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Espectáculos |Un paseo por buenos Aires

Pompeyo Audivert: “El teatro, en esta crisis, va a intensificar su ser”

El dramaturgo y actor estrena el viernes la cuarta temporada de su “Habitación Macbeth”, donde encarna a todos los personajes del drama shakesperiano en una obra “más viva que nunca”

Pompeyo Audivert: “El teatro, en esta crisis, va a intensificar su ser”
31 de Diciembre de 2023 | 05:27
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Cuenta Pompeyo Audivert que cuando vino la pandemia, se encontró recluido, sin poder trabajar, en su casa de Mar del Sur. Y entonces “me apareció esta vieja fantasía de juventud: llevar una obra adelante yo solo”. No era, explica, un capricho, el deseo de lucimiento: detrás de la idea de convertirse en una habitación donde habitaran una multiplicidad de personajes había años de investigaciones y teorización sobre el teatro como vector de colectivos, sobre la actuación como la posibilidad de explorar otredades, el actor como médium, sobre los dispositivos de ficción y el mundo como teatro.

Así nació “Habitación Macbeth”, versión para un actor de Audivert sobre el “Macbeth” de Shakespeare en la que todos los personajes del drama viven en su cuerpo: en Audivert encarnan a las Brujas Fatídicas del páramo de huesos, a Macbeth y su ladero Banquo y también a la incitadora Lady Macbeth, y solo acompaña al actor el violoncello de Claudio Peña. “Un solo cuerpo se transforma en una habitación de fantasmagorías, de personajes, de circunstancias. Dentro del cuerpo de ese actor, suceden todas las vicisitudes de un texto”, explica Audivert, en diálogo con EL DIA. “Con ese hecho, señala la pertenencia de nuestra propia identidad a un campo de otredad, de múltiples identidades que nos habitan, que nos han habitado, que nos habitarán más adelante”.

Una revisión del clásico shakesperiano que iniciará el viernes su cuarto año, en el porteño Teatro Metropolitan, donde se presentará viernes y sábados para seguir haciendo “arrojar un piedrazo al espejo”: mediante el inédito dispositivo unipersonal, Audivert hace trizas la fantasía del teatro como reflejo del mundo, transparenta su calidad de artificio, corre la cortina para revelar la máquina detrás de la ilusión. “El teatro”, dice, “erige un espejo para concitar una unidad referencial con quienes espectan, luego, el teatro debe arrojar un piedrazo en el espejo para revelar que esa identidad de naturaleza histórica es ficcional y que detrás de ella hay un trasfondo metafísico y poético. El teatro entonces construye con los fragmentos de ese espejo trizado nuevas versiones caleidoscópicas de identidad y pertenencia que dan cuenta de las infinitas versiones y sub-versiones que se pueden producir. Ya no es ficción sino realidad artística”.

La multiplicidad de fragmentos se corresponde en “Habitación Macbeth” con la multiplicidad de personalidades de un Audivert que se pasea sobre la escena ante “la suposición de que se ha producido un derrumbe histórico universal”. Sus transformaciones tienen algo de primitivo, ante la noche de los tiempos, “como si se tratara de un teatro prehistórico: un cuerpo, solo, en un páramo, al lado de una fogata, rodeado de otros cuerpos que asisten asombrados a esas transformaciones, a esas multiplicaciones de una identidad dorsal” que suponen los cambios de Audivert de un personaje a otro, de una mutación a otra.

