Al modo de esos libros de Georges Perec donde registra acontecimientos que parecen banales, me quedé pensando en cuáles son los números que quedaron grabados a fuego en mi memoria. Vale como ejercicio para cada uno de nosotros, ya saben que la memoria es nuestra identidad. Primero, una aclaración de esas antropológicas que me gustan. Antes que la letra, en la historia de la humanidad, fue el número. Aquello que podían retener los escribas en sus cabezas, acerca de las propiedades y los tributos que debía cobrar el Emperador a sus súbditos. Luego fue el número asentado mediante algún tipo de escritura: grabado en arcilla, los quipus, etc., y su objetivo siempre fue llevar la cuenta de los impuestos. No había misión poética aquí.
El primer número que guardo como más lejano en mi historia, está compuesto de un dúo y es el origen de mi historia. El número de teléfono de la casa natal adonde vivía mi padre, era 28-919. Mi madre solía trabajar con mi abuelo en el negocio de calzado céntrico y el teléfono era 27-919. Al parecer, cierta vez ella telefoneó desde su casa al negocio y discó un número por error. Al otro lado atendió quien se convertiría en mi papá.
De la docena de casas en las que viví, recuerdo la dirección de una sola de mi infancia: Salta 1499, 3ro D. Mi familia se mudó allí cuando yo tenía cinco años. Recuerdo que a esa corta edad, yo que desde chica fui muy drama queen, tras una pelea con mi mamá le dije que iba a tirarme por el balcón. Ella me gritó que lo hiciera y al otro día, vino un herrero y enrejó todo el balcón. Por supuesto que también recuerdo la dirección de la casa adonde nos mudamos cuando yo tenía trece y viví toda mi adolescencia allí, y aun mi padre vive en ese domicilio. No podría olvidarlo porque pertenece al presente, no al pasado como las otras casas.
Recuerdo el número de carnet de la Biblioteca Argentina Juan Álvarez de Rosario, 28919, adonde me formé. Recuerdo el número de mi carnet de Argentores, poco después de llegar de Rosario y asociarme: 20955.
Respecto de las fechas podríamos decir que uno tiene memoria de las históricas, el Día de la Independencia, la Navidad, alguna batalla, el fallecimiento del Padre de la Patria. Habrá algún santo, alguna fecha peculiar donde se festeje que no se festeja nada, como la celebración del NO-CUMPLEAÑOS en la Merienda de Locos, de Alicia en el País de las Maravillas. Y están las fechas familiares. Las mías, las típicas: recuerdo todos los cumpleaños de mi familia, incluidos mis abuelos, y la fecha de fallecimiento de mi madre. Es la única fecha de muerte que recuerdo y es la más importante del mundo. Mi memoria falla en los cumpleaños de los ex amores, y en las fechas de casamiento y de ruptura; no sé por qué. Supongo que el dolor de aquellas separaciones emborronó con lágrimas las fechas. El ejercicio del recuerdo, tan tanguero, afirma quienes somos. ¿Hacen la lista de sus números?
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