El cambio de signo en el Gobierno nacional alienta una corriente de optimismo en el sector inmobiliario. El dato no resulta sorprendente si se considera lo sucedido en coyunturas anteriores que tuvieron puntos de contacto con la actual.
“Históricamente, ante transiciones hacia gobiernos más abiertos se han registrado aumentos anuales significativos en el valor del metro cuadrado. Un ejemplo destacado fue la primera etapa del gobierno de Mauricio Macri, donde vimos crecimientos del 8% en 2016 y 12% en 2017. Desde una perspectiva política, la promesa de derogar la Ley de Alquileres actual se presenta como un gesto atractivo para los inversores inmobiliarios, lo que fomenta la confianza en un resguardo de valor con rendimiento. La reunión entre los equipos del presidente Javier Milei y las principales cámaras desarrollistas para proponer medidas que impulsen el mercado ya generaron un movimiento y un aumento de valores en áreas específicas, incluso antes de su ejecución”,
Ese respaldo también trascendió las fronteras y atrajo el interés de grandes inversores internacionales, algo que no ocurría desde hace varios años. Adicionalmente, hay medidas pendientes cruciales, como la eliminación del cepo y otras que apunten a mejorar la capacidad de compra de los asalariados.
“La recuperación del poder adquisitivo impulsaría el retorno de los créditos hipotecarios, una variable clave que estimula transacciones y contribuye al aumento del valor por metro cuadrado. Ejemplos recientes, como el crédito Bancor en Córdoba, sugieren un círculo virtuoso que podría replicarse a nivel nacional”, aventuró el directivo.
El foco está puesto en que el libre juego de la oferta y demanda se desenvuelva en condiciones transparentes y previsibles básicas para cualquier inversión inmobiliaria.“Al analizar las perspectivas del sector inmobiliario para 2024 debemos considerar desde dónde partimos y cuál es el objetivo posible. En el punto de partida vemos la cruda realidad de un mercado prácticamente paralizado en la inversión privada por falta de incentivos, lo que merece un análisis particular. Por otra parte, entra a jugar en estas perspectivas un cambio radical de las reglas del mercado que, por lo promete el nuevo gobierno, se autorregulará con total libertad”,
El foco está puesto en que el libre juego de la oferta y demanda se desenvuelva en condiciones transparentes y previsibles básicas para cualquier inversión inmobiliaria. El sector es muy sensible a esa situación y exige condiciones económicas y políticas claras, por el volumen importante que mueve y por el tiempo que lleva cualquier desarrollo.
Así las cosas, el análisis se divide en dos grandes actores: 1) el inversor inmobiliario, que busca resguardo de su capital con rentabilidad en el tiempo 2) el usuario, que busca calidad de vida al adquirir un bien que le permita acceder a un hogar con comodidades acordes a sus posibilidades. En ambos casos, el desarrollista debe ofrecer ventajas comparativas que posicionen a sus productos en mejores condiciones para el adquirente.
Sabiendo que existen esos mercados, atiende condiciones al generar el proyecto, estudia el producto a ofrecer, a quién dirige su oferta, el costo de inversión, el tiempo que requiere, las posibles fuentes de financiamiento, la rentabilidad y el recupero de capital, brindando seguridad jurídica al adquiriente.
“Además, hay que considerar el tiempo que lleva la gestión de aprobación de proyecto de todos los factores que se estudian en los desarrollos inmobiliarios, lo que requiere condiciones estables de una economía previsible y también de la política social del país. El 2024 abre ese abanico de posibilidades y permite cierto optimismo en el ambiente de desarrollistas, inversores y compradores. Hay que tener un poco de paciencia para que se vayan aclarando todas las dudas que existen todavía, pero es factible y se espera que arranque de una vez el potencial del sector que produce una rueda virtuosa de producción y trabajo”, concluyó el socio director de Maer Inversiones Inmobiliarias.
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