Hacia mediados de 1950, "Año del Libertador General San Martín", Eva Duarte de Perón realizó una gira por el Noroeste Argentino para inaugurar obras del Primer Plan Quinquenal (1947-1952). Como es de imaginar, el viaje despertó grandes expectativas en las provincias del norte argentino. En Tucumán la recibieron delegaciones del Partido Peronista Femenino (PPF) de las provincias de Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero, además de las dueñas de casa. Pero aquella gira no solo despertó el interés de las mujeres sino también de jóvenes, personas mayores y especialmente de dirigentes políticos y sindicales.
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Hacia mediados de 1950, "Año del Libertador General San Martín", Eva Duarte de Perón realizó una gira por el Noroeste Argentino para inaugurar obras del Primer Plan Quinquenal (1947-1952). Como es de imaginar, el viaje despertó grandes expectativas en las provincias del norte argentino. En Tucumán la recibieron delegaciones del Partido Peronista Femenino (PPF) de las provincias de Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero, además de las dueñas de casa. Pero aquella gira no solo despertó el interés de las mujeres sino también de jóvenes, personas mayores y especialmente de dirigentes políticos y sindicales.
En los pueblos aledaños al ramal ferroviario por donde pasaría el tren que trasladaba a Eva Perón, la gente se organizó para recibirla o simplemente verla pasar. En las localidades más importantes el tren tenía previsto parar unos minutos, lo suficiente como para que la primera dama saludara desde la ventanilla a la gente que la esperaba en los andenes.
El 4 de junio arribó a San Miguel de Tucumán el tren especial del Ferrocarril General Mitre que trasladaba a Eva Perón. En esa ciudad inauguraría junto al gobernador Fernando Riera, un hogar-escuela para más de cuatro mil niños. Y para quienes gustan comparar épocas, sepamos que en esa oportunidad, los tres obreros que se habían destacado como los más meritorios en esa construcción, fueron saludados y felicitados pública y personalmente por la ilustre viajera. Eran Ramón Gandolfi, José Quiroga y José Romano.
Antes de la medianoche Eva Perón partió a San Salvador de Jujuy a bordo del tren presidencial del Ferrocarril Belgrano. A poco de partir, la formación cruzó lentamente Tafí Viejo, ciudad donde miles de trabajadores del riel esperaron para saludarla. Luego, el tren retomó su marcha y al ingresar a territorio salteño fue recibido efusivamente pese a la hora y el frío, en la estación Ruiz de los Llanos, en El Tala. Como a las tres de la mañana pasó por Rosario de la Frontera y poco después por Metán. Y al igual que en El Tala, Eva Perón asomó por una ventanillas del vagón presidencial y saludó a la multitud. Pasadas las cuatro de la mañana, la formación se encaminó finalmente a Güemes, donde habría una parada de casi una hora, especialmente por razones técnicas.
Aquella mañana del 5 de junio, Evita fue recibida en Güemes por miles de personas que integraban delegaciones provenientes de los valles de Lerma y Calchaquíes, Oran y San Martín.
Todo el mundo quería conocer a Eva Perón y para ello la gente estaba dispuesta a cualquier cosa, incluso a tomar por asalto vehículos que iban a Güemes. Es que eran tiempos que los medios de transportes escaseaban y que en su mayoría eran camiones "guerreros".
Y así fue que en cada pueblo de Salta, las mujeres del Partido Peronista Femenino (PPF) contrataron su propia movilidad, en su mayoría camiones para poder estar en Güemes antes de la 9 de la mañana, hora que arribaría el tren presidencial.
En Cerrillos, al igual que otras localidades, las mujeres del PPF también resolvieron asistir a Güemes para conocer y saludar a Eva Perón. Para ello, contrataron un camión Chevrolet 40 que llevaría entre otras a Laura Velarde Mors, Emma Kenéz, Angela Yapura, Segunda Guaymás, Bonifacia Puca, Benjamina de Varicevich y Rosa García de Tapia. La partida sería a las 6 de la mañana, tiempo suficiente como para llegar a destino.
