Hay que reforzar los sistemas de salud, haciendo de la promesa de la cobertura sanitaria mundial una realidad palpable.

A poco de comenzar este año tenemos que estar en alerta, con el corazón precavido. Urge estimular lenguajes más auténticos. Sirvan como muestra, el tomar iniciativas de conciencia, el envolvernos de actitudes activas para desenvolvernos de cualquier atmósfera cómoda, o el olvidarnos de los encantamientos y rememorar lo armónico como abecedario universal. Para desgracia de todos, este mundo nos está dejando sin la sensatez del rencuentro, del hallazgo consigo mismo, lo que nos impide que el proceso de discernimiento llegue a buen término y permanezca en nosotros. Sea como fuere, no podemos continuar distraídos en mil batallas absurdas. El momento nos demanda a la acción en rectitud, para entrar en comunión entre sí y despertar a lo esencial. Desde luego, el futuro es nuestro a poco que trabajemos el presente con la conciliación, lo que nos hace salir de la monotonía existencial para ser testigos valientes de nuestro propio itinerario místico.

Tras esta aurora luminosa, será más fácil tomar la orientación debida, ante la inevitable perspectiva del tiempo. Jamás nos privemos, pues, de la cercanía de un abrazo o de una mesa compartida.

Hemos de clarificarnos para poder renacer a una nueva época. Desde luego, el espíritu tiene que ser distinto, más colaborador y cooperante entre análogos. Trabajando en asistencia conjunta y permanente, lograremos resultados benefactores para toda la humanidad. Es público y notorio que el mundo debe comenzar por mejorar la inspección educativa, como camino de regreso a la dignidad y a las naturales enterezas. Lo mismo sucede con la atención vírica, reforzando los sistemas de salud, haciendo de la promesa de la cobertura sanitaria mundial una realidad palpable.

Juntos, aprendamos de las enseñanzas vividas y adoptemos medidas basándonos en ellas. Nos toca reconstruir un mundo más equitativo y más saludable para todos. Indudablemente, a medida que nos enfrentamos a diversas crisis, es preciso actuar más coaligados para hacer frente a las crecientes desigualdades, creando oportunidades de trabajo decente, defendiendo los derechos y ofreciendo justicia social colectiva. Nunca nos quitemos, por tanto, ese íntimo aliento fiel de unos ojos que nos acompañan y acompasan. 

Fiscalizando, laborando y reflexionando todas las cuestiones se sensibilizan en su innato avance. Por eso, tampoco debemos resignarnos a caer en el desánimo. Todo pasa, es cuestión de estar interesados y dispuestos, palpitantes de anhelos y fríos de indiferencia. En este sentido, la tecnología de control, sean las plataformas digitales u otras redes sociales emergentes, podrían utilizarse para garantizar la convivencia a través de esa proximidad de sueños enhebrados a las diversas situaciones. Al fin y al cabo, lo trascendente está en cultivar la necesidad de amar, de sentirse querido, y de experimentar el entusiasmo por darse y donarse a los demás. Quizás tengamos que propiciar silencios para que nos surja y nos resurja la llamada del hacer por hacer, que es como se modifica el tinte del orbe, ahora encendido por la plaga de que nada se puede realizar sin dinero. ¡Maldito caudal de despropósitos! Sólo hay que estar observando a esos migrantes que cruzan fronteras en busca de una vida mejor; y, aun así, en esta debilidad, son presa de los traficantes de personas. ¡Qué crueles somos! Está visto que nos mueve el puro egoísmo, en vez de conmovernos el aluvión de contextos dolorosos que muchas gentes viven, en ocasiones por nuestra dejadez.

 

Por Víctor Corcoba Herrero
Escritor