La “teoría del cerco” fue un análisis establecido por la izquierda del peronismo en el transcurso de la década de 1970. Según aquel criterio, el poder ejecutivo nacional (el general Perón) estaba aislado de sus valores por elementos de derecha (el policía López Rega), y por ello tomaba decisiones sociales, políticas y económicas contrarias a los intereses votados y perjudiciales para las mayorías. La “teoría del cerco” justificaba al presidente, y ubicaba a quién creía que era el verdadero adversario dentro del movimiento.
El actual poder ejecutivo nacional postula que “el bien organizado es la única manera de combatir el mal organizado”. Dentro de su partido, hay quienes piensan que los hijos de las Madres de Plaza de Mayo fueron matados con “toda Justicia”, porque “el mejor terrorista es el terrorista muerto”, sin aclarar si el sustantivo -que también puede ser usado como adjetivo- hace alusión a un juicio con condena de muerte, o a un capricho atroz.
¿Serán individuos “con agenda propia” que no “acatan la línea del partido”, y por lo tanto expulsados de inmediato, antes de que alcen el cerco (porque Roma no paga traidores, como dijo Quinto Servilio Cepión)? ¿O habrán expresado lo que de verdad piensa el poder?
“En nuestro gobierno somos implacables”, abulta el habla oficial. ¿Se trata de una promesa, y por lo tanto de un performativo, de dichos que no pueden evaluarse en términos de verdad o falsedad, porque son algo que excede los límites del análisis lingüístico? ¿O de otro éxito del cerco, que, citando a Lenin, afirma que "sin teoría revolucionaria no puede haber un movimiento revolucionario"?
Un león no se va del Serengueti
Dentro del partido, se escucha que hubo mujeres en Argentina que “criaron a chicos para matar, para poner bombas, para secuestrar, para torturar”, y que “cuando a esos chicos los mataron fueron a llorar”. ¿Se referirían a la madre de Jorge Omar Cazorla?
En 1998, cuando en España gobernaba Aznar, en el consulado español de Ginebra hizo una declaración Graciela Geuna, la esposa de Jorge Cazorla. Sus dichos fueron oídos en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención La Perla, Córdoba.
“…me trasladaron a una sala”, testimonió, “estaba de pie, me caía por las heridas producidas por tantos golpes y por la caída del auto y la imagen de mi marido muerto”. Continuó: “me llevaron al establo, a pocos metros de la sala de tortura, pude ver a Jorge, me permitieron besarlo, pero no cerrarle los ojos”.
El gobierno alardea con que “nunca hay que negociar las ideas para rascar un voto”. Y sentencia que “… los derechos humanos no admiten doble vara. Los derechos se respetan o no se respetan”. En aquel día de 1998, Graciela Geuna contó que “…luego de darme una paliza pude conseguir una hoja de afeitar que habían olvidado sobre el escritorio e intenté cortarme las venas. Me la confiscó Tejeda quien me dijo: ‘no te vas a poder morir nena, aquí vas a vivir todo el tiempo que queramos nosotros, aquí somos Dios’. Matarse era la única manera de huir de ese horror, de la tortura, pero tampoco era posible”.
¿Quién le teme al Gordo sagaz?
¿Será el cerco el que convoca a empresas transnacionales, fundaciones y corporaciones de entretenimiento para demoler la “ideología de género”, porque pervierte los valores occidentales y cristianos sobre la familia y el “derecho a la vida”? ¿Allí es donde progresan los libertarios antiprogresistas, los patriotas nacionales, pero no estatales, los conservadores dinámicos y los tradicionalistas no radicales?
Evelyne Lamartine fue la superiora de las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. Habló de aquellos días de diciembre de 1977. “Acompañé a Alice a tomarse el colectivo y ya no la volví a ver”. El 10 se llevaron a Leonie Duquet de la parroquia San Pablo, en Ramos Mejía. Con el tiempo se supo que ambas fueron llevadas a la ESMA, y arrojadas con vida en un vuelo de la muerte. Sus cuerpos, devueltos por el mar y reconocidos por el Equipo Argentino de Antropología Forense, descansan en la Iglesia de la Santa Cruz.
El actual poder ejecutivo nacional acuñó que defiende una causa justa y noble. El cerco azota con la anatomía del estado como organización criminal, como invención del Maligno, como fiscalidad corrosiva. Acelera, armado con un argumentario lleno de falacias, un vocabulario repleto de bestias, un bestiario plagado de bocetos.
¿Quién será el ventrílocuo y quién el muñeco de papel maché? ¿El poder ejecutivo será el ventrílocuo, el cerco será el muñeco? ¿Viceversa? ¿Uno es el otro y el otro uno? ¿Alguno es ambas cosas? Poco, pero se sabe: ambos cumplieron un año. Y algo se huele: que seguirán huyendo para adelante.