Pero como ya dijimos, las mujeres no eran las únicas que deseaban ir a la recepción. También querían participar de ella hombres de distintas edades y condiciones sociales. Pero la escasez de medios de transportes hizo que muchos tratasen de hacer cualquier cosa con tal de estar esa mañana en Güemes. Y así fue que un grupo de jóvenes ávidos por viajar, se apostaron en las adyacencias de la estación de servicio de Madeo (San Martín y Catamarca) para tratar de subir subrepticiamente en algunos de los camiones que sí o sí debían cargar combustible allí, antes de partir. Esperaron pacientemente el arribo de los camiones acondicionados para las mujeres, esos que en la caja tenían banquetas y un toldo para guarecerse del frío del viaje.
Y así fue que cuando uno de estos vehículos que no era otro que el Chevrolet de Cerrillos, se acercó al surtidor de nafta, los que estaban al acecho aprovecharon la oportunidad para abordarlo por sorpresa. Pero algo no habían previstos: las chicas de Cerrillos no estaban dispuestas a compartir el vehículo con ningún varón. No los querían con ellas y así lo hicieron saber a voz de cuello en medio del abordaje. Ante semejante reacción femenina, los muchachos apelaron al diálogo para tratar de que los dejaran subir. Prometieron que no usarían las banquetas o si era preciso, que viajarían en el piso, pero todo fue en vano. Finalmente, ante tan rotunda negativa, los intrusos optaron por subir por la fuerza y ya en la caja, se arrojaron largo a largo sobre el piso, convencidos que de esa posición las mujeres nunca los podrían mover. Pero de nuevo se equivocaron.
Los ocupas, que ni por las tapas sabían con quienes se estaban metiendo y así, cuando la caja del camión era un verdadero tendal de hombres acostados entre pies y piernas de las mujeres, una de ellas se paró en la banqueta y a voz de cuello ordenó sacar a relucir sus trabas de gancho, herramienta que por entonces toda fémina portaba entre sus ropas. Y tras ello gritó: ¡Los hinquemos! Y como era invierno, casi todas trajinaban bufandas con unas enormes trabas de gancho, casi tan grandes como sables corvos. Y tras ello, comenzó lo que podríamos llamar la "masacre del hincamiento", madrugada donde abundaron los alaridos de ira y de dolor.
Y como es de imaginar, los hincados de inmediato comenzaron a a abandonar el Chevrolet del "Gringo" Juárez, dando alaridos mientras decenas de filosos aguijones los perseguían desde las barandas del camión. Al fin, ya logrado el desalojo, las mujeres del PPF cerrillano partieron rumbo a Güemes donde conocieron aquel 5 de junio de 1950 a Eva Perón, aunque de la delegación, solo tres fueron recibidas por ella: Laura Velarde Mors, Angela Yapura y Emma Kenez. Luego de la recepción en Güemes, la primera dama siguió viaje a San Salvador de Jujuy. Allí la esperada el gobernador Alberto José Iturbe con quien inauguría más tarde el hogar-escuela de esa ciudad, una clínica de recuperación Infantil en Reyes (Hotel Termas de Reyes), el policlínico regional (hoy Pablo Soria), y el barrio 4 de Junio donde entregaron las casas.
Los que estuvieron
En los andenes de la estación recibieron a Eva, el gobernador Oscar H. Costas, vicegobernador Carlos Xamena, Emilio Espelta, Alberto Durand, Armando Caro, Jaime Duran, Ricardo San Millán, Salvador Michel Ortíz, entre otros. Entre jóvenes: Juan Carlos Cornejo Linares , Nicolás Taibo, Tomás Ryan, Félix Cecilia, Walter Lerario, Hilda Castañeira, José Luis Borelli, Juan E. Marocco, Ricardo Falú, Olivio Ríos, Hernán Figueroa, José S. Antonietti, Humberto Burgos, Carlos Esnal, José Max Nadal y Gustavo Marrupe, entre otros. En la oportunidad, el gobernador Oscar Costas entregó a Eva Perón un ramo de flores especialmente preparado por la tradicional florería salteña "Paradis".