La microbiología agrícola se enfrenta con desafíos que limitan su integración y aplicación masiva en los sistemas productivos agrícolas. Uno es el uso excesivo de agroquímicos. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el empleo de fertilizantes químicos aumentó más del 30% en las últimas dos décadas. Este incremento produce una alteración en las comunidades microbianas y disminuye su capacidad para promover el crecimiento vegetal de manera natural y sostenible.
Otro factor preocupante es la degradación de suelos agrícolas. Un informe de las Naciones Unidas señala que afecta al 33% del total a escala mundial, lo que impacta sobre la capacidad de los microorganismos para mantenerse activos, creciendo y multiplicándose.
Tanto la pérdida de materia orgánica como la compactación del suelo disminuyen la actividad microbiana y limitan en consecuencia la fertilidad natural del suelo.
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Por otra parte, el cambio climático altera las condiciones de temperatura, humedad y precipitación en muchas regiones agrícolas, lo cual también afecta el equilibrio de las comunidades microbianas del suelo.
Según estudios recientes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), las variaciones climáticas extremas están impactando negativamente en la salud del suelo y, en consecuencia, en su biota microbiana.
En muchos casos,finalmente, los productores agrícolas no suelen tener a su alcance el conocimiento necesario para aplicar estrategias basadas en la microbiología del suelo. Además, la falta de políticas públicas que incentiven la investigación y adopción de prácticas basadas en la biotecnología microbiana limita el desarrollo de soluciones microbiológicas a gran escala.
No obstante estas problemáticas, la microbiología agrícola surge como una herramienta clave para restaurar la salud del suelo y mejorar la productividad agrícola de manera sostenible. Por ejemplo, las bacterias promotoras del crecimiento vegetal y los hongos micorrícicos pueden incrementar la absorción de nutrientes por parte de las plantas, mejorar su resistencia a enfermedades y tolerar estreses abióticos, para aumentarde esta manera los rendimientos de los cultivos. De hecho, se ha demostrado que las bacterias promotoras del crecimiento vegetal aumentan la productividad de los cultivos de maíz y trigo hasta en un 20% en suelos con bajo contenido de nutrientes.
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Por otra parte, microorganismos como los rizobios pueden fijar el nitrógeno atmosférico y reducir la dependencia de fertilizantes nitrogenados sintéticos. Esta capacidad es vital tanto por el costo de los fertilizantes como por su empleo excesivo, que ocasiona efectos negativos en el ambiente.
La productividad agrícola puede verse afectada por suelos naturalmente deficientes en fósforo disponible para las plantas. En este contexto, es relevante el rol que toman las bacterias y hongos solubilizadores de fosfatos, dado que permiten que este nutriente, presente en la roca fosfórica u otras formas no asimilables para las plantas, sea liberado y aprovechado por las plantas.
En un mismo sentido, el uso de biopesticidas, como los productos basados en Bacillus thuringiensis, permite controlar plagas de insectos de manera efectiva, reducir el uso de pesticidas químicos dañinos y preservar el equilibrio ecológico en los ecosistemas agrícolas.
En un escenario de degradación del suelo, cambio climático e inseguridad alimentaria, las políticas agrícolas y las prácticas de manejo deberían estar enfocadas en la regeneración de la salud del suelo mediante el uso de microorganismos beneficiosos.
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En este sentido, tiene un rol fundamental la promoción del uso de biofertilizantes y biopesticidas en combinación con técnicas de cultivo de conservación, para restaurar la biodiversidad microbiana del suelo. Para que estas soluciones sean adoptadas a gran escala, los gobiernos y las instituciones internacionales deben invertir en investigación y desarrollo, para crear incentivos destinados al desarrollo de tecnologías basadas en microorganismos.
Un protagonista central para que la implementación de estas soluciones se lleve adelante es la formación de los productores agrícolas. Es fundamental que comprendan los beneficios y adopten las técnicas necesarias para aplicar microorganismos en sus sistemas productivos y cada vez más se sumen a estas propuestas.
La microbiología agrícola no sólo puede mitigar varios de los problemas actuales, sino también allanar el camino hacia un modelo agrícola más sostenible, eficiente y resiliente frente a los desafíos climáticos y productivos del siglo XXI.