La primera guerra de religiones en la Argentina
No se asusten, en la Argentina no hay ni habrá ninguna guerra de religiones. Acá convivimos pacíficamente católicos de diferentes ritos, judíos de distinto grado de ortodoxia, evangélicos de numerosas iglesias y musulmanes de fe no fundamentalista, entre otros. Todos convivimos en armonía, gozamos de los mismos derechos y respetamos a los que piensan distinto.
Entonces, ¿a qué viene esto de la primera guerra de religiones en la Argentina? En realidad, desde hace años vivimos un fenómeno interesante en las cuestiones de fe religiosa: lo que el filósofo español Jacinto Choza llama la privatización o la individualización de la fe, según la cual cada persona tiene su idea de cómo relacionarse con Dios y lo hace como mejor le parece.
No es una novedad que hoy muchísimos católicos (el 50%, según algunas estimaciones) se definen no practicantes; tampoco, que la asistencia de fieles a la misa es reducida (sólo el 20%) o que son pocos los bautismos. Esos católicos tienen su propia idea de cuál es la verdad que deben respetar para ser buenas personas y no se les ocurre haber perdido la amistad con Dios por faltar a misa un domingo, vivir en pareja no estando casados o tener una relación homosexual cuando por amor deciden ser fieles a su pareja y, al mismo tiempo, muy amigos de Dios. Una cosa es la vida espiritual de uno que cree que Dios es amor y que existen algunas verdades que hay que proteger, y otra cosa es sentirse obligado en conciencia a cumplir con reglas disciplinarias establecidas hace siglos, y que en muchos casos parecen algo desconectadas de la realidad actual de la vida de las personas.
Esa privatización de la fe que hace que cada uno obre en conciencia quedó demostrada en las últimas elecciones, cuando la Iglesia Católica hizo campaña en contra del candidato libertario y los números le resultaron más que decepcionantes. Cada persona hizo lo que le pareció, y en el balotaje Milei le sacó tres millones de votos al candidato de Unión por la Patria.
De la guerra de religiones de la que hablo es esa que logró que miles y miles de personas fueran a ver la asunción de Milei al grito de ¡viva la libertad, carajo! O de los miles y miles que libremente vitorean a Cristina porque la consideran la Evita del siglo XXI. La idea de libertad y la idea de Estado benefactor son religiones, hablando metafóricamente, que logran conmover y movilizar a la gente. Entonces esta guerra va a ser entre los que creen con una fe casi religiosa que el país sale adelante con libertad, trabajo arduo y respeto de las leyes, y los que creen que el mercado es una competencia desleal y despareja que hay que equilibrar como sea.
Confirmación de esa dimensión religiosa de la vida política argentina es que el Presidente citó en el discurso inaugural “de su pontificado” el libro de los Macabeos, al sostener: “La victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo. Por lo tanto, Dios bendiga a los argentinos, y que las fuerzas del cielo nos acompañen en este desafío”.
Llevamos semanas escuchando que Milei no tendría los votos necesarios en el Congreso para conseguir las leyes con las que pretende refundar a la Argentina. Espero que no le haga falta sacar a la calle al 56% del pueblo que lo votó (sus correligionarios) y que tampoco necesite convocar a un plebiscito, porque la clave de esta guerra es que nunca derive en una guerra. Y que pueda ser, en cambio, una discusión civilizada entre dos concepciones distintas, privatizadas e individualizadas, o sea libres y meditadas, sobre el modo de construir el país que todos deseamos.
Teólogo, escritor y profesor universitario
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