Nunca pasa de moda: Shakespeare sigue yendo al cine para reírse del amor

En “Con todos menos contigo”, estrenada el jueves en cines locales, dos jóvenes muy lindos, Glen Powell y Sydney Sweeney, se odian. Es el inicio de casi toda comedia romántica, es cierto, pero quizás lo sea así por herencia: “Con todos menos contigo” es una adaptación moderna de “Mucho ruido y pocas nueces”, de William Shakespeare, padre de la comedia cinematográfica.

Así lo atestiguan infinidad de adaptaciones de su obra, directas o indirectas, que toman prestada la maestría para los enredos amorosos, los amantes confundidos, los engaños y las batallas verbales entre odiantes que se adoran secretamente.

Shakespeare está presente desde las comedias screwball de la Gran Depresión a las comedias adolescentes de principios del siglo XXI: los estudiosos señalarán que “no inventó nada”, sino que canalizó en su teatro la tradición de las narraciones y dramas italianos del siglo XVI, a su vez deudoras de las comedias de Plauto e inspiradas en las historias de “Las metamorfosis” de Ovidio, la tradición petrarquiana del amor no correspondido y el amor cortés, los cuentos cómicos y eróticos del “Decamerón” de Bocaccio y los romances medievales. Pero es su particular cóctel de estas influencias es lo que ha llegado a nuestros días, a nuestros cines.

La razón de esta universalidad de Shakespeare es motivo de especulación de numerosos críticos, desde su contemporáneo y rival Ben Jonson a Harold Bloom, para quien “Shakespeare es el verdadero autor multicultural. Existe en todos los idiomas. Lo ponen en escena en todas partes. Todos se sienten representados por él en el escenario”. Su persistencia en tiempos de desencantamiento del amor romántico y desconfianza de la comedia romántica (un género que lucha por reinventarse sin lugar entre los grandes estrenos y con fórmulas desgastadas para el siglo XXI), sin embargo, quizás puede explicarse por un aspecto de las comedias del bardo que el director de “Con todos menos contigo”, Will Gluck, no deja de citar en su película: todos somos marionetas a merced de fuerzas que no comprendemos.

En la película estrenada el jueves, los protagonistas son víctimas de numerosas manipulaciones de diversos bandos que quieren juntarlos o separarlos. Y se sienten actores repitiendo líneas de un guión ajeno, marionetas. “Todo el mundo es un escenario”. Hay en sus tramas, en las volteretas que suelen hacer sus comedias para enredar y desenredar a los amantes, un reconocimiento de que todo es un gran artificio: el arte, el amor, también la vida misma. Un gesto posmoderno, que se ríe un poco de los amantes y del amor. También el romance es un juego.

ADAPTANDO AL BARDO

Bloom decía que toda adaptación de Shakespeare está condenada, porque la obra sabe más que quien la adapta, contiene multitudes inabarcables: en ese Shakespeare donde el amor es teatro, donde todo es una mascarada, un juego, donde las mujeres se visten de hombres y los hombres se enamoran de otros hombres disfrazados, donde los personajes se enamoran y desenamoran por magia y capricho, hay una semilla para abordar a Shakespeare desde este siglo que, al menos desde la pretensión discursiva, se siente poliamoroso, más fluido y abierto al juego y la experimentación. (Por cierto y al margen: gran momento del cine contemporáneo cuando el personaje de Mark Ruffalo en “Pobres criaturas”, un dandy al que nadie le puede poner el cascabel y que se cree más sofisticado y cínico que nadie en materia amatoria, sufre y se desgarra de amor ante la libertad de la amante que se cansa de él, Bella Baxter).

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Y si algo tiene la película de Gluck, es que retoma ese aspecto lúdico de la comedia shakesperiana para devolverle erotismo y cuerpo a las adaptaciones del bardo: como las traducciones de sus versos, las recreaciones de la obra de Shakespeare caen a veces, tantas veces, en la solemnidad, y esa solemnidad embadurna de empalagosa dulzura el romance en escena. En “Con todos menos contigo”, que es por lo demás una comedia para pochoclear un rato, en cambio, aparece el desparpajo shakesperiano: calentura, desenfreno, toqueteo, cuerpos al desnudo. Un aprovechamiento cómico de la naturaleza, bastante adolescente, del deseo.

Así, actualizándose, la comedia romántica y Shakespeare siguen caminando de la mano. Para Gluck, es una batalla clave, en tiempos de exacerbación del individualismo, de anti-romance y de un cine además pudoroso al calor de las monstruosidades que develó el Me Too. “Shakespeare montó sus obras frente al público en el Globe Theatre hace 400 años, y este tipo de historias todavía son viables frente al público en las salas de cine hoy”, dice Gluck. “Siento que lo más importante que nos hemos perdido estos últimos años es compartir comedias románticas con otras personas”.