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El trágico precio de belleza, en la pantalla

El cine se metió este año con su fascinación y obsesión por los cuerpos en una serie de películas que generan gran polémica

El trágico precio de belleza, en la pantalla

“La sustancia”, un jugado papel para Demi Moore

26 de Octubre de 2024 | 04:10
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El tema de moda en Twitter cine es “La Sustancia”: en la película donde Demi Moore bebe un elixir de la juventud que, por supuesto, tiene monstruosos efectos secundarios,

Coralie Fargeat, su directora, lleva a Moore, celebrada por su osadía en la película, lleva al espectador en un viaje para nada sutil hacia los horrores de los elevados estándares de belleza en la sociedad y la obsesión por la belleza y la juventud.

Una película grotesca, desquiciada, carnosa, provocadora, que se estrenará en Mubi la semana que viene y que revela lo que plantea Gary Oldman en otra película, “Partenope”, de Paolo Sorrentino: “La belleza es como la guerra”. La película del director italiano de “La grande bellezza”, que llegaría a Argentina en Navidad (aunque falta confirmación), es otra de las películas que este año que reflexiona sobre la belleza, su poder perturbador y su costo. El cine ha tenido durante años una relación de fascinación con la belleza, y el precio de perseguir y sostener ese estado de rozagante juventud y estándares imposibles ha llevado a tantos a la desesperación y la muerte: ese doble filo entre la fascinación y la obsesión ha engendrado en la industria mucho cine de terror, como “La Sustancia”, donde lo monstruoso emerge como pus de una sociedad que finge glamour y bienestar.

La película protagonizada por Demi Moore (que, de alguna manera, hace de sí misma: la actriz ha sido descastada de Hollywood al madurar y ha reconocido sufrir trastornos de imagen) se estrenó en el Festival de Cannes, al igual que la de Sorrentino y otra más, “Anora”, de Sean Baker, que reflexiona sobre la belleza. Iba a estrenarse la semana que viene, aunque se postergó su llegada hasta enero, seguramente para estar más cerca de la época de nominadas al Oscar: la película de Sean Baker ganó la Palma de Oro en el festival francés y se posiciona como una de las candidatas en los Premios de la Academia, gracias a una apuesta bien física, que venía escaseando en el cine higienizado de Estados Unidos.

En la película, Mikey Madison interpreta a una stripper ruso-estadounidense de 23 años que vive en Brooklyn. Baker, director de “The Florida Project” y “Red Rocket”, tiene buen ojo para ver cómo la estratificación social se filtra incluso en las relaciones más íntimas de sus protagonistas.

“Anora” comienza con cuerpos retorciéndose a cámara lenta en el club de striptease donde trabaja Anora (Madison). Es allí donde “Ani” conoce a un joven y bobalicón cliente ruso llamado Ivan (Mark Eidelstein), que rápidamente queda cautivado y la contrata para acostarse con él durante una semana. En una escapada a Las Vegas inducida por la ketamina, se casan impulsivamente. Ivan es hijo de un oligarca ruso, así que Ani cree que le ha tocado la lotería. Pero poco después de su regreso, los leales secuaces del padre de Ivan -ellos mismos subordinados de la clase trabajadora- llegan para conseguir la anulación. Lo que sigue es farsesco y divertido hasta que resulta devastador, con un acto final que expresa algo trágico sobre el sexo transaccional, y quizá incluso sobre el amor en tiempos de capital.

“Anora” fue celebrada y premiada en Cannes, pero en el mismo festival “La Sustancia” fue discutida, quizás por diseño: la película de Fargeat disfruta metiendo el dedo en la llaga, con una monstruosidad visceral que convierte la metáfora de de la cineasta sobre el costo de la belleza y la presión social en una experiencia física repulsiva para el espectador.

Para la directora, la película es entonces una herramienta de confrontación: “No conozco a ninguna mujer que no padezca un trastorno alimentario u otro tipo de violencia contra su cuerpo”, declaró. “Creo que esa violencia es la que es muy extrema”.

 

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