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La literatura de Alejandro Zambra, para terminar y comenzar el año

En un contexto hostil, con el ritmo frenético de un tren descarrilado, la literatura de Alejandro Zambra nos hace habitar el lado amoroso de la vida.

31 de diciembre de 2023, 11:32
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El escritor Alejandro Zambra (Fotografía, gentileza de Paz Errazuriz)

Apenas comienza Literatura infantil, el último libro del escritor chileno Alejandro Zambra, me encuentro con un pensamiento cuando ingeniosamente responde a la pregunta: “¿Y por qué quisiste tener un hijo?”. Dice: “Después de los chistes, sin embargo, sí respondo o trato de responder. Soy incapaz de articular un discurso exclusivamente racional, pero salir nada más del paso, con económico cinismo, sería colaborar con ese vacío de conocimiento que todos hemos sentido y padecido y que descorazona y aturde”.

Muerdo el anzuelo y me entrego por completo, una vez más, a Zambra. Lo que pienso a partir de ese párrafo no tiene nada que ver con el rol de la maternidad o la paternidad, no tengo hijos y nunca tuve el deseo, y por esa razón la literatura funciona muy bien: no hace falta que nos haya pasado todo lo que les pasa a los personajes de los libros que leemos. Lo fabuloso, precisamente, es la posibilidad de imaginar y salirnos de lo propio. También se puede construir sentido con el presente.

Por ejemplo, ahora que hemos pasado Navidad y llega Año Nuevo, ahora que estamos atravesando una gesta desquiciada de la realidad que nos pone frente a conversaciones potencialmente caóticas, elegir cómo responder ante una pregunta pedregosa tiene que ver con el presente.

Se puede usar el “económico cinismo” para salir del paso, pero contribuye a ese vacío de conocimiento del que habla el autor y pasar mucho tiempo descorazonados y aturdidos es parecido a llevar una vida densa y opaca. En su lugar, una corta honestidad puede funcionar.

Avanzo en la lectura envolvente y me encuentro con otro zarpazo, cuando dice: “Los apellidos son prosa, los nombres poesía. Hay quienes se pasan la vida leyendo la novela irremediable del apellido. Pero en el nombre laten caprichos, intenciones, prejuicios, contingencias, emociones. Y suele ser la única obra que la madre y el padre escriben juntos”.

Y describe exactamente la sensación que siento cuando me nombran por el apellido: despersonalizada, lejana, que no soy yo, que cuenta otras vidas. Con mi nombre siento que, además de ser la única obra que mis padres escribieron juntos, lo sazoné a mi gusto, tiene mi historia y la de nadie más.

En un contexto hostil, con el ritmo frenético de un tren descarrilado, la literatura de Zambra nos hace habitar el lado amoroso de la vida. Ojalá este 2024 podamos encontrarnos con frecuencia en la lectura, porque como dice este autor “La lectura silenciosa es en cierto modo una conquista; quienes leemos en silencio y en soledad aprendemos, justamente, a estar solos, o mejor dicho reconquistamos una soledad menos agresiva, una soledad vaciada de angustia; nos sentimos poblados, multiplicados, acompañados mientras leemos en silenciosa soledad sonora”. Brindo con ustedes por esto.

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