Contemplar
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En Japón, el hanami es bastante más que una tradición. Entre finales de febrero y principios de mayo, cuando el servicio de meteorología anuncia (como entre nosotros lo haría con una tormenta) el florecimiento de los cerezos, miles de personas preparan manteles y meriendas para salir a los parques y dejarse rodear por la fugacidad del sakura. Son multitudes –grupos de amigos, familias, compañeros de trabajo– dedicadas el puro, sencillo e intransferible ejercicio de la contemplación. Sin esa masividad y, probablemente, sin el impulso de un ritual largamente asentado, este grupo de personas contempla el paso de la niebla en el parque natural de Taunus, en Alemania. Distantes de quienes se acurrucan bajo los árboles japoneses, asisten, ellos también, al flujo imparable de los elementos, la suavidad de lo inasible, el privilegio del silencio, la presencia.

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