FANTASMAS DEL PASADO PRESENTE

El proceso de habitar distintos cuerpos es “de una gran intensidad, que produce un desgaste energético y físico enorme”, reconoce. “Pero a la vez, es un vehículo de autoconocimiento: me pone en contacto, al suspender yo mi identidad de una manera tan radical, con una identidad mía más estructural, con algo que soy más allá del yo, más allá del campo ficcional que significa el yo. Durante y después de la obra, siento una gran energía que se reaviva en mí, que me hacen querer volver a ella, todo el tiempo: como una especie de droga, donde uno alcanza zonas muy personales, muy ansiadas de la propia identidad. Y creo que algo de eso sucede con el espectador. Y creo que si hubiera una máquina que midiera las energías que circulan entre el espectador y el actor, la máquina tomaría registros muy elevados: hay algo del espectador que también a mí me atraviesa, hay una relación energética que se establece y me reaviva las energías que pierdo”.

Los personajes son los de Shakespeare, piensa además el actor, porque el dramaturgo “es un vehículo ideal para llevar adelante este propósito mío de poner a funcionar estas investigaciones, en su obra aparecen esas temáticas de base a las que creo que se debe el teatro”. Y “tengo un interés muy especial en Shakespeare”, agrega. “Es un autor que maneja fuerzas sobrenaturales en circunstancias aparentemente históricas, convencionales, en una suerte de operación a la griega”.

En esa convivencia entre lo fantasmal y lo histórico resuena el presente, eso que llamamos realidad: “En Shakespeare siempre está presente el grito histórico, las circunstancias, siempre dialoga con ellas. Y particularmente ‘Macbeth’ es una obra que se vuelve cada día más actual, en la medida en que nuestra realidad se vuelve cada vez más convulsa, más esquizofrénica, más misteriosa: esas características dialogan muy bien con las circunstancias de la obra, algo de ese diálogo sigue muy activo, y está cada vez más intensificado. La obra está más viva que nunca: los acontecimientos históricos en los que nos encontramos hacen que la obra esté permanentemente en diálogo con este presente”.

“Los mejores traidores son los mejores actores”. “La traición no es un asunto moral sino político”. “’Macbeth, sonríe, estamos haciendo política’. Sonrisa y cuchillo; cuchillo y sonrisa”. “Somos las herramientas de un pensamiento que ha de cambiar el mundo”. “Los que viven engañados sólo esperan ser engañados”, se escucha -se vivencia- a lo largo de la velada, que para Audivert produce “un hecho de por sí revolucionario al suspender la idea de la identidad personal y señalar al frente histórico como un campo ficcional: la obra produce una discusión sobre dónde está la ficción y dónde la realidad. Creo que la realidad hoy es un campo ficcional, y las obras, los hechos artísticos, por su forma de producción, constituyen un campo de realidad intensificado, surgido de la fuente más esencial del ser, que constituyen una suerte de hecho vivo que discute con la realidad, señalándole, con su presencia, que la realidad es falsa, señalando su impostura”.

En ese sentido, analiza, “hay una fuerza que alienta toda esa operación” de multiplicación sobre escena “una fuerza de naturaleza histórica, que también es un hecho político, la fuerza que alienta a la actuación de semejante obra es también un asunto político. Esa es la manera que a mí más me interesa de entrar con el nivel histórico: impugnándolo, criticándolo, señalándolo como ficción”.

Por eso el dramaturgo no teme por el futuro del teatro, aún tras la pandemia, aún a la luz de las múltiples crisis financieras que se vienen para la cultura. “El teatro, en esta crisis en la que nos encontramos, va a intensificar su ser. Ya de por sí el teatro argentino es prolífico, vital, no existe este movimiento independiente en otras partes del mundo. Y en situaciones de crisis el teatro se revitaliza porque se vuelve más esencial su sentido: la gente va al teatro no solo a ensayar la muerte y la resurrección, sino también a buscar un tipo de identidad que el frente histórico le niega, esta identidad poética, de estructura, que se hace presente en el ritual”, opina. Allí, en el teatro, cierra, habita la clave “para la reconstrucción de nuestras propias identidades esenciales, de estructura, para poder desparasitarnos de toda esa ficción mortuoria en la que el frente histórico nos sume”.

“La realidad hoy es un campo ficcional, y el arte constituye un campo de realidad intensificado”

 

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