre. La plazoleta se encuentra sobre la avenida El Jardín, donde está la sede de la policía de La Caldera. Según su familia, la joven pasó frente a esa dependencia solo un par de minutos antes.
Las imágenes muestran a Jésica despreocupada, con un paso normal, y en un momento dado se la ve atendiendo su celular, aparentemente revisando un mensaje.
A casi cinco meses de su desaparición, una hermana de la joven madre dijo ayer a El Tribuno que la búsqueda ya cesó y que solo se está investigando a través de testimoniales.
Aclaró también que la naturaleza ya hizo un trabajo profundo en toda la ribera del río La Caldera y que, si quedaba algo por rastrillar, el agua ya se lo llevó.
Sin embargo, es humanamente imposible aceptar que algo tan brutal como la desaparición de una madre y la muerte dudosa de su pareja, quien también era el padre de sus hijos, pueda quedar sin respuestas.
Para los familiares consultados ayer, lo más importante podría estar en su teléfono.