Cómo hace 30 años la adicción al café dio pie a un avance que fue fundamental en la pandemia: la webcam
Hace tres décadas nació la webcam en la universidad de Cambridge; el motivo original era mostrar si una cafetera tenía café; la apagaron en 2001
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Quentin Stafford-Fraser era, hace algo más de 30 años, un graduado de informática en la universidad de Cambridge. Y también le gustaba tomar café mientras hacía sus investigaciones en la universidad. Pero tenía un problema: su laboratorio carecía de una cafetera. En cambio, dependía de otra que estaba en otro laboratorio, el Trojan Room de la universidad.
Eran unos 15 investigadores, aproximadamente, que compartían una cafetera en el laboratorio de computación de Oxford; algunos estaban a dos o tres escaleras de distancia, que debían trasladarse al Trojan Room (el cuarto Troyano) para servirse café. Y muchas veces llegaban para encontrarse con que la cafetera (una jarra con filtro; no era una expendedora ni nada sofisticado) ya había sido vaciada por sus colegas. Y eso era cosa seria.
“Una de las cosas que son muy, muy importantes entre los investigadores de ciencia computacional es un constante flujo de cafeína”, le dijo Stafford-Fraser a la BBC hace unos años.
Como la necesidad es la madre de la invención, y como se trataba de un grupo de expertos en informática, pensaron en una forma de comunicarle, a todos los integrantes del grupo, el estado de la cafetera, para no hacerlos moverse en vano por los diferentes edificios de la universidad (el presupuesto, al parecer, no alcanzaba para comprar una segunda cafetera).
El resultado, desarrollado por Quentin Stafford-Fraser y Paul Jardetzky: conectar una vieja cámara de video a una digitalizadora y a una computadora en desuso. ¿Para qué? Para correr un programa (en ese entonces no se les decía aplicaciones) que tomara, tres veces por minuto, una foto de la jarra (en blanco y negro y de 128 x 128 pixeles), lo que permitía saber, con bastante precisión y muy baja calidad, si valía la pena recorrer el edificio en busca de más café, o era mejor esperar.

“Los que estaban tan lejos que no podían oler el café recién hecho tenían ahora una alternativa para saberlo. La Red, una vez más, ayuda a romper la barrera de la distancia (incluso si esa distancia se medía en metros) y facilita la distribución de un recurso tan vital a la investigación en ciencias de la computación”, recuerda Stafford-Fraser.
Pero volvamos a las fechas: todo esto sucedió a mediados de 1991, lo que significaba que en otro lugar de Europa estaba naciendo la World Wide Web, cortesía de Tim Berners-Lee, por entonces un científico trabajando en Suiza en el acelerador de partículas del CERN.
Con la web llegaron los navegadores, y la posibilidad de acceder en forma remota -vía el navegador- a muchísimo contenido, algo que hoy damos por natural, pero que en ese entonces no era tan común. Así que alguien pensó que usar un navegador evitaría obligar a los integrantes del laboratorio a correr una aplicación para saber el estado de la cafetera; en cambio, podían visitar una página y ya.

Martyn Johnson escribió el software, y el 22 de noviembre de 1993, hace algo más de 30 años, conectaron la computadora que gestionaba la cámara a la Web. Cualquiera que tuviera el link a la página podía ver la cafetera. Había nacido la webcam, el dispositivo que, 26 años después, fue clave para vernos las caras durante las videollamadas a las que nos obligó la pandemia de coronavirus.
Y para sacarnos selfies, claro: la idea de la cámara apuntando hacia nosotros, como tiene cualquier smartphone o notebook modernas, viene también dela popularidad de servicios de videollamada como NetMeeting, el pionero de Microsoft de fin de siglo pasado que se adelantó a Zoom, Teams y demás.
Pero volvamos a la cafetera. Hoy nos cruzamos con historias de gente que gana dinero transmitiendo cómo duerme por streaming, o que es aficionada a mirar las cámaras de tránsito. En ese entonces, que desde cualquier parte del mundo se pudiera ver la cafetera, gratis, en tiempo real, y sin más trabajo que cliquear en un link, fue un boom.
El rumor se extendió y muy pronto millones de entusiastas de la tecnología de todo el mundo accedían a las imágenes de la cafetera en el laboratorio Troyano de la Universidad de Cambridge. El Dr. Stafford-Fraser le contó a la BBC que le llegaron mails desde Japón preguntando si podían poner una luz en la cafetera durante la noche para que pudiera verse en distintas zonas horarias. Incluso la oficina de Información Turística de la universidad organizó visitas turísticas al laboratorio.
“Para ser honestos creo que estábamos todos un poco desconcertados”, recordó el Dr. Johnson, “a veces creo que nunca más en mi vida algo en lo que he estado involucrado logrará tener tanta cobertura como esta idea que tuve en una tarde”.
La historia llegó a su fin, no obstante, el 22 de agosto de 2001: el laboratorio de computación de la universidad de Cambridge se mudó a otro edificio, que contaba con cafeteras en todos los pisos, y la webcam perdió sentido: ese día apagaron el sistema, tal como recuerda el sitio oficial, después de 7 años y 9 meses de una transmisión ininterrumpida.
Dejó, no obstante, un legado fundamental: la creación de una nueva familia de dispositivos, llamados webcams, y de un concepto de contenido en vivo transmitido en forma permanente en la web.
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