Vuelos privados, dineros públicos
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Recientemente se difundieron imágenes de la cena que el expresidente Alberto Fernández y su familia compartieron en un lujoso hotel madrileño en ocasión del fin de año y como parte de lo que se perfila como un exilio dorado de uno de los principales responsables de haber dejado en bancarrota al país. Finalizado su mandato, seguramente debió abonar de su bolsillo un pasaje en avión de línea, pues atrás quedó el tan escandaloso como injustificable Boeing 757-256 presidencial por el que pagamos la “módica” suma de US$30 millones y que el actual gobierno analiza vender para bajar costos.
En mayo pasado, a más de dos años de solicitar datos a la Secretaría General de la Presidencia sobre tareas oficiales de la entonces primera dama Fabiola Yañez y, tras verse obligada a interponer un recurso de amparo, la periodista Guadalupe Vázquez presentó en LN+ un detallado informe que reveló, entre otras cuestiones, que Yañez salió del país en 11 oportunidades. En 2021 la acompañaron 49 personas a Perú, además de 10 funcionarios. Viajes en el Tango 04, en aerolíneas comerciales o por empresas privadas, cuyas funciones no se especificaban, significaron gastos a costa del erario público.
Trascendió, además, que, hasta junio pasado, Yañez habría utilizado aeronaves oficiales para sus desplazamientos locales al menos en 21 oportunidades, algunas incluso durante la cuarentena, en otra muestra de la excepcionalidad de la que disfrutó, como el vergonzoso Olivosgate. En su mayoría lo hizo para ir a Misiones “en visita oficial”, donde tendría familiares, incluso con ida y vuelta en el día. Las unidades de la flota aérea presidencial, convertidas en taxis aéreos, la transportaron repetidas veces a Puerto Iguazú, a Posadas y, ocasionalmente, a Mar del Plata.
Son más que notorios los abusos en los que también incurrió Cristina Kirchner, con 19 “vuelos canillita” o transportando mobiliario para los emprendimientos hoteleros familiares cuando era presidenta, más los 194 viajes a Santa Cruz que hizo como vicepresidenta, sin agenda oficial, usando aviones que pagamos todos.
Celebramos que el actual gobierno disponga reorganizar la flota aérea presidencial con criterios de ejemplificadora austeridad. Es hora de terminar con el uso discrecional de los recursos públicos con fines obscenamente personales.

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