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Para hacer frente a la crisis, crece la venta de comida callejera en Salta

Cada vez son más los lugares en los que se instalan puestos con vendedores que tratan de procurarse el sustento diario. Ofrecen empanadas, papas con queso, tamales y pollo a la parrilla.
Lunes, 05 de agosto de 2024 00:00
 Para hacer frente a la crisis, crece la venta de comida callejera en Salta  Para hacer frente a la crisis, crece la venta de comida callejera en Salta
Un puesto de venta de pollos a la parrilla, sobre la avenida Roberto Romero, en la zona sur de la capital salteña. Javier Rueda

El aroma inconfundible a pollo a la parrilla o empanadas sobrevuela los domingos en las avenidas Felipe Varela, Arturo Jauretche y Roberto Romero, en las zonas sudeste y sur de la ciudad de Salta. Bastante gente se arrima para comprar media docena de empanadas, dos tamales o tres papas con queso.

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El aroma inconfundible a pollo a la parrilla o empanadas sobrevuela los domingos en las avenidas Felipe Varela, Arturo Jauretche y Roberto Romero, en las zonas sudeste y sur de la ciudad de Salta. Bastante gente se arrima para comprar media docena de empanadas, dos tamales o tres papas con queso.

Cada vez son más los lugares en los que se instalan puestos callejeros de comida con vendedores que tratan de procurarse el sustento diario y le dan batalla a la crisis económica.

Noemi Liliana, de 60 años, vive en el barrio Santa Cecilia, es asistente de pacientes con enfermedades terminales, pero trabaja hace más de cuatro años vendiendo empanadas con carne cortada a cuchillo, tamales, sopa paraguaya y budín de pan en diferentes ferias barriales.

"Hay cada vez más venta callejera porque no hay trabajo en blanco y además porque mucha gente se quedó sin su trabajo, hubo despidos, entonces vienen y ponen su puestito o invierte los pesitos que le quedan en algo", contó Noemí que vende comida en la plaza principal del barrio Scalabrini Ortiz los domingos, en su puesto denominado "La Placita", y en la feria del barrio Solidaridad los lunes y viernes. Un gazebo verde, una mesa, una freidora y carteles conforman su reducto.

Expresó que nota cada vez más gente en las ferias en las que trabaja. "Veo muchísima gente vendiendo. Hay más vendedores que clientes y se venden 'la vida', te ofrecen de todo, desde ropa usada y comestibles hasta productos de limpieza y de bazar. Buscan recuperar para volver a invertir. La situación económica es complicadísima", manifestó.

Hay días de más ventas y otros en los que no hay tanto, pero la venta de comida persiste ante cualquier crisis. "La comida es lo que sigue sobreviviendo en todo este caos. La venta de ropa cayó mucho, la de otros productos también. Ya ni papel higiénico compra la gente. Se vuelca de lleno a la comida. Es que la gente pobre trabaja, juntan algo de platita entre varios y se dan un gustito comprando empanadas, tamales, un lomito", relató.

Noemí se formó como cuidadora paliativa, pero contó que hay poco trabajo al respecto. "Sigo ejerciendo. Estoy en una fundación acompañando, pero la cocina es mi fuerte ahora. Con la asistencia sola no me alcanzaría para subsistir entonces la cocina me ayuda muchísimo", sostuvo.

En su puesto, Noemí ofrece una docena de empanadas de carne cortada a cuchillo a 5 mil pesos, dos tamales por 1900 pesos, una porción de sopa paraguaya entre 1.500 y 2.000 pesos (dependiendo el tamaño) y la porción de budín de pan a 500 pesos.

"La semana pasada la docena de empanadas estaba a 4.500 pesos. Me vi obligada a subir el precio porque aumentó el precio de la papa, la cebolla y el tomate. Lo que más me compra la gente son las empanadas", dijo.

Rafael Ordóñez tiene 55 años, vive en el barrio Aráoz, y de miércoles a domingo traslada tres conservadoras grandes repletas de tamales hasta un puesto sencillo construido con hierros y chapas, en la esquina de la avenida Roberto Romero y Radio Del Plata, entre los barrios El Tribuno e Intersindical de la zona sur.

Desde temprano, acomoda todo y se dispone para vender la docena de tamales a 8 mil pesos. "La plata no alcanza. Por eso salimos a la calle a vender lo que sea, cualquier cosa para hacernos unos 'manguitos'. Acá sobre la orilla del canal venden de todo: pañales, gaseosas, azúcar por fardo y hasta barriletes", contó.

Hasta hace dos años se desempeñaba como albañil, pero sufrió una enfermedad y tuvo que afrontar una operación de estómago. "Estuve muy grave. Pensé que no la iba a contar. Me recuperé, pero no pude volver a la construcción porque no puedo hacer mucho esfuerzo. Por suerte vendo bien y puedo vivir de esto, pago mis cuentas, los impuestos y descanso los lunes y martes", expresó.

En tanto, en un puesto cercano, Graciela López, de 59 años, vende papas con queso a 1.500 pesos las más grandes y a mil, las medianas. También ofrece empanadas de carne, pollo y mondongo a 7 mil pesos la docena, y tamales.

La mujer vive en el barrio Juan Pablo II, estudió en la escuela del Sindicato de Pasteleros y desde hace ocho años se dedica a vender maicenitas, pasta frola, cabsha y otras masas dulces los días de semana y comida salada los fines de semana en el puesto cercano a la rotonda del barrio donde reside.

"Veo que cada vez más gente se pone aquí a vender. Yo vengo los fines de semana y gracias a Dios me va bien con las ventas, es que la comida siempre sale. Lo que sí, antes podía hacer empanadas de charqui y de queso de cabra, pero como aumentaron tanto los precios y se puso súper caro tuve que dejar de hacer. No pude seguir pagándolos. Lamentablemente estamos muy mal económicamente. Comprar carne es muy difícil", finalizó.

 

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