Los devotos de María del Huerto y de Antonio María Gianelli elevan oraciones por el eterno descanso de la estimadísima religiosa María Elena Pellegrini, quien a los 91 años partiera ayer en un viaje eterno para reunirse con Dios, a quien consagró su vida entera.
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Los devotos de María del Huerto y de Antonio María Gianelli elevan oraciones por el eterno descanso de la estimadísima religiosa María Elena Pellegrini, quien a los 91 años partiera ayer en un viaje eterno para reunirse con Dios, a quien consagró su vida entera.
La hermana Elena, como tantas generaciones de alumnas del colegio del Huerto de Orán la conocieron, nació en Posta de San Martín, en Arroyo Seco, provincia de Santa Fe, el 28 de abril de 1932. En su larga vida prodigó generosidad e intentó siempre cumplir sus sueños benefactores con los más necesitados del norte. Esta religiosa impartió sus conocimientos de Geografía, de Historia de la Educación y de Catequesis a varias generaciones de alumnas del Colegio del Huerto de Orán.
Decidió tomar los hábitos por la influencia de las Hermanas Adoratrices que le inculcaron el amor a Jesús Eucaristía y a la Virgen María. Se consagró en 1956. Entró al Noviciado de Córdoba el 7 de abril de 1953, en épocas en que había más vocaciones religiosas. Al Huerto de Orán llegó en marzo de 1981 y estuvo hasta 1994, cuando le dieron otro destino. Luego regresó el 7 de abril de 2011. La primera etapa en el Huerto de Orán "fue maravillosa", para ella: enseñaba Geografía en el Secundario e Historia de la Educación en el Magisterio.
Ya en la segunda etapa en Orán, rondando los 80 años, la hermana Elena se dedicó a las manualidades: tejido de agarraderas, carpetas; rosarios, denarios; juntaba botellas, tapitas y cartones, y lo que lograba recaudar lo destinaba todo al humilde barrio "200 Años", que está bajo la protección de la Virgen del Huerto. Allí construyeron una capilla y con la ayuda de todas las almas generosas compraron la imagen de la Virgen. Ella siempre abogó por ayuda para los vecinos.
Sobre sus sueños, la hermana Elena decía que el afán de su vida era ayudar a los pobres, "a esto dedico todas mis horas y lo que me quede de vida. Tender la mano es un gozo y un privilegio humano". Sin embargo, no le gustaba pedir. "Cuando vendo las manualidades, siempre me dan más de lo que pido. Toda la ayuda es bienvenida", solía decir.
Elena lamentaba la escasez de vocaciones religiosas. "El Señor, a las pocas que estamos, nos pide mucho más, pero Él nunca falla. Yo soy muy feliz". Los que la conocieron, la despiden con la certeza de que ya está en el paraíso.
