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Espectáculos |TENDENCIAS

¿Por qué no podemos evitar ver películas sobre Navidad?

Son cursis, son predecibles, y sin embargo son el gran éxito de las plataformas, que año tras año nos inundan con nuevas propuestas, comedias románticas o familiares que transcurren bajo el arbolito navideño. Las razones detrás del suceso

¿Por qué no podemos evitar ver películas sobre Navidad?

El final de “Mi pobre angelito”: el reencuentro de Kevin y su mamá

16 de Diciembre de 2024 | 01:08
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Las Fiestas son un momento del año ambiguo: para algunos difícil, por melancolía de lo que ya no es, por la insoportable felicidad fingida que sobrevuela alrededor; para otros, un momento mágico de reencuentro, vitel toné y regalos. Ese segundo grupo ha convertido a las películas navideñas en el cine preferido de las plataformas on demand en diciembre.

Que quede claro: cine navideño hubo siempre, de “Qué bello es vivir” a “Duro de matar”, de “Una Navidad de Charlie Brown” a “Mi pobre angelito”, de “Realmente amor” a “Los que se quedan”. También lo tuvimos en Argentina, con películas como “Felicidades” o aquel recordado episodio de “Los Simuladores” que jugaba con el estereotipo de esas películas memorables.

Clásicos que llegaban a la pantalla en tiempos de Fiestas esperando capitalizar ese sentimiento extraño de nostalgia y alegría que aporta Navidad. Pero eran pocas por año: primero con el cable y ahora con las plataformas, la temporada navideña ofrece en este siglo un verdadero alud de cine con arbolitos de Navidad. Algunas para toda la familia, otras románticas, pero todas predecibles, cursis, edulcoradas.

Dicen los críticos, claro, porque por algo plataformas como Netflix lanzan decenas de películas navideñas alrededor de esta época. A los especialistas les darán vergüenza ajena las desventuras románticas de una exitosa empresaria en el pueblito del que se fue para, pensaba, no volver, y encuentra en su regreso a su hogar familia y un inesperado amor. Pero al público no: al espectador, a cierto espectador (el del vitel toné), le encantan.

¿Por qué? Podemos citar numerosos estudios hechos en prestigiosas universidades por sociólogos, psicólogos, críticos cinematográficos. Pero las razones son bastante sencillas, a saber:

1) Son simples, predecibles. Y eso que para el crítico puede parecer una película en serie, formulaica, industrial, para el espectador es justo lo que necesitaba: entretenimiento con final feliz. Es comida confort, una zona segura cinematográfica. ¿Quién quiere encariñarse con un personaje para que muera de una enfermedad terminal, o hinchar por una pareja para que la vida moderna los separe? ¿Y quién quiere hacerlo, sobre todo, a fin de año, mientras llegamos arrastrándonos a fin de mes, en busca de unos días de tranquilidad, que serán menos de los necesarios? ¿Quién quiere un sacudón emocional justo en las Fiestas, cuando el recuerdo de los que no están nos enturbia la mirada en momentos insospechados?

Vivimos tiempos de estrés crónico, incertidumbre laboral, burnout, inflación. Sobrevivimos a una pandemia, y dicen que vienen más. Al llegar a casa, no necesitamos más incertidumbre: queremos ver una historia que sepamos cómo termina. Y que termine bien.

2) Se nutren de la magia del reencuentro, de la familia, de la comunidad. No todo es confort: hay en el cine navideño un aspecto mágico, que, por supuesto, afecta sobre todo al que elige creer. El que no cree en la magia buscará ver el fondo de la galera del mago, cínico, pero el predispuesto a creer abrazará ese azucarado menú cinematográfico hecho de familia, de amor, de amistad, los temas habituales del cine navideño que retratan a protagonistas perdidos que se reencuentran al encontrar contención, amor, al recuperar su familia, su sentido de pertenencia.

Eso vuelve al cine navideño no solo fast food para el alma en pena, sino también un vehículo poderoso de emociones terapéuticas, que nos invitan a volver a creer en una vida cálida en comunidad. Las películas navideñas nos hacen más felices.

3) Dice la psicóloga de medios Pamela Rutledge: “Casi que uno se decepcionaría si no fueran un poco cursis y predecibles, porque ese es el motivo por el que estás ahí: estás ahí para ver una película que se sienta feliz, que reduzca el estrés y refuerce los sentimientos de esperanza y renovación que las Fiestas traen”.

Es, por un lado, un combo perfecto de confort y esperanza. Pero, por otro, es un tiempo de defensas bajas, donde necesitamos justamente volver a creer. Las Fiestas nos ponen sentimentales, el fin de año nos agarra cansados, en muchos aspectos vencidos. El cine navideño, acompañado encima, habitualmente, por perfecta música melancólica que abraza nuestro estado de ánimo, no tiene la culpa de ser tan rico y alto en grasas saturadas como el mantecol: por algo necesitamos esa dosis recargada. El cine navideño acomoda al que todavía quiere creer: es una fantasía, pero necesaria.

 

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