28 de julio 2024 - 00:00

La religiosidad popular es una espiritualidad encarnada en los sencillos

Tenaz confesor y humilde cardenal, Luis Dri, reflexionó sobre la fe de quienes no saben rezar.

La Fiesta Chica del Señor de los Milagros de Mailín, en el departamento Avellaneda, al sur de la provincia de Santiago del Estero.

La Fiesta Chica del Señor de los Milagros de Mailín, en el departamento Avellaneda, al sur de la provincia de Santiago del Estero.

“Paz y bien para los oyentes habituales y ocasionales”. Así inicio cada viernes, por la tarde, el programa radial online, “rezá x mí” que lleva como nombre el leitmotiv del Papa Francisco.

Hace un año atrás, más precisamente el 9 de Julio (fecha patria para los argentinos porque recuerda nuestro Día de la Independencia) de 2023, este pobre fraile capuchino, criado en el campo entre chanchos y vacas, que fue huérfano a los cuatro años, con nueve hermanos y a los siete debía ir a trabajar, recibió la designación de cardenal, porque el Santo Padre quiere hacer foco en el sacramento de la reconciliación con Dios y reanimar a la grey católica de la Ciudad de Buenos Aires (donde vivo hace 20 años en el Santuario de la Virgen de Pompeya), luego la Argentina, aunque es un mensaje universal.

No predico en la radio, sólo reflexiono. Son simples, simplísimas, mis palabras. Pienso a veces en personas muy capacitadas en tantos temas y ustedes pacientemente van a escuchar a un pobre fraile que dice alguna cosita. Es vital reflexionar de un tema poco conocido y tratado. Pero muy necesario para muchos hermanos. El tema es la religiosidad popular o piedad popular.

Cuantas personas se creen lejos de Dios o que no los atiende, porque no saben cómo rezar. Sin embargo, están muy cerca de Dios, más que quienes se creen muy católicos, muy cercanos a Jesús. Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio también en esa cultura se transmite la fe siempre nueva. La fe siempre se va renovando. La fe no se arrastra. Se trata de una realidad en permanente desarrollo. La religiosidad popular es una espiritualidad, y lo repito, escuchen bien, en la gente sencilla, no en la gente suficiente, es en los sencillos, humildes, repito, en los que creen que no saben comunicarse con Dios. Es una manera única de vivir la fe.

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El principe pobre de la iglesia en Buenos Aires, Luis Dri, publicó un artículo en el diario del Vaticano sobre la piedad popular definió el fraile de 97 años que confiesa en el Santuario de Pompeya.

El principe pobre de la iglesia en Buenos Aires, Luis Dri, publicó un artículo en el diario del Vaticano sobre la piedad popular definió el fraile de 97 años que confiesa en el Santuario de Pompeya.

Para identificar los gestos de religiosidad popular vean ustedes queridos lectores de este sencillo artículo quienes recogen agua bendita, tocan la imagen de los santos, o quienes caminan a los santuarios juntos. Ustedes seguramente tienen el conocimiento

de las grandes peregrinaciones, pero para entender esta realidad, hermanos queridos, hace falta acercarse a la religiosidad popular con la mirada de Jesús Buen Pastor, que no busca juzgar a la persona, porque no está rezando, porque no va a la iglesia, sino que es amar. Me acerco a esta religiosidad no con ánimos de condenar, sino con ánimos de amar.

Me animo a escribirles a mis 97 años, y más de 72 años con el hábito franciscano, porque me gustaría que pensemos juntos en la fe firme de una mamá al pie del lecho del hijo enfermo, que se aferra al Rosario, que quizás no sabe rezar un Ave María, pero no importa se aferra al Rosario y clama por su hijo. Esto es una manifestación de una vida realmente fuerte.

Profundizando en los gestos de la religiosidad popular me viene la imagen de una velita que se enciende en un humilde hogar pidiendo la ayuda a María, o esa mirada de amor a Jesús Crucificado que hizo, tanto, tanto por nosotros. No sé rezar, pero miro. Son manifestaciones de una vida animada por el Espíritu Santo. Aunque no sepa nada. No importa, no se aflijan, no se achiquen, no se crean abandonados porque ha sido derramado el Espíritu Santo en sus corazones.

Como abuelo de la iglesia -como me llama el conductor del programa “rezá x mí”— creo que nuestro pueblo argentino y latinoamericano lleva muy hondo la devoción por la Virgen María, madre nuestra, como las peregrinaciones multitudinarias sea en Luján, Argentina, o en Guadalupe, México, con millones de personas. En qué ranchito de América no hay una imagen de María. Las estampas están en los colectivos, en las estaciones de tren, de subterráneo, en todos lados, ella es modelo para todos, esposa fiel, madre misericordiosa, educadora admirable. María está atenta al clamor de otras tantas madres que como ella huyó. En su caso a Egipto para liberar a su hijo de las amenazas de muerte de Herodes.

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Hoy cuántas madres también huyen con sus hijos, por la amenaza de muerte en la guerra, sea en Ucrania, Gaza o Rusia. Cuántas madres en este momento están pasando por el mismo dolor acompañando a sus hijos, en su propio dolor. Que están enfermos por el consumo, la problemática del alcohol, la depresión, entre tantos males.

Pero en todos, María, madre de Jesús y nuestra, sigue al pie de la Cruz. Qué hace ahí al pie de la Cruz cuando crucificaron a Jesús. Está esperando su último mensaje: ‘ahí tienes a tu hijo’ y refiriéndose a Juan le dice: ‘ahí tienes a tu madre’. María está siempre presente.

Quisiera que este artículo tan simple, tan sencillo, llegue a los corazones más destrozados, a la gente sencilla de los barrios. Repito esta devoción o religiosidad no es para los satisfechos de sí mismo, para los suficientes de los que hacen, de los que rezan, es para los sencillos, ahí está la madre esperándolos.

Cardenal y fraile capuchino.

Texto publicado orginalmente en la Edición Semanal Número 30 (2.878) del Año LXI, del Observatorio Romano en Lengua Española, Ciudad del Vaticano, el 26 de julio de 2024.

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