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Yeizel, el muchacho lituano que eligió otra "tierra del sol".

La presentación del libro se realizó en el Centro Cultural Tartagal en el contexto de los 100 años de vid institucional de Tartagal.  
Viernes, 20 de diciembre de 2024 08:45

El contexto por la celebración de los 100 primeros años de vida institucional de Tartagal fue el marco en el que diversas manifestaciones culturales rindieron tributo a la Ciudad Centenaria y la presentación de "Yeizel Katz y la valija de los sueños" de autoría del escritor Héctor Cabot, fue una de ellas.

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El contexto por la celebración de los 100 primeros años de vida institucional de Tartagal fue el marco en el que diversas manifestaciones culturales rindieron tributo a la Ciudad Centenaria y la presentación de "Yeizel Katz y la valija de los sueños" de autoría del escritor Héctor Cabot, fue una de ellas.

La presentación del libro se realizó en el Centro Cultural Tartagal y más alllá de reflejar la vida de este muchacho lituano llegado a comienzos de la década del '20 desde esa alejada región de Europa y luego de la devastación de la guerra, fue una forma de reflejar el Tartagal de aquel entonces, el de unas pocas calles  "céntricas" de tierra que se extendía a lo largo de las vías del ferrocarril Belgrano, el mismo que sembró los pueblos de la Argentina profunda, o las otras colindantes como la actual Alberdi, Warnes o San Martín porque a eso solo se limitaba el pueblo nacido, primero como paso de los vendedores que en carretas, a pie o lomo de mula comerciaban con Bolivia, luego afianzado  un poco más por la explotación de los montes vírgenes del norte salteño y finalmente por el descubrimiento del petróleo que catapultó a los pueblos del norte como Tartagal para  convertirse en grandes centros poblados en medio de ese infinito chaco ubicado al pie de las serranías del oeste.

Cabot recordó en su libro que el papá de Yezel Katz emigró desde el norte de Lituania, la tierra del sol como se  identificaba a esa región; el destino quiso que   su hijo y un par de hermanos eligieran otra tierra en la que el sol muchos meses del año se muestra impiadoso. El escritor recordó a Katz con esa imágen grabada en los más antiguos pobladores de Tartagal, parado en la vereda de su negocio,  despidiendo al último de sus empleados; seguramente hay muchas remembranzas  de quienes lo conocieron, quienes mantuvieron con él  ese diálogo afable y sincero  con el dueño de  Casa El Gato como llamó a su negocio; y es que  su pretensión iba mucho más allá de una   venta lisa y llana; Yeizel quería  hablar, conocer, interactuar con quienes habrían de ser sus clientes casi amigos de décadas y cuyos hijos  y nietos heredarían la misma costumbre de llegar al comercio  en una mañana o una tarde, casi un paseo familiar.   Es esa la magia, la calidez de los comercios de los pueblos chicos que en las grandes ciudades ni siquiera lo imaginan y  por eso no saben  qué momentos  bonitos  pierden de vivenciar.    

La emoción los ganó a los 4 hijos de Yeizel y de Berta, esa muchacha a la que el  lituano conoció en Buenos Aires entre integrantes de su comunidad y que fueron parte de la historia del pueblo, más allá que en algunos años extendió sus actividades a otros lugares, eligiendo siempre el norte para sus emprendimientos. Tanto los ganó que pasados varios días de la presentación del libro  era difícil que hablaran sin que la voz se les quebrara, no solo por el recuerdo de sus padres sino por esa sensación de gratitud que a veces no puede traducirse en palabras aunque inunde el corazón. Y es que muchos ex empleados, ex obreros de la firma, clientes de antes y actuales  fueron a acompañarlos en el centro cultural que estuvo colmado de familias que retribuyeron con el más noble de los sentimientos que es la sinceridad, lo que tantos años recibieron del propio Yeizel Katz.    Las anécdotas de tantos años de trabajo, de generar fuentes de empleo, de invertir en su nueva tierra fueron muchas como el hecho de que el propio Yeizel se ocupaba de hacerle el seguimiento a los empleados que trabajaban en su firma y no sabían leer o escribir, algo tan propios de aquellos años. 

Yeizel es, como tantos inmigrantes llegados de lugares tan alejados, cargando consigo culturas tan diferentes,  base y cimiento de Tartagal, la ciudad que este año cumplió 100  jóvenes años de vida institucional aunque su asentamiento poblacional tenga unos cuantos años o unas cuantas décadas más de vida

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