Una celebración platense que enaltece a la mejor tradición de la Argentina

La colorida celebración del Día de la Tradición, realizada el domingo en nuestra ciudad, no sólo enalteció el legado gauchesco y recordó en su fecha de nacimiento al poeta José Hernández –que junto a su hermano Rafael se constituyeron en figuras preponderantes de la fundación de La Plata- sino que sirvió para que la sociedad tome mayor conciencia sobre su pasado y acerca de las obligaciones que le plantean el presente y el futuro, todas ellas enraizadas en la mejor identidad nacional.

Como se sabe, los festejos tuvieron como escenario las calles de Meridiano V, con un desfile inicial sobre calle 71 desde 13 hasta 19 que permitió ver –ante el numeroso público convocado- el paso de caballos montados por criollos ataviados con prendas gauchas, que así quisieron, frente a la antigua estación del ferrocarril provincial, honrar a la tradición argentina.

En esa festiva ocasión desfilaron, además, numerosas peñas regionales, en tanto que los vecinos se sumaron con bailes folklóricos tradicionales en el playón de 17 y 71, disfrutando así una tarde especial en el histórico barrio platense.

La jornada incluyó una ceremonia en la que autoridades municipales izaron la Bandera Nacional y colocaron ofrendas florales en el Monumento al Gaucho en Tolosa y en el Monumento a José Hernández ubicado en diagonal 73 y bulevar 82, dos espacios icónicos de la tradición.

Se conoce que la identidad argentina, se nutrió, además de la nativa, con culturas de todos los países y razas. Inmigrantes que llegaron a fines del siglo XIX y en décadas posteriores –que fueron en su mayoría de extracción humilde: albañiles, horticultores, tamberos, pequeños comerciantes- supieron sin embargo incorporarse en forma rápida y natural al país que los recibió y participaron tanto de su dinámica diaria como de las fiestas patrias, honrando a los próceres que ya lo fueron también para ellos.

Las fiestas patrias se celebraban, tradicionalmente, el mismo día. Los chicos tenían que ir a la escuela en esa fecha. Con ellos iban sus padres y de allí, tomaban el “chocolate patrio” y en muchas ciudades, se dirigían después a ver el desfile.

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A las fiestas patrias –como debiera ser considerada esta, la de la Tradición- se las llamaba “efemérides”, una palabra que no debiera ser olvidada. Significa el recuerdo de un acontecimiento notable.

La historia argentina se enseñaba bien temprano en las escuelas. No se esperaba que los alumnos crecieran. Maestras y profesores estaban convencidos de que los chicos entenderían.

En los primeros grados los alumnos ya tenían noticias de las invasiones inglesas, de la Reconquista impulsada por Liniers, de los virreyes, de la Primera Junta, hasta de las discordias entre Moreno y Saavedra, del aporte heroico de Belgrano y Güemes. Los pequeñitos dibujaban de memoria el Cabildo.

La escuela pública, la educación como legado que se inculcaba, parecía haber tomado como suya aquella máxima que San Martín escribió para su hija Mercedes, pidiendo que se la inspirara –esa fue la palabra que empleó- en el amor a la Patria y a la libertad. En cada una de las fiestas patrias los pequeños argentinos recibían el mismo mensaje de sus mayores, ya fueran padres o docentes.

Por ello debe valorarse esta recordación de la tradición que acaba de concretarse en nuestra ciudad y confiar en que, año tras año, se sumen a ella mayores franjas de la población.

En el caso de La Plata, la celebración cae también en un mes emblemático como lo es el de noviembre, que es cuando se fundó la Ciudad. Asimismo, la ocasión resulta oportuna para valorar una vez más el aporte de las entidades nativista de la Región que mantienen viva las más fidedignas costumbres de nuestro